El duopolio de los líderes. Se pueden identificar una media docena de alusiones indirectas a Kast en las intervenciones de Boric y ninguna en beneficio de Jara. Observamos el potenciamiento de dos líderes que deciden entrar en una seguidilla de réplicas y contrarréplicas de las que salen beneficiados, en exclusiva. Este modo de proceder genera beneficios personales y perjuicios colectivos en la centroizquierda. Se practica un intervencionismo electoral invertido.
Se tenía la experiencia de mandatarios apoyando cuanto podían a su continuador en competencia, pero no destacando a un adversario. Esta es la primera vez que los reclamos vienen del bando propio y los competidores guardan silencio. Tampoco en la prensa se dieron dos interpretaciones acerca de lo que estaba ocurriendo porque invisibilizar a la abanderada oficialista no la puede beneficiar.
Tampoco es que ambos involucrados entren en el juego con igual entusiasmo. Kast fue el primero en advertir que este procedimiento podía serle contraproducente.
Matthei ha identificado esta polémica pública como una forma de escoger a un candidato con menor rendimiento que ella en segunda vuelta. Temiendo verse involucrado, el republicano se apresuró a identificar las intervenciones presidenciales como una demostración anticipada de derrota por parte del oficialismo. De modo que no correspondía a un procedimiento acordado.
Alguien pudiera creer que la polarización de la campaña puede ser una buena idea y que eso explica el comportamiento del mandatario. Esto es más que discutible.
Las estrategias de campaña las definen los candidatos y sus comandos. No se les imponen desde fuera sin consulta. Nada de lo que hace Jara se puede interpretar como una invitación a radicalizar el debate político. Al contrario, ella se presenta como una opción sensata, constructiva y dialogante ante un candidato de la polarización, de la simplificación excesiva de las propuestas y del desconocimiento del Estado. La intervención de Boric la saca de la estrategia que ha definido y no se entiende por qué no se le permite desplegarla como quiera.
No hay pases entre aliados, solo la autoafirmación personal de un líder que actúa en solitario, imposibilitando un comportamiento de coalición. Se ha querido encontrar alguien que salga beneficiado de la actuación de Boric distinto a él mismo y no se encontró a nadie, alguien que lo haya solicitado y no hay ninguno, alguno que lo aplauda y el silencio es total.
Esta no es la campaña del 2030
Los episodios detonados por Gabriel Boric tienen un formato reconocible: el intercambio de opiniones críticas entre un jefe de gobierno y el líder de la oposición, sin que se sepa exactamente en qué rol se ubica el Mandatario. Es como si partiera de la base que la competencia está resuelta y que es mejor anticiparse.
Atribuir intenciones es improcedente, pero constatar efectos no tiene nada de especulativo. Y lo más obvio es la ausencia del juego de equipo en el oficialismo, al menos en lo que se refiere a la preparación del futuro. Todo esto puede generar fuertes costos, pero limitados en el tiempo.
No poder actuar en conjunto tiene un alto costo. Por poco que se reflexione, es evidente que la candidatura de Jeannette Jara representa el último liderazgo que puede mantener unida a la centroizquierda. Ella representa un acuerdo del PC a la DC, y su comportamiento se sostiene sobre la base de consensos amplios. Si Jara gana se deberá a sus méritos, a la disciplina de muchos y a los errores ajenos. Si pierde, las responsabilidades de unos y otros se discutirá hasta el final de los tiempos. Solo que hay que decir que, anteriormente, los desordenados se encontraban en la periferia de la coalición. Nunca se ubicaban en La Moneda.
Perder no es lo peor que puede suceder. Ganar unidos es lo mejor, perder ordenados es tolerable, pero perder en plena dispersión sí que es malo. Y si lo que predomina es el comportamiento individual de los líderes y el cada uno para su santo de los partidos, no habrá un espacio aglutinante donde se asuman responsabilidades.
Si viene la diáspora, lo que se pierde es la posibilidad de un gran conglomerado de centroizquierda y lo que queda son los liderazgos personales. La historia de la centroizquierda está jalonada por análisis post elecciones que nunca se hicieron. Por eso no hay consecuencias que se asuman. Puede que ahora todo nos parezca muy estable, pero en un mes y medio el escenario al que estamos acostumbrados, con sus líderes y sus posiciones, habrá desaparecido cuando se cuente el último de los votos.
Apostemos a los proyectos compartidos
Si la candidatura de Jara gana, habrá una coalición de nuevo cuño que organizar, se tendrá tiempo y se contará con el liderazgo para acometer la tarea. Pero siempre conviene estar preparado para el escenario que menos nos gusta. Si este es el caso, el año próximo se producirá un borrón y cuenta nueva.
Lo que estamos viviendo ahora será historia, si hay cuentas pendientes quedarán sin saldar y lo que importa son los liderazgos que quedan en pie. Si los que se mantienen en la cancha no son actores colectivos, sino los líderes de sector, entonces el que queda en pie por el lado izquierdo es Boric en exclusiva, sin que nadie puede ejercer ni lejanamente un contrapeso.
Habrá que reiniciar un nuevo proceso unitario y eso se hace congregando a los más próximos. Aquí comienza otra historia, porque en la derecha el triunfo de una opción más radical y alérgica a los acuerdos amplios redefinirá las relaciones. En un primer momento la tendencia será a aglutinarse entre los más próximos y, como las diferencias existen, éstas se van a expresar de inmediato. Pero las diferencias no son lo único que hay. El convencimiento de que enfrentará adversarios triunfantes y poco dados al diálogo y a los acuerdos hará que se valore lo que se logre actuando concertadamente aunque sea por parcialidades.
Así que la incógnita no está en la diferenciación inicial y una confluencia parcial posterior. La duda está en el ejercicio del liderazgo y si los aglutinantes son personas o nuevos colectivos adaptados a los tiempos que vienen. Los partidos han hecho todo lo posible por no mejorar y los dirigentes se protegen de los innovadores a quienes identifican como amenazas.
La idea de un liderazgo innovador a la cabeza de un partido tradicional es una contradicción en los términos y de allí la necesidad de la aparición de nuevas organizaciones. Así seguirá siendo hasta que no se enfrente la ardua tarea colectiva de forjar instituciones democráticas fuertes que permitan actuar sin el nivel de superficialidad y ausencia de contenidos a la que nos hemos ido acostumbrando.
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