¿Escuchar a la gente o a los que se manifiestan?

Hay una gran confusión en nuestra política nacional, que al final afecta en las decisiones del gobierno y la oposición, la clara discriminación entre escuchar a la gente y escuchar a los que se manifiestan.

Parece suponerse que la opinión de quienes protestan o quienes se vinculan y relacionan en mítines con nuestros políticos es la representación más clara y explícita del sentir de la gente. Son opiniones válidas para quienes las expresan, pero en ningún caso extrapolables a toda la población.

No queremos decir que no tenga un valor el derecho a manifestarse, muy por el contrario, es un derecho y un sentir que hay que escuchar. Lo que no significa que esa opinión se tome como la de todo el segmento o la del país.

Una clara muestra de ello, ha sido la reforma educacional llevada a cabo por el actual gobierno. Efectivamente la gente quería y sigue queriendo una mejora significativa en la calidad de la educación, pero eso no se condice directamente con concentrar el mayor esfuerzo y recursos en la gratuidad para la educación en todos sus niveles.

No es motivo de esta columna entrar a discutir si es válido o no esta gratuidad. La gran duda es si necesariamente era el camino por el cual partir para asegurar la educación de calidad, que es lo que pide la gente.

En el 2006, el 68% creía que el problema de la calidad de la educación se resolvería dentro de los próximos 10 años, en el 2016 solo el 47% cree que se resolverá en ese espacio de tiempo. En definitiva, han pasado 10 años y ya hay un 21% de decepcionados. (Encuestas Bicentenario Adimark-PUC- 2016)

En la enseñanza básica y media, se partió por mejorar la renta de profesores, que era la demanda de todos los años por la calle de nuestro país, pero ello siendo muy importante, no asegura necesariamente una mejora en la calidad. 

Lo claro fue una forma de escuchar a los jóvenes y profesores que se manifestaban públicamente, sin embargo, no se ha abordado con la profundidad que requiere, el tema de la calidad a través de una adecuación y modernización de los sistemas de aprendizaje.

Lo mismo ha pasado en la educación superior, donde incluso se comete la aberración de dar gratuidad primero a las Universidades y después a los Centros de Formación Técnica e Institutos Profesionales que es, por una parte, donde se concentra el mayor número de jóvenes de los quintiles más bajos y por otra es la mayor necesidad para el desarrollo del país, porque requerimos muchos más técnicos que profesionales.

No toda la población tiene posibilidad y disposición a manifestarse públicamente. Hay muchos que no tienen tiempo y no pueden por problemas laborales o familiares. Quienes lo hacen, son generalmente un segmento muy comprometido social y políticamente.

Por lo tanto, no se puede “utilizar de cualquier manera” esto de escuchar a la gente y transformarlo casi en un mantra.

Las encuestas son los mejores instrumentos serios para este fin, porque están construidas con metodologías estadísticas que aseguran la representatividad de su información. Si están bien construidas sus resultados son extrapolables. Lo extraño es que son tremendamente creíbles cuando se refieren a nivel de aceptación de candidatos y en nada cuando se enfocan a responder a lo que necesitan y/o aspira la gente.

Capítulo aparte son las encuestas de preferencia electoral, porque sus predicciones están muy condicionadas por los porcentajes de abstenciones. Muestra de ello es que cuando nuestro voto era obligatorio, éstas tenían un mayor grado de certeza. 

Una clara evidencia de todo lo expuesto es que mientras los sectores políticos se dicen interpretar el sentir de la gente, un 69% señala que se sienten poco o nada   representadas sus ideas por el Municipio, un 79% considera que sus ideas poco o nada están representadas por el gobierno y un 81% sus ideas poco o nada representada por el parlamento. (Encuestas Bicentenario Adimark-PUC- 2016)

Bueno, ¿en qué quedamos entonces?

Por lo visto, parece que lo de escuchar a la gente es solo un slogan, pero con poco contenido real.

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