El chantaje del "botón"

Según los eternos dueños de privilegios inagotables, el poder oligárquico es intocable y perenne. Por eso, respaldaron a Pinochet para que desbaratara las conquistas populares de muchas décadas, hasta que los derechos sociales fueron un simple recuerdo en la memoria de los trabajadores y de la clase media.

A fin que nadie reclamara silenciaron el país y sostuvieron al dictador en la ejecución del terror social y político institucionalizado, impusieron la Constitución del 80 e implantaron la mayor concentración de la riqueza de la historia, provocando una sociedad agobiada por la desigualdad y los abusos de ellos mismos, los dueños del poder.

A través de privatizaciones que transfirieron a costos irrisorios un cuantioso patrimonio fiscal, ese puñado de oligarcas aumentó sus capitales, propiedades y haberes diversos a volúmenes inauditos, mientras la negación de las libertades pretendía crear un pueblo sumiso, de grupos sociales domesticados y sometidos.

Pero el pueblo no soportó tantas penurias y tropelías, como lo recuerda en su reciente y valioso libro-testimonio Rodolfo Seguel, quien fuera líder de los trabajadores del cobre, y fueron las jornadas de protesta social convocadas por el movimiento sindical, agrupado en el Comando Nacional de Trabajadores, apoyadas por los golpeados partidos de oposición en la ilegalidad, las que desde 1983 en adelante repusieron el debate público y la acción política.

Hubo descontrol en el pinochetismo, la movilización social logró descomponer el cerco dictatorial y terminar de hecho con la paz de los cementerios, según dijo el cardenal Silva Henríquez, llamada "receso político" por la dictadura. Una sangrienta represión y las arteras maniobras de Sergio Onofre Jarpa, quien fuera el jefe civil del golpe de Estado y fue instalado como ministro del Interior, permitieron a Pinochet seguir en el poder.

Luego, a través del diálogo político y social se formó, en abril de 1986, la Asamblea de la Civilidad que unió las fuerzas sociales mayoritarias y convocó a un Paro Nacional el 2 y 3 de julio de ese año, que golpeó a Pinochet y ratificó su empantanamiento estratégico. Pero, pocas semanas después la dictadura capturó en Carrizal, Region de Atacama, una internación de armas de un volumen sin precedentes en Chile y, en septiembre, Pinochet escapó del atentado en su contra. La dictadura responde brutalmente. Ambos hechos rompen la unidad de acción de la oposición y el régimen se zafa de su arrinconamiento.

Sin embargo, paso a paso se reconstruye el entendimiento opositor para enfrentar el plan de perpetuación institucional de Pinochet y, a comienzos de febrero de 1988 se forma el Comando por el NO, desde el cual se orienta la movilización social que permite la victoria del 5 de octubre. Así, con unidad y lucha se abrió la vía para reponer la democracia, ganándole terreno al régimen castrense con el inmenso esfuerzo de los partidos políticos del pueblo chileno. Ello se logró en contra del núcleo de poder oligárquico-financiero que nunca lo quiso, pero que fue sobrepasado y no pudo impedirlo.

Con luchas intensas, movilizaciones cruentamente reprimidas o en periodos de inmovilismo lo esencial de la historia patria ha sido la contradicción entre pueblo y oligarquía, desde la Independencia Nacional, apenas alcanzada la victoria y silenciados los campos de batalla, la clase terrateniente y los controladores del gran comercio desplazaron a los libertadores, tomaron el control del incipiente Estado y determinaron lo medular del diseño institucional que permaneció en el país hasta 1973, ese escenario fue alterado en parte por presidentes como Balmaceda, Pedro Aguirre Cerda, Frei Montalva y en forma estructural por Salvador Allende.

La "revolución en libertad" de Freí inició la superación del monopolio de la propiedad de la tierra consagrada en latifundios inabarcables, y la revolución "con sabor a empanadas y vino tinto" de Allende enfrentó la supremacía plutocrática del poder financiero para avanzar hacia una sociedad mejor, hasta que Pinochet repuso esa hegemonía brutalmente con una clase patronal violenta y soberbia, dispuesta a la violacion de los Derechos Humanos y el terrorismo de Estado para asegurar el control del poder.

El fascismo tuvo como trasfondo una decisión política, recurrir al uso cruel y despiadado de la fuerza y la violencia para derrotar el proceso de transformación institucional que dañaba sus intereses, eso fue lo que la ultraderecha impulsó e implementó para destruir las conquistas sociales del movimiento obrero y popular.

A esa fuerza ultraconservadora nunca le interesó la patria, la justicia o el ejercicio de las libertades democráticas sino que perpetuar su sistema de dominación. Por eso, formaron una alianza de Estados fascistas para ejecutar la "Operación Cóndor" y perseguir y asesinar a los exiliados de izquierda más allá de las fronteras de cada país, en medio de una aterradora impunidad.

Esa voluntad de dominación a cualquier precio se aprecia en la entrevista del domingo 24 de Enero a Carlos Larrain, cuyas palabras delatan que se cree superior a los demás por las dimensiones de su riqueza personal. Ese chantaje de que le basta apretar "un botón" lo dice todo, puede ser desconectarse de la transmisión como llamar a la gerencia general para exigir represalias u otras que quedan latentes.

En segundos se puede advertir la prepotencia de quien se define intocable, condición que transfiere a su hijo, aún cuando este haya debido enfrentar un doble proceso judicial de cuestionado final por la responsabilidad de conducir el vehículo que atropella y da muerte a un trabajador qué va por la berma de la ruta siendo arrollado por el automóvil del descendiente del financista, estanciero y ex senador.

La turbulenta respuesta de Carlos Larrain da cuenta de esa soberbia ancestral que se expresó en el brutal sometimiento del pueblo mapuche y del campesinado, que instigó el asesinato a sangre fría de los militantes de izquierda y que suprimió los derechos de los trabajadores, ahí está el oligarca que hizo lo que le dió la gana y que ahora le incomoda el Chile que emerge porque en una entrevista debe responder lo que le hubiera encantado censurar.

Su iracunda reacción, en rigor, no defiende sólo ni tanto a su hijo sino que pugna enardecido por la dominación oligárquica, la impunidad que siempre lo rodeó y cree merecer, un estatus quo insoportable, basado en la superioridad social que arranca de una inmensa fortuna y el imperio de la desigualdad y los abusos de poder. Es la mentalidad de quien puede intentar eliminar nuevamente las libertades y derechos que hacen posible un Estado social y democrático de derechos. Es el rostro dictatorial que vuelve a emerger. No hay que temerle, pero tampoco ignorarlo.

Se trata de una visión ultramontana, medieval, esa actitud de supremacía clasista que se mantuvo en el Chile pos dictadura y que llevó a la rebelión de hombres y mujeres libres, impulsando a millones de personas a manifestarse para demandar la superación de las injusticias por el origen social, la discriminación de la mujer, la exclusión de los pueblos indígenas y la usurpación de tierras a las comunidades mapuche.

Esa multitudinaria movilización social por la dignidad de las personas, familias, colectivos y comunidades logró remover los cimientos del sistema imperante abriendo una nueva etapa histórica e impulsando el proceso constituyente para abrir paso a una nueva Constitución que no eternice esas penurias ancestrales y permita avanzar hacia una sociedad mejor.

Estudios especializados señalan que los mega millonarios engrosaron su patrimonio en muchos ceros durante la pandemia. En consecuencia, Carlos Larrain debe tener aún más millones que al comienzo de la crisis sanitaria, pero por su reacción ante la consulta periodística ya no tiene el mismo poder, ahora debe enfrentar preguntas para las que no tiene respuesta.

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