El orgullo de ser "jarista"

Por razones de un debate y decisión tomada por los conductos regulares partidarios, los demócratas cristianos nos integramos al comando de Jeannette Jara con algún retraso respecto a los otros partidos. Estábamos convencidos del paso dado, tanto en consideración a los actores que competían en la arena electoral, como también respecto a lo que nuestros valores nos indicaban como lo más vinculante y necesario para dar respuesta a las diferentes demandas de la sociedad chilena actual.

En nuestra progresiva integración y participación en la campaña, junto a la muy buena acogida que tuvimos, fuimos experimentando, al menos en nuestro caso, un mayor conocimiento de nuestra candidata, a la que pudimos observar, escuchar y seguir más sistemáticamente. Poco a poco, las intuiciones iniciales acerca de las características del liderazgo de Jeannette Jara fueron convirtiéndose en la amalgama perfecta entre un acto y decisión de esperanza con una apuesta por un proyecto de país con múltiples componentes comunes.

Me sentí siendo parte de un nosotros comunitario que quiere acoger las mayorías postergadas, frustradas y de cotidianeidad sufriente.

Su compromiso con la justicia social, el bien común, la igualdad de oportunidades y la preocupación por los más necesitados ("que el crecimiento llegue a la mesa de todos los chilenos"), representa, precisamente, lo que a la luz de los principios de la democracia cristiana se requiere para construir un país más solidario, más justo y en que la dignidad de la persona esté en el centro.

Jeannette Jara no viene de la comodidad del poder, sino de la experiencia de quien ha estado en contacto directo con las necesidades más sentidas de nuestros ciudadanos, lo que se ha plasmado no solo en un discurso, sino en una práctica coherente con valores que promueven un Estado al servicio del bienestar, con la convicción que el crecimiento no sólo se mide cuantitativamente sino en la capacidad del país de cuidar de su gente y con políticas que, además de preocuparse de la seguridad, priorizan también la salud, la vivienda, la educación y el trabajo decente, yendo en ayuda de las mujeres cuidadoras y los adultos mayores.

Es una mujer que escucha, que transforma, para quien la justicia social no es un slogan sino una tarea urgente, que actúa con coraje y amor por Chile. En medio de tanta desconfianza, desencanto y cansancio con la política y los políticos, reconozco mi profunda satisfacción y privilegio que siento al apoyar a esta candidata y su programa de gobierno; lo que en sus orígenes aparecía más como una acertada decisión político-electoral de haberlo hecho, a poco andar se fue transformando en un encuentro y en plena sintonía con mis convicciones. Me fue cautivando su compromiso, su honestidad, su capacidad de hacer política desde la empatía, pero con un trabajo serio y, sobre todo, la esperanza que subyace a esta causa, la que nos impulsa hacia lo nuevo, dando lugar a un movimiento convocante que se atreve a construir un futuro en la adversidad.

Sabemos que la segunda vuelta no la tenemos fácil, pero, también sabemos que contamos con la prestancia de nuestra candidata y su programa, así como un desarrollo de la campaña que está abierta en varios flancos y que nos permitirá triunfar.

Sin embargo, y esto para mí es lo medular, independientemente de los resultados, uno puede decir desde lo más profundo que nada fue en vano, por el contrario, todo ha estado lleno de múltiples horizontes de sentido. Siento un gran orgullo de estar apoyando a una persona que te interpela para jugarse por una sociedad más humana, más solidaria e inclusiva, donde nadie quede atrás. Y eso, hoy más que nunca, vale la pena... y mucho.

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