Jeannette Jara y el espejo roto de la derecha

En un clima político cada vez más tensionado por la estrategia de polarización impulsada por la derecha, resulta especialmente preocupante la manera en que intentan instalar la idea de que Jeannette Jara, candidata presidencial de la centroizquierda, representaría una amenaza para la democracia. Su militancia comunista, abiertamente reconocida y sin ambigüedades, es presentada como una condición inhabilitante o, peor aún, como un "peligro" para el país.

Mientras se intenta convertir la trayectoria institucional de Jeannette Jara en una amenaza, lo que se normaliza es el verdadero riesgo: el negacionismo activo y descarado de figuras como Evelyn Matthei, Johannes Kaiser y José Antonio Kast. Es como si el país hubiera girado el espejo, pues quienes relativizan crímenes de Estado como la tortura, las desapariciones y asesinatos de adversarios políticos, se presentan como defensores de la democracia; y quienes nunca han sido parte de un golpe de Estado para llegar al gobierno y han participado siempre en el juego democrático son presentados como autoritarismos en potencia.

El caso de Matthei es revelador. En una entrevista reciente en Radio Agricultura afirmó, sin pudor, que el golpe de Estado de 1973 "era necesario". Justificó la violencia inicial, sugiriendo que "era bien inevitable que hubiese muertos". Esa frase, pronunciada por una figura que aspira a la presidencia, derriba de un plumazo casi dos décadas de esfuerzo de parte de algunos sectores de la derecha por distanciarse de la dictadura. Pero más aún, blanquea uno de los capítulos más oscuros de nuestra historia, como si los crímenes cometidos en nombre del "orden" fueran aceptables en determinadas circunstancias.

A esas declaraciones se suman las de Johannes Kaiser y Cristián Labbé. El primero afirmó en televisión que apoyaría nuevamente un golpe de Estado "con todas las consecuencias"; mientras que el segundo no dudó en señalar que "si es necesario, hay que sacar de nuevo al comunismo". Parecieran simples provocaciones, pero en realidad se trata de expresiones políticas profundamente alarmantes. Tal es su gravedad, que el Servicio Electoral declaró admisible una denuncia contra su partido por eventuales infracciones al deber legal de promover los derechos humanos y la democracia.

También, la Juventud Republicana de José Antonio Kast, el 11 de septiembre de 2024, publicó un video en el que afirmaba "celebrar el actuar de las Fuerzas Armadas y de seguridad pública". Frente a la denuncia del Frente Amplio, el presidente de Republicanos, Arturo Squella, reafirmó la postura: "No nos vamos a callar y vamos a seguir diciendo las verdades aunque les duelan". ¿Verdades?, ¿Como que el golpe fue una fiesta patriótica? o ¿Como que la tortura fue un mal necesario?

Y sin embargo ahí están, con micrófonos y tribunas, instalando una narrativa que pone en tela de juicio la legitimidad de una candidatura como la de Jara, elegida y validada en una primaria. ¿Qué democracia defienden exactamente?, ¿Una donde sólo ciertas ideas son aceptables, y otras son descalificadas de antemano?

Mientras se encienden todas las alertas por el "peligro comunista" que representaría Jeannette Jara, como si estuviéramos en plena Guerra Fría, se relativizan o incluso celebran posturas de odio y explícitamente golpistas. Lo que vemos no es un debate democrático, es una distorsión profunda, pues se intenta proyectar, injustamente, sobre Jeannette Jara, el fantasma autoritario que, en realidad, habita en otros. No deja de ser paradójico: quienes justifican el quiebre de la democracia usando las armas acusan a otros de querer quebrarla.

Jeannette Jara ha ejercido cargos públicos con alta responsabilidad y siempre ejerciendo su función pública dentro del respeto institucional. Intentar transformarla en una amenaza a la democracia, no sólo es absurdo e irracional, es también una forma velada de exclusión política, por cierto, profundamente antidemocrática. No hay que perderse, el verdadero peligro para nuestra democracia, está en quienes hoy insisten en promover el olvido de los horrores de la dictadura; está en quienes reivindican sin empacho los golpes militares; está en quienes minimizan la tortura y pretenden silenciar cualquier opción distinta a la suya. El problema no es que Jara quiera gobernar liderando un amplio conglomerado político y ciudadano, el problema es que hay, en la vereda del frente, quienes aún estarían disponibles para "gobernar" sin democracia. Y eso, sí que debería preocuparnos.

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