Hasta que la seguridad se haga costumbre

La delincuencia se ha convertido en el elefante de la habitación y el Gobierno lo sigue ignorando. Hasta no hace mucho, los noticieros y matinales tenían el clásico móvil instalado en Plaza Baquedano y daban el informe sobre lo ocurrido en la noche, como accidentes vehiculares, trabajos viales, una que otra denuncia de robo y se despedían deseando un feliz día. Hoy hay al menos un homicidio o intento de homicidio que informar, cuatro o cinco encerronas donde los menores de edad suelen ser protagonistas, "portonazos" y "abordazos" en las autopistas a la orden del día. Después de esa impresión ¿Quedan ganas de desear un feliz día?, al parecer ya no.

Hemos sido testigos de dos hechos, entre muchos, que enmarcan la sensación de inseguridad en la que vivimos. La más mediática fue el tiroteo en la Costanera Norte, donde una cámara dentro de un auto registró el llanto de unos niños y los intentos de un padre por tranquilizarlos y sacarlos de ahí. "Me da miedo que nos asalten", decía uno de los niños; y "nos pueden matar" se le entiende entre sollozos, mientras le pide al papá que llame a la policía.

En el otro hecho, un matrimonio con una niña de 15 meses llegando a su casa en Lampa. Estaban estacionando el auto, tras haber celebrado un cumpleaños, cuando llega una camioneta y siete individuos se bajan, casi todos menores de edad, los encañonan con armas de fuego y entre amenazas de muerte les quitan el auto y unas cuantas pertenencias. Era tal la violencia del robo que incluso uno de los niños no quería participar, pero el cabecilla de la banda lo estaba presionando, según se escucha en el video del robo registrado por una cámara de seguridad.

Con estos dos hechos se consigue englobar la magnitud de este problema, la violencia que sufren las víctimas, el trauma al que se ven sometidos, la sensación de inseguridad que permanece, incluso en nuestros niños. Así como también evidencia la manipulación y utilización de menores de edad en estos delitos por parte de adultos. Yo, al igual que usted, me pregunto ¿dónde está el Estado? La respuesta, brilla por su ausencia.

El orden y la seguridad son las principales labores de Carabineros de Chile, pero lamentablemente la institución se ha visto menoscabada en sus facultades y garantías, tal es el punto que hay uniformados que no están dispuestos a utilizar su arma de servicio cuando sea necesario, ya que tienen miedo de ser ellos los procesados. Es cierto, en Carabineros hay problemas que solucionar, pero eso no quita el hecho de que un oficial o suboficial que está combatiendo a un antisocial cuente con todo el respaldo de la institucionalidad pública.

Nuestras policías se sienten desprotegidas y si ellos están así, ¿qué queda para nuestra ciudadanía? ¿Cómo no sentir miedo, rabia e impotencia al no poder proteger a nuestras familias? Cuando un niño llora de miedo por la delincuencia, ¿qué puede hacer un padre? ¿comprar un arma? No, porque el Gobierno se lo quiere prohibir. Irónico, no son capaces de resguardar la seguridad, pero cuando la gente quiere defenderse, no los dejan.

Para peor, aquí sólo he descrito la punta del iceberg que es la delincuencia. De norte a sur tenemos casos de tráfico de personas, secuestros, explotación sexual de inmigrantes, narcotráfico, sicariato, tomas de terrenos, ataques incendiarios. Mientras, el Presidente Gabriel Boric se despliega en la campaña del Apruebo, porque esa si es una de la prioridades del Ejecutivo.

Esto no se trata de un problema de un sector económico, político, social o una ciudad o comuna en particular. Para todo el país la seguridad es una demanda y una condición humana básica, pero la delincuencia y la violencia están expandiéndose y no hay vacuna que inmunice a la ciudadanía, ni bono invierno alejarnos de los delincuentes. El Gobierno solo tiene que hacer su trabajo, usar todas las herramientas que le otorga la Constitución vigente y aplicarlas.

Si hace falta desplegar más personal, hagámoslo, si hay que decretar Estado de Excepción y vigilancia militar, hagámoslo. Intensifiquemos los operativos para concretar detenciones, agilicemos las expulsiones cuando corresponda y garanticemos el Estado de Derecho. Tomemos las decisiones sin titubear, con firmeza y demos señales claras de que en Chile habrá persecución y no permitiremos impunidad a la delincuencia.

Queremos ver a los niños jugando en las plazas, no preparándose para salir a robar o encerrándose para no ser víctima de un robo. Queremos poder caminar tranquilos y no practicar formas para entrar más rápido a casa o como sacarse el cinturón de seguridad. Para eso, necesitamos a un Gobierno comprometido y que le dé la prioridad que corresponde a esta problemática. Señor Presiente, por favor, haga su trabajo, no campaña.

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