Entre la insatisfacción y la incertidumbre

Las características de la pos modernidad líquida en que vivimos, analizada profundamente por Zygmunt Bauman,  tiene directa relación con el escenario en que se mueve la política y la subjetividad de las personas en Chile como , al menos, en el mundo occidental. Podemos concentrarlas en la extrema reducción del espacio y el tiempo, la insatisfacción de grandes masas en todo el mundo, que adquiere diversas motivaciones acorde al nivel de desarrollo alcanzado en cada país y en la incertidumbre, rasgo esencial de una liquidez que ha perdido toda posibilidad de establecer raíces sólidas.

La separación de espacio y tiempo - que abre paso a la modernidad - , eran dos aspectos que estaban hasta entonces entrelazados y unidos por una relación de correspondencia, “lo privado coloniza al espacio público”.

Como dice Bauman, “la guerra de la emancipación no ha terminado; pero para todo progreso futuro deberá resucitar aquello que se esmeró por destruir y apartar de su camino durante toda su historia.” En la actualidad, toda liberación verdadera demanda más, y no menos, “esfera pública”. Ahora es la esfera pública la que necesita desesperadamente ser defendida contra la invasión de lo privado.

Hoy, dado que el espacio es global y la política local, aparece ante los ciudadanos como incapaz de controlar los mercados que traspasan las fronteras y se percibe como débil para defender los intereses de las personas. El tiempo, para las personas y para los grupos sociales, es de un dinamismo frenético impuesto por el mercado: la “cultura del ahora”, la “cultura de la prisa” impuesta por el ritmo de las imágenes, de la comunicación digital y del mercado.

Las redes sociales contribuyen a la volatilidad del tiempo, constituyen grupos y comunidades virtuales que se adhieren a principios y objetivos más allá de los tiempos reales para su consecución, causas auto gratificantes, para intentar buscar un equilibrio emocional aunque sea efímero, ser parte de algo aunque sea transitorio.

La insatisfacción está mezclada con estas culturas. Se espera que el poder político de respuestas a la nueva velocidad de los cambios provocados por la tecnología digital y las instituciones continúan requiriendo, como la política, de tiempos distintos, se mueven en un espacio análogo.

Hay insatisfacción con el poder político, que se va transformando en abstención electoral creciente y en protestas sucesivas, sino en indignación, como diría Hessen, por diversas razones : corrupción en la política, reclamos no atendidos, crecimiento de las reivindicaciones inmateriales trasladadas velozmente por la comunicación planetaria y alojada en la subjetividad de las más diversas sociedades, búsqueda de espacios de libertad en sentido de autonomía, exigencia de protección de un Estado que es más débil que aquel con que se construyeron las sociedades del bienestar socialdemócrata , las grandes migraciones en busca de trabajo o por los nuevos conflictos de un mundo sin una guía certera y, sobretodo, por la pobreza, el desamparo, el desempleo de una sociedad que se automatiza a ritmos acelerados sin una innovación que sea capaz de ofrecer nuevos puestos de trabajo o trabajadores capacitados para ellos.

Ello motiva o indiferencia por la política, que ya no aparece en condiciones de dar respuesta oportuna a la sensación de inseguridad o la búsqueda de respuestas más radicales  e incluso populistas en la esperanza que ellas satisfagan reivindicaciones que la política tradicional no logra interpretar.

El elemento más característico de esta pos modernidad líquida es sin duda la incertidumbre. Seres humanos acostumbrados a la protección de las fronteras nacionales, de Estados más sólidos, de relatos ideológicos o espirituales, de certezas que aparecía inmutables, se sienten hoy desnudos frente la nueva realidad líquida.

Bauman dice que “estamos condenados a vivir en la incertidumbre permanente” de una sociedad acaparada por el “síndrome” del consumismo, la competencia individual, el desecho incesante de los productos y la dependencia de lo nuevo que el mercado ofrece,  y, también, el rechazo, sino el miedo, al otro, cuando el otro es fuertemente impuesto por los efectos de la propia globalización desregulada.

En política la incertidumbre y, por ende, la búsqueda de una mínima pertenencia, de  identidad y de seguridad, hace que los seres humanos que viven de la insatisfacción anhelen cambios pero busquen a la vez que ellos produzcan la menor incertidumbre en sus vidas personales.

O se tornan más conservadores o buscan adherirse a quien expresa las connotaciones del mercado en la esperanza que esta opción garantice acceder o  mantener un nivel eficaz en el ámbito del consumo, y con ello un status social,  y de obtener seguridad cuya pérdida es uno de los mayores miedos en la sociedad líquida.

Para Bauman, la búsqueda de nuevos tipos de liderazgos, ejemplos o guías se convierte en una adicción, y en otra variedad de la “salida de compras” donde el elector, desprovisto de una tendencia ideológica, “vitrinea” buscando quien satisfaga sus aspiraciones personales.

Todo ello debe llevar a los políticos, a los partidos, a las instituciones a “aprender a caminar en arenas movedizas” y comprender que la política chilena está, también, cruzada por estos dos factores: insatisfacción e incertidumbre.

La población, fraccionada y con fuertes rasgos individualistas, anhela cambios, materiales e inmateriales, que le otorguen mejores condiciones de vida, de seguridad y más amplias libertades entendidas como sinónimo de autonomía. Pide que todas las aspiraciones planteadas sean incorporadas en las realizaciones de un gobierno. Las redes  sociales que auto convocan, sobrepasando un antiguo rol de los partidos, tiene  capacidad para incorporar en la Agenda política temas relevantes.

Sin embargo, esta misma población quiere que estos cambios no provoquen gran incertidumbre en sus vidas personales y en las del país. Ello obliga a quien gobierna, a disponer de un programa realizable, con una gran capacidad técnica, de elaboración y gestión, un adecuado manejo de los tiempos políticos y de un relato político cultural que grafique claramente el norte, los objetivos estratégicos, el sentido de las transformaciones.

La principal falencia justamente del actual gobierno de Bachelet no reside en el incumplimiento de sus promesas de campaña, en que no se aborden los cambios estructurales que están en curso y significarán un gran aporte para una mayor libertad e igualdad percibida seguramente mejor en lo años venideros. Ella reside en la enorme incertidumbre que el gobierno genera con cada uno de sus proyectos derivado de la improvisación, de un deficiente manejo técnico y de una estrategia comunicacional que  no construye en la ciudadanía espacios de certezas sino de confusión.

La lección que se debieran extraer de los malos números que el gobierno y la propia Presidenta Bachelet tiene en las encuestas, es que los cambios deben ir acompañado de una activa participación de la ciudadanía y de una sólida gobernabilidad, de manera que ellos sean sentidos como propios y de reducir al máximo los tiempos y las incertidumbres.

El ciudadano, en este mundo global y en su consecuente realidad líquida, vive en una profunda soledad derivada de la sensación de abandono y puede ser salvado solo por la solidaridad, por una sociedad donde la integración social y no la utilidad sea el eje de un nuevo contrato de convivencia,, por una emancipación que no renuncia al derecho de cambiar el horizonte de la justicia social hacia adelante, por una democracia que requiere de ciudadanos participantes, como de ideas y valores nuevos, que supere la apatía y  la desconfianza existencial que  separa a las personas de todo lazo social o político. 

Desde Facebook:

Guía de uso: Este es un espacio de libertad y por ello te pedimos aprovecharlo, para que tu opinión forme parte del debate público que día a día se da en la red. Esperamos que tus comentarios se den en un ánimo de sana convivencia y respeto, y nos reservamos el derecho de eliminar el contenido que consideremos no apropiado