Educarnos en costos: una necesidad que ya no puede esperar

A fin de año, cuando los gastos se acumulan y el presupuesto parece no alcanzar, surge inevitablemente una pregunta: ¿Por qué el dinero rinde cada vez menos? Aunque la respuesta puede explicarse desde variables macroeconómicas o políticas, existe un aspecto más cotidiano y profundamente formativo que suele quedar fuera del análisis: no estamos comprendiendo bien nuestros costos. Y cuando no entendemos los costos, nuestras decisiones económicas se vuelven inciertas.

Las cifras recientes del Instituto Nacional de la Juventud lo muestran con fuerza. Según su Sondeo de Endeudamiento Juvenil y Educación Financiera, "el 53,9% de las y los jóvenes asegura que sus ingresos disminuyeron desde la pandemia, mientras el 42,6% afirma que sus gastos aumentaron". Además, el 30,1% se considera altamente endeudado, cifra que crece aún más entre mujeres y jóvenes de 18 a 19 años (39,2%).

Este escenario sería complejo en cualquier contexto, pero se vuelve crítico cuando el nivel real de conocimiento financiero es tan bajo. La Radiografía a la Educación e Inclusión Financiera en Chile, elaborada por el Centro de Políticas Públicas UC, revela que "aunque las personas se autoevalúan con 3 en una escala de 0 a 5, su conocimiento real es de apenas 1,6". Lo más alarmante: solo el 20% entiende cómo funcionan las tasas de interés, uno de los costos más determinantes para la vida cotidiana.

La brecha entre la confianza y el conocimiento real tiene consecuencias directas: decisiones de endeudamiento que parecen razonables en el momento, pero que meses después se transforman en cargas difíciles de manejar. En este punto, la educación en costos deja de ser un contenido contable, para convertirse en una herramienta de autonomía. Comprender los costos es comprender la vida económica cotidiana, la que tiene que ver con distinguir entre costos fijos y variables, anticipar el impacto de un crédito, evitar pagar intereses innecesarios y reconocer cuándo un "descuento" encubre un costo mayor en el futuro.

El mismo estudio de la UC muestra que las personas con alta alfabetización financiera cumplen su presupuesto en 61%, mientras que en quienes tienen alfabetización baja ese cumplimiento cae a 26%. La relación es directa: cuando una persona entiende sus costos, toma mejores decisiones.

Por eso, hoy más que nunca, la educación en costos debería estar presente en todos los espacios formativos. No para volvernos expertos, sino para tomar decisiones más conscientes, reducir riesgos y fortalecer la autonomía económica. En un país donde tantos jóvenes están viendo caer sus ingresos y aumentar sus gastos, y donde el conocimiento financiero real es tan bajo, educar en costos ya no es una opción. Es una urgencia social.

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