El grito de Piñera

Todo es una señal política cuando se gobierna un país, más aún cuando el representante  máximo del poder político visita otro Estado. Porque siempre existen relaciones mayor o menor fluidas con las demás naciones, cada símbolo encarna la manera cómo ese representante se vinculará con cada país. 

Una señal política contiene en su máxima expresión esa narrativa que le imprime el sello de quien gobierna. En Chile, cada presidente ha construido su mito de gobierno que es motor para sus dichos y silencios; acciones y omisiones; éxitos y fracasos. El mito de gobierno se hace cargo del proceso. De lo que se comunica (bien o mal logrado). Es un ejercicio diario.

Se tensiona entre lo racional, lo emocional y la voluntad. En esencia es lo más humano del relato. Por eso queda siempre en evidencia aún cuando lo intenten vestir con ropajes a la medida de un programa de gobierno. 

A tres semanas de haberse cumplido 45 años del Golpe Militar y a falta de un par de días de conmemorarse 30 años del plebiscito que nos devolvió a la democracia en Chile, cada señal es aún más potente frente a nuestras relaciones internacionales. El Presidente Sebastián Piñera viajó esta última semana de septiembre a Estados Unidos para participar de la Asamblea General de la ONU en Nueva York. Además se reunió por primera vez en una bilateral con el Presidente Donald Trump en Washington. 

Piñera posee un estrecho vínculo personal con Estados Unidos que se remonta a décadas. En su niñez vivió en Nueva York por cuatro años, dado que su padre trabajaba para la Corporación de Fomento de la Producción (CORFO). En 1973 se radicó en Boston para estudiar un programa de postgrado en economía en la Universidad de Harvard, donde obtuvo un master y un doctorado.

Al finalizar sus estudios, trabajó para el economista de la misma universidad Richard Musgrave, conocido por su libro “Teoría de la Hacienda Pública”, asesorando al Gobierno de Bolivia en sus cuentas nacionales.

A pesar que no existe claridad si fue a través del empresario Ricardo Claro o mediante la empresa INFINCO (sociedad de profesionales dedicados a la consultoría de empresas donde Sebastián Piñera fue socio minoritario en 1978) lo cierto es que el actual Presidente viajó a fines de ese año a Estados Unidos logrando la representación de las empresas de transacción Mastercard y Visa.

Tras el viaje, comenzó como accionista minoritario en la firma Bancard, una de las empresas que trajo el negocio de las tarjetas de crédito a Chile. En 1987 Sebastián Piñera creó la empresa Fincard, que se convirtió en la mayor emisora de tarjetas de crédito en nuestro país. 

Esta larga relación con Estados Unidos se corona durante esta semana al publicarse la noticia que el 18 de octubre de 2017 se presentó una denuncia contra Sebastián Piñera ante la Securities and Exchange Comission (SEC) en Washington, organismo fiscalizador de Estados Unidos equivalente a la Comisión para el Mercado Financiero en Chile (Ex Superintendencia de Valores y Servicios).

En dicho informe se da cuenta en detalle cómo Sebastián Piñera el día 24 de julio de 2006, treinta minutos después de participar en la reunión de directorio de LAN, donde se revelaron los estados financieros de la compañía y sus planes para el año próximo, se comunicó con la corredora Banchile para comprar un paquete de seis millones de acciones disponible a la venta. En resumen, información privilegiada. 

El Presidente Piñera señaló, tras reunirse con el Presidente Trump en la Casa Blanca, que al mostrar la bandera chilena dentro de la bandera de Estados Unidos lo hizo como una “idea ingeniosa”. Sin duda, la maniobra estuvo a la altura de esa actitud ladina que nos ha enseñado de su persona. Pero lo que vimos en esa escena no fue sólo un nuevo acto compulsivo. Esa bandera revela en su esplendor lo que ha construido Piñera en su mito de gobierno: máxima lealtad hacia los poderosos y un paraíso incumplido hacia los ciudadanos. 

Piñera siente más que gratitud hacia Estados Unidos, tiene un compromiso personal que no disimula e incluso acentúa en su rol de Presidente de la República. Así como ha recurrido anteriormente para vivir, estudiar, trabajar y hacer negocios hoy apela - provisto de aquel manto de poder - a buscar consuelo y protección para revertir su mal estado en La Moneda y en lo personal. 

Una vez más los intereses de la élite se superponen al de la mayoría y buscan intermediación en Washington, utilizando nuestra cultura democrática y ahora nuestra bandera para los artilugios. 

La bandera de Piñera fue ese grito desesperado que el hijo suplica al padre cuando siente que todo se pone más cuesta arriba. Espera que lo salve, una vez más. El grito de Piñera se ha disfrazado de muchas maneras. Con predilección lo hace en inglés.

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