El fatalismo depresivo es tóxico

Lugar en que pueda la derecha insiste en que Piñera "lidera" la carrera presidencial para intentar convencer que el triunfo está en sus manos, sin embargo, las mismas encuestas que así lo repiten, también señalan que puntos más puntos menos, las fuerzas están equiparadas para la segunda vuelta.

En efecto, el total de los adherentes de derecha versus la suma de aquellos que se le oponen, termina en un empate técnico. Esto ocurre en todas las mediciones. La razón es la naturaleza de su propuesta, Piñera se ha recluido - de modo definitivo - en la derecha. Durante mucho tiempo sus estrategas usaban el eufemismo de "centro derecha", ahora ya no pierden el tiempo y actúan sin pudor, son la pura y simple derecha, un sector fuerte pero minoría en el país.

O sea, lejos está Piñera de ser el seguro ganador del choque de fuerzas que concluirá en las elecciones presidenciales. Más aún, la mismísima encuesta CEP, a la que se rinde tanto culto, entrega un dato relevante que en Santiago, el senador Guillier derrota claramente a Piñera. Entonces, no hay excusas para el fatalismo, el candidato del populismo autoritario de derecha es derrotable.

También se equivocan los escépticos que, abusando de asesorías en el pasado, aparecen ahora solo para presagiar escenarios apocalípticos para las fuerzas democráticas de izquierda y de centroizquierda. Tales agoreros debiesen considerar que validar a la derecha con argumentos excluyentes, propios de la dictadura, es una ruptura de identidad que desfigura y es funcional a una especie de "piñerismo vergonzante".

El problema central es la desunión, ante ello ha tenido que ser el propio ministro Mario Fernández, el que declarara "la unidad tendrá que darse en la segunda vuelta", colocando una nota de cordura ante tanto mensajero del escepticismo y la derrota, que llenan páginas y páginas de efectos mediáticos totalmente intencionados desde la derecha. Pareciera que algunos quieren perder en noviembre para decir después que estaban en lo cierto con sus sombríos vaticinios.

Por otra parte, ciertas expresiones más radicalizadas o extrasistemicas descalifican la transición y condenan las insuficiencias de las transformaciones en la institucionalidad heredada, y atacan mucho más a los demócratas de izquierda que quieren cambiar la sociedad con reformas que resuelvan la desigualdad del país, que a los grandes defensores y beneficiados del "modelo". Hay voces "ultronas" que llegan a decir que se vive una especie de pinochetismo disfrazado.

Por ello, parece que para ciertos grupos el neoliberalismo no fuera lo central a cambiar y superar, sino que les resulta más atrayente enfrentar a los Partidos de izquierda que han logrado gradualmente, reformar, anular y/o contener los efectos más agudos de la desigualdad para ir fortaleciendo una estabilidad democrática capaz de dar a Chile una sociedad mejor. A la resonancia mediática de esa descalificación la derecha le saca grandes dividendos.

Para vencer a Piñera el fatalismo depresivo que confunde y divide es tóxico. No hay que ayudar a la derecha, que tiene un vasto poder, con la desunión de sus adversarios; hay que evitar una polarización artificial en el seno de las fuerzas y vertientes anti neoliberales. La tarea es competir sin antagonismo, para unir una mayoría nacional que actúe eficazmente, como una auténtica alternativa-país en la segunda vuelta.

La gobernabilidad futura está unida a esa voluntad, que las vertientes de de izquierda y centro izquierda logren confluir. Ninguna sobra y tampoco se puede excluir a alguna de ellas. Si alguien desea un entendimiento parcial, solo de una parte de ellas no resuelve el problema de fondo, Chile requiere una mayoría sólida y eficaz para dirigir el Estado y hacerse cargo del enorme reto que tendrá el gobierno electo a fines de este año.

En suma, en el ancho espacio de Partidos y corrientes democráticas y de izquierda ejercer la diversidad en las nuevas condiciones del país pasa a ser una cuestión esencial, ahí está la clave de su victoria electoral en noviembre y diciembre, si no lo consiguen y rivalizan cayendo en absurdos improperios y reyertas verbales no convocaran el conjunto del caudal que deben reunir para triunfar. Ese es el nudo político del desafío que está planteado.

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