El autogol camionero

La amenazante irrupción del gremio del rodado en la sede de la Presidencia de la República fue un boomerang para la candidatura de la ultraderecha, a la que pretendían apoyar con su beligerante presencia. Así también, Piñera perdió la vergüenza facilitando La Moneda, perteneciente al conjunto de la ciudadanía, para un burdo acto de proselitismo electoral de segunda vuelta.

El jefe de los camioneros estuvo agrio y beligerante intentando recrear el escenario de tiempos pretéritos, los 17 años de dictadura, en que el abuso corporativo de los transportistas tenía calidad de veto resolutivo por su rol instigador del golpe de Estado. Pero, el pasado, pasado está; y las antiguas glorias golpistas cayeron en desuso, de modo que ahora fue inevitable que su tono duro fuera destemplado y de inmediato fue repudiado por los más amplios sectores del país.

La dictadura les dio lo que quisieron, jugosos beneficios tributarios y, en especial, el debilitamiento estructural de la potente Empresa de Ferrocarriles del Estado. Así fue porque sabían el decisivo impacto desestabilizador que tuvo la paralización del transporte terrestre en la conjura para derrocar al Presidente Allende, por eso, los camioneros se sentían los dueños del golpe de Estado y así transmitían sus demandas. Sabían lo hecho para quebrantar el régimen democrático y la deuda que el dictador tenía contrajo con ellos al concretar la cruenta asonada.

En efecto, antes del golpe, Pinochet -como jefe del estado de emergencia, en octubre-noviembre de 1972, en pleno paro patronal- se ofreció al gobierno popular para "sacar a patadas a los gañanes" que habían levantado verdaderas fortalezas en los campamentos levantados para asegurar la paralización de centenares de máquinas, cuyo impacto en la economía de entonces generó el desabastecimiento y el mercado negro que le es consustancial.

De acuerdo a su irrenunciable vocación democrática, el Presidente Allende siguió adelante con la vía chilena, la que proclamó avanzar al socialismo en democracia, pluralismo y libertad, descartando de plano esa siniestra provocación que conducía a un brutal y cruento enfrentamiento con funestas e imprevisibles consecuencias políticas. La visión política del Presidente Allende impidió que el gobierno popular cayera en la trampa y se precipitara la militarización del país, haciéndole el juego al objetivo de quiebre institucional que perseguía la conjura golpista.

Quien conocía de cerca esa hipócrita versión "pro UP" de Pinochet, y sabía en detalle sus alardes de cruenta represión a los opositores de la Unidad Popular, era el ministro de Interior y Defensa Nacional José Tohá, por ello en la cárcel fue diezmado y asesinado. Así, el sátrapa se preocupó de acallar la verdad histórica de un testigo directo de su miserable conducta golpista.

Asimismo, lo habían visto arrastrarse como culebra para mantenerse y ascender el general Prats, asesinado en Buenos Aires, y quien fuera ministro de Defensa, Orlando Letelier, ultimado en Washington; ambos por medio de artefactos explosivos instalados en sus automóviles por el agente de la DINA Michael Townley.

Una vez aferrado al poder, Pinochet evitó chocar con los transportistas y les dio toda suerte de privilegios corporativos. El costo fue desbaratar el valioso patrimonio nacional que era el transporte por ferrocarriles. A casi 50 años del paro patronal de octubre de 1972, los jefes camioneros pretenden, a fines del 2021, seguir lucrando por su rol de instigadores en la conjura golpista.

Pero ejercen un chantaje insostenible. Lo que hizo la dictadura en granjerías y trato privilegiado fue posible por una represión encarnizada, ese invaluable costo humano es imposible en democracia, aunque el candidato de la ultraderecha pretenda reponer los arrestos en lugares secretos, como reconoció en el foro-debate de Archi, el viernes recién pasado.

Además, no hay cómo seguir con rutas congestionadas, prácticamente paralizadas por la congestión durante los fines de semana y con un impacto incalculable en gastos de combustible, contaminación y pérdida de capacidad competitiva como nación. Ya no hay como justificar que sigan otorgándose costosas franquicias tributarias que prolongan una gestión ineficiente del sistema de transporte y conectividad en aspectos esenciales para el futuro.

Por lo demás, resulta evidente que una buena red ferroviaria aumentará la carga disponible para camiones en los terminales, sólo los ineficientes crónicos que dependen del Estado de diferentes maneras se pueden oponer a mejorar el tren de tan decisiva importancia en el mundo. Los que alegan competencia desleal son, precisamente, quienes reciben un premio gordo y abundante del Fisco.

Chile debe continuar su camino. Con acuerdos y entendimiento, pero el chantaje no es admisible, de modo que se necesita un Presidente con visión de Estado y una propuesta como la de Gabriel Boric, que no esté sometido a la presión de propósitos corporativos, reclamando privilegios por un pasado golpista ajeno al interés del país.

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