El cuarto retiro

El cuarto retiro del 10% de los fondos de las AFP fue aprobado en la Cámara de Diputadas y Diputados y ahora corresponde el trámite en el Senado, pasando a ser un tema de alta significación en la definición presidencial de las próximas semanas.

En efecto, diversos sectores de centroderecha, coincidiendo con grupos conservadores y de ultraderecha, han hecho del rechazo al cuarto retiro una especie de terno a su medida para medir, en su criterio, la responsabilidad con el país y el funcionamiento de la economía. En rigor, se plantean como si los ahorros de los trabajadores fueran parte de su propiedad y activos bursátiles, en un tono soberbio que indica que se convencieron que es suyo lo que no les pertenece, a tal punto que el actual jefe empresarial señaló que el cuarto retiro es "un despojo".

Por el contrario, una amplia convergencia de fuerzas de izquierda y centroizquierda se pronuncian por la aprobación del cuarto retiro, con vistas a que sectores populares y de clase media dispongan de tales recursos para cubrir sus necesidades fundamentales o emprendan iniciativas de micro o pequeñas empresas que les permitan resolver las consecuencias sociales y económicas de la pandemia.

El telón de fondo son los abusos cometidos por las AFP, a lo largo ya de 40 años, desde que la dictadura obligó a la gente, por diferentes mecanismos coercitivos, a afiliarse a ellas mientras se imponían como única opción de jubilación, constituyéndose en un sistema de ahorro forzoso que llegó a su madurez y no entrega las pensiones comprometidas, extiende la pobreza en los adultos mayores y su principal beneficiario es el sistema financiero.

En circunstancias que la desconfianza de la ciudadanía afecta muy hondamente la legitimidad del sistema político nadie desde la izquierda debiese aparecer defendiendo lo indefendible o dando explicaciones por un sistema que es parte de los cimientos fundacionales del sistema de abusos instalados en Chile por Pinochet.

No hay que engañarse. En el caso de las AFP, situar el rechazo a los retiros del 10% como factor esencial de la estabilidad macroeconómica se convirtió en un recurso que justifica lo injustificable con una pedantería y un tono doctoral fuera de lugar, excluyendo del análisis lo fundamental, que las pensiones transforman en indigentes a personas que trabajaron toda su vida.

Esa lacerante desigualdad social horadó la gobernabilidad hasta desestabilizar la convivencia nacional y deslegitimar el sistema político. Chile no puede ser la fiesta de unos pocos y una tierra de privaciones para la mayoría. La nación chilena no debe ser un país de frustraciones inducidas por el consumismo del mismo sistema que niega los ingresos básicos para costear el consumo que incita y demanda.

En esta materia no puede haber duda ni confusión alguna, el legítimo reclamo de una vida digna, ante tanta opulencia y codicia, no es la causa que generó la convulsión social sin precedentes que provocó un vuelco en la situación nacional. La inestabilidad surge de la proliferación y el descaro de los abusos de poder y de la aberrante desigualdad social y económica imperante.

Por lo anterior, resulta realmente absurdo echar mano a un argumento "ideológico", paradójicamente a favor de las AFP, esto es que la decisión de aprobar el cuarto 10% sería, una vez más, "neoliberalismo" ya que este nuevo retiro sería insistir en una respuesta en el ámbito estrictamente individual, propio de la sociedad de mercado instaurada por la dictadura.

Esperemos que haya un nuevo gobierno que logre implementar un nuevo sistema de pensiones, mientras tanto no vienen al caso esas disquisiciones cuando el sistema se deslegitimó a tal punto que no tiene ningún sustento social que lo valide. Las pensiones son misérrimas y las AFP son símbolo del abuso de poder y de la desigualdad, de modo que no tiene sentido caer en lo que ya se ha hecho un mal hábito, esto es calificar cualquier opinión o conducta con la que no se esté de acuerdo como neoliberalismo.

Dejémonos de eufemismos. Aquí, se trata de un derecho de las personas frente a un sistema que no solo fracasó sino que les estafó individualmente y defraudó las expectativas sociales con que ruidosamente fue instalado. Ya se ha dicho innumerables veces, se trata de un sistema que hace uso de recursos que no le son propios para el enriquecimiento de sus controladores que les utilizan en sus operaciones financieras. Por eso, lo peor que puede ocurrir es la ideologización del fraude institucionalizado.

La convicción ciudadana es definitiva porque millones de personas lo han comprobado, hoy tienen más información y educación y saben que los fondos previsionales han servido para apalancar el crecimiento de fortunas inmensas, articulando imperios económicos, por el contrario, los cotizantes y sus familias han recibido pensiones miserables. Bajo el gobierno de Piñera, rechazar el cuarto retiro significa situarse como muro protector de un sistema de muy hondas e inaceptables desigualdades.

Hoy, la lealtad democrática significa apoyar a Yasna Provoste en el Senado para aprobar la devolución de fondos previsionales a sus dueños, porque de lo contrario, rechazar el cuarto retiro es convencer definitivamente al país que el sistema político está cooptado por los grandes intereses económicos y financieros.

Si ganan las AFP restablecer la credibilidad del régimen democrático para recuperar la estabilidad institucional y avanzar, fortaleciendo la paz social, hacia una nueva Constitución pasa a ser una tarea bien intencionada, pero muy difícil. Que ganen las AFP aumentará la desconfianza de extensos sociales muy considerablemente.

Nadie va a creer que el rechazo no ha sido comprado e impuesto por los poderes fácticos. Eso es lo que no se debe perder de vista. Hay que evitar un costo democrático invaluable. La decisión no es fácil, pero es ineludible.

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