Elisa Loncon: antropología de la diferencia

Era abril del año 2009 cuando nos encontramos por primera vez. Ambas habíamos pasado todos los procesos y arbitrajes universitarios para adjudicarnos un concurso público en una universidad estatal. Eran tiempos en que lo multicultural se imponía admitiendo la diversidad de culturas, remarcada por la aceptación de las diferencias desde un respeto que ciertamente ocultaba la segregación. Ella en cambio, nos mostraba las maneras en que podíamos entrelazarnos desde la interculturalidad, propiciando el diálogo entre culturas. No era fácil pensarla, sobre todo porque el horizonte de lo académico en general permanecía cruzado por el colonialismo y el racismo y lo que ella planteaba, "su interculturalidad", desestabilizaba no solo el orden étnico, también el género y el habitar, distrayendo las epistemologías imperantes, también las culturas y la vida de los propios sujetos.

Muchas veces la vi bajar la cabeza frente a la descalificación gratuita hacia su pueblo y hacia ella, como mujer-mapuche. En esos años imperaba que lo chileno o chilena se mantuviese tatuado a una matriz nacional cuyos significados la dejaban siempre reducida a ser solo una investigadora etnográfica de fiestas indígenas y mestizas, encasillada en una tradición folclórica. En cambio ella, batallaba por ofrecer alternativas teóricas que abrieran paso desde lo lingüístico a la lengua mapuche, al mismo tiempo que pensaba nuevos horizontes teóricos desde la formación de pregrado y de doctorandos. Ella no buscaba eliminar las diferencias o fusionarlas, sino entenderlas con clave social. Trabajo académico que nos dio valentía, fuerza y nos unió en la diferencia.

Cuando Elisa Loncon fue electa por la Macrozona 1 como representante del pueblo mapuche, nuestro país ya había comprendido -mediatizado por el mundo- , que lo intercultural sobrepasaba lo étnico. Las distintas culturas ya se habían expresado en las calles dentro del movimiento pingüino, el mayo feminista y el estallido social demandando una nueva ciudadanía, al mismo tiempo que se denunciaba la exclusión y el abuso sistemático a los pueblos originarios.

Antes de que Elisa Loncon asumiera como presidenta de la Convención Constitucional de Chile, el gobierno de la época ya había criminalizado las protestas, ya había dispuesto la presencia militar y el toque de queda. Antes que asumiera Elisa Loncon ya teníamos un pueblo indignado, rebelde hacia el poder económico y político, capaz de moverse en espacios virtuales sin posibilidades de control social.

La elección de Elisa Loncon, sin lugar a dudas, fue un hito histórico para el país, ya que es la primera vez que una mujer indígena lidera un proceso constituyente. Sin embargo, su elección -que duró un tiempo limitado- sigue siendo objeto de críticas y ataques. Cuestión que no lo es para la investigadora María Elisa Quinteros, también presidenta de la constituyente, en el segundo período.

La clase política y patriarcal que la denuncia y difama hoy no es capaz de advertir las cargas simbólicas que implica que Elisa Loncon haya sido elegida presidenta de la Convención Constituyente, en un tiempo sin miedo a la represión y sin miedo a morir en la calle; no advierte cómo su rol ayudó a discernir a 155 personas distintas que representaron la crisis que estábamos viviendo, al punto de un alzamiento mayor. Cuestión que sí es advertido a nivel internacional.

La clase política que la ofende no es capaz de advertir la configuración imaginaria de lo social, que estábamos transitando para pensarnos nuevos procesos sociales en diálogo y paz y que todavía no terminan.

La clase política y patriarcal que la denuncia y difama no lo entiende así. En cambio prefiere instalar un punto ciego clientelista que comunicacionalmente la infama, la cancela y la humilla, no advirtiendo que con ello, también pone a caminar simbólicamente al país hacia un precipicio donde no siempre es posible construir puentes.

Es más, a la clase política que la ofende y la arrincona no le interesan sus títulos, papers y/o libros. Menos le importa su esfuerzo por ser una mujer- mapuche- profesional. Lo que les importa es cancelar la identidad intercultural que representa y que sobrepasa las fronteras; le importa dinamitar la fuerza que ella tiene para producir, hacer circular y reelaborar lo intercultural.

La clase política que la humilla no soporta que ella en un sabático universitario y con las herramientas que le otorga la academia, logró traspasar las fronteras, volviéndose porosa para compartir y traspasar la interculturalidad de los diferentes y que su elección como mujer mapuche nunca dejará de ser un hito histórico para Chile porque nos recuerda que aún queda mucho por hacer para construir un país más justo e inclusivo.

Ahora bien, dado que la clase política se constituye por el voto de la ciudadanía, resulta urgente hacerles una llamado de atención, para que dejen de lado los prejuicios, y reconozcan la importancia que proyecta la Dra. Elisa Loncon como promotora de la identidad intercultural para un Chile que cambió, antes de que ella fuese electa como presidenta de la constituyente y que gústele a quien le guste y pésele a quien le pese, se ha inscrito históricamente como una lideresa en el Chile de este siglo.

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