El Gobierno ha tenido dos años complejos. Como todo gobierno a la mitad de su gestión, presenta luces y sombras. Ahí está la aprobación de las 40 horas semanales y el aumento del sueldo mínimo, pero también la percepción de inseguridad y los problemas económicos que afectan la inversión y el empleo. Por lo pronto, son aspectos que el mismo Presidente Boric ha reconocido en sus intervenciones, como en su entrevista concedida al diario El País.
Para hacer una evaluación general, recordemos que la propuesta presidencial de Apruebo Dignidad generó una gran expectativa en la ciudadanía. Ésta se basó en la ascensión al poder de una nueva generación política, con la promesa de hacer las cosas distintas, que corregiría los errores del pasado y que pondría el foco en avanzar hacia una sociedad con mayor igualdad. Sin embargo, y según la percepción ciudadana, estas expectativas no se han cumplido. La nueva generación de líderes de izquierda se encontró con esa vieja idea asociada a Maquiavelo hace tantos años: la política es la política.
Ahora bien, para hacer una evaluación ponderada y serena, es necesario hacer un comentario previo y es desde dónde el Gobierno asume su tarea. Así, el Presidente Boric toma el control del país luego de un estallido social que puso en entredicho la institucionalidad política, luego de una dura pandemia, una crisis migratoria y de seguridad y un reacomodo de las distintas fuerzas políticas. En rigor, hay que reconocer que este Gobierno asume en un escenario difícil y que tuvo en la discusión constitucional la vía para abordar la crisis política y social del año 2019.
Gabriel Boric llegó a La Moneda con una inédita configuración de fuerzas. Luego de más de 30 años de gobiernos conducidos por alianzas políticas tradicionales, el poder quedó en manos de un nuevo conglomerado político: Apruebo Dignidad. Esto evolucionó en una segunda vuelta presidencial con la incorporación del Socialismo Democrático, para enfrentar al líder de la extrema derecha José Antonio Kast. Así, el gobierno quedó sujeto a dos alianzas políticas muchas veces tensionadas sobre el rumbo y la impronta de éste. Además, es minoría en el Parlamento y con una oposición particularmente dura.
Es evidente que el Gobierno ha tenido problemas en cuestiones importantes. Se sostiene en el frágil equilibrio que le ofrecen dos coaliciones con miradas, historias e idearios distintos: la izquierda de los cambios radicales del Frente Amplio y el PC, y la izquierda tradicional de la Concertación. Entre ellas no han logrado toda la coordinación necesaria que requiere administrar un Estado. Además, prima la opinión de que a los distintos equipos gubernamentales les ha costado asumir la conducción de los asuntos públicos, afectando así la gestión.
Sobre el perfil del Presidente Boric hay que decir que es un líder carismático. Es un Mandatario reconocido por su cercanía. Sabe muy bien utilizar el "poder suave o blando" (soft power) de la cultura de la imagen y de las formas propias del mundo digital y de las RRSS. Pero carece de la otra dimensión del poder, aquella que ordena, que infunde respeto e incluso temor a la hora de exigir el cumplimiento de tareas y la necesaria disciplina para asumir las complejidades del ejercicio del poder y la gestión de cualquier gobierno.
Respecto del fondo que da cuenta del proyecto político del Gobierno, lo que se echa de menos es una definición clara acerca del ideario de éste. La pregunta que aún no se ha podido responder es ¿cuál es el eje o la impronta que caracteriza al gobierno del Presidente Boric? Haciendo un símil, es lo que con la Concertación y el Presidente Patricio Aylwin se conceptualizó como: "Crecimiento con equidad".
Hoy estamos en un momento del Gobierno donde queda la impresión que le es suficiente con la adhesión del casi 30% que sigue respaldándolo. Haciendo una proyección, es una adhesión similar a la lograda por Gabriel Boric en la primera vuelta presidencial, esto fue el 26% de los votos en el año 2021. El problema es que esto implica gobernar para una minoría y renunciar a representar a importantes mayorías ciudadanas. De alguna manera, es una renuncia política.
En medio de la evaluación de estos dos años de Gobierno, se da inicio a un nuevo ciclo electoral para los diversos partidos políticos. Éste inaugura nuevamente la necesaria discusión acerca de la mirada de país y los modelos de desarrollo que propone cada partido o sector político. A nuestro modo de ver, se volverán a confrontar posiciones conservadoras y progresistas sobre la vida en sociedad.
Bajo este marco, el gobierno del Presidente Boric tiene una oportunidad para definir una ruta de transformaciones que permitan hacernos cargo de la tensión política que persiste en Chile, esto es cómo se da la relación entre democracia y un desarrollo inclusivo. Es decir, cómo hacemos que nuestra democracia no sólo sea un mecanismo para elegir a quienes nos gobiernan, sino que también un sistema político que permita un desarrollo integral que propicie el progreso y bienestar de las personas y sus comunidades. Este ciclo electoral que se aproxima tendrá nuevamente el desafío de ofrecer respuestas acerca de cómo superar las desigualdades que aún persisten en Chile en materias tan sensibles para las personas como pensiones, salud, educación y seguridad.
El debate sobre la calidad de nuestra democracia y un modelo de desarrollo más justo que favorezca el crecimiento económico y una mayor cohesión social es la discusión de fondo que puede servir para orientar a un gobierno que está a medio camino. Aún queda tiempo y espacio. El Presidente Boric tiene la palabra.
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