Inscripción automática ¿cambio estadístico o político?

La aprobación por el Parlamento de la inscripción automática y el voto voluntario es un hecho político importante para nuestra democracia.

Esto porque permite rejuvenecer el padrón electoral, aumentar en cuatro millones y medio el número de inscritos, crear una mayor incertidumbre en el voto y, sobretodo, porque obliga a los partidos a considerar a los jóvenes como parte de sus propuestas programáticas.

Tal vez lo último sea el elemento principal, ya que propone desafíos a la política y a los políticos.

La incorporación del mundo juvenil como potencial elector coincide con el cambio de subjetividad que se ha producido y ello implicará, especialmente en las elecciones parlamentarias y presidenciales, un vuelco de agenda y de proyectos lo suficientemente avanzados como para captar el voto de un sector que está descontento con el actual modelo.

Cuando hay un millón cien mil estudiantes universitarios, la consigna deja de ser aquella que levantábamos en los 70 y en los 80: universidad para todos. El tema es ahora estudiar sin hipotecar toda la vida en el sistema financiero, exigir niveles de calidad para enfrentar un mundo más competitivo y lograr que los estudios estén ligados a ofertas ocupacionales.

Pero el cambio de subjetividad va más allá e implica la incorporación de reivindicaciones materiales e inmateriales que no tuvo la generación anterior.

Lo de hoy es el cuestionamiento a un sistema económico que produce incansablemente desigualdad y abusos, que destruye el medio ambiente, que concentra la riqueza y permite a cada paso la colusión en contra de la sociedad.

Por ello, el cuestionamiento es, en primer lugar, a la derecha y a este gobierno que representa ideológica y biográficamente el modelo cuestionado.

Allí están los grandes grupos económicos, los ex discípulos ideológicos de la dictadura y algunos que fueron parte del poder autoritario. También se mantienen los gerentes que gestionan directamente el gobierno, controlando todo, salvo la nueva subjetividad que se abre con la revolución digital.

Asimismo, se cuestiona a la Concertación y a toda la oposición, incluida a la izquierda tradicional y al propio M.E.O., ya que es visto como una de las ramificaciones nacidas dentro de la clase política que fue incapaz de introducir las reformas que tanto se anhelan.

El rechazo político es generalizado y encontrarse con esta generación de votantes despierta temor en las estructuras partidarias y de poder. Por ello es que en la derecha se continúe defendiendo el sistema electoral binominal mayoritario y el gobierno se encamine simplemente a remozar lo que hoy existe.

Es así como hay parlamentarios de oposición que incluso han presentado vergonzosas propuestas para aumentar el número de representantes con el fin de que un pequeño grupo de ellos sea elegido, manteniendo un Senado integralmente binominal.

Todos saben que al dejar el sistema binominal, una parte considerable de los jóvenes lo rechazará y no votará, y quienes lo hagan estarán obligados a elegir entre los mismos, perpetuando el empate.

Sin embargo, este cálculo conservador puede generar un desborde y una crisis política muy profunda en el país. Es de esperar que quienes se sienten a dialogar para formular un cambio lo tengan en cuenta.

Lo exigido es cambiar el binominal mayoritario por un sistema proporcional, que rompa el control de los bloques, que sea capaz de garantizar un mayor número de candidatos y un verdadero pluralismo político y social.

Yo dudo que este gobierno quiera y pueda realizar una reforma real al sistema electoral. Y dudo que todos los parlamentarios, incluso algunos de la oposición, estén dispuestos al redistritaje que implica una reforma de fondo.

Lo claro es que sin un cambio, la inscripción automática no valdrá nada, será un cambio estadístico y no político. Pero también es claro que si las instituciones no generan este vuelco, para que se puedan desplegar otras reformas urgentes en el modelo, la política de los ciudadanos se alejará cada vez más de ellas.

De seguir como estamos, se profundizará el desprestigio y el malestar, y nadie podrá asombrase de tener, hoy o mañana, una Plaza Tahrir en plena Plaza de la Constitución, con instituciones y políticos sobrepasados por una ciudadanía completamente lejana a los partidos y a los representantes de lo que será ya el viejo régimen.

La inscripción automática y el voto voluntario crean una oportunidad para asumir los cambios. Espero que no se desaproveche.

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