La codicia anula la razón

Vivimos una época de codiciosos que pierden la razón. Ese es el trasfondo de la grave crisis de legitimidad que afecta al sistema político. Los dueños de la riqueza la acumulan en tales proporciones que generan la crisis del sistema con su propia avaricia. El ejemplo perfecto es Piñera, que una, dos, tres y quién sabe cuántas veces estuvo dispuesto, como lo indica la investigación de los "Panamá papers", a lo que le está vedado para agrandar su ya incalculable fortuna...

Por cierto no es el único caso. En Chile la élite dominante gusta de la plata fácil, a través de la especulación financiera, la colusión en los mercados y el bajo costo de la fuerza de trabajo. Además, amparados en la dictadura, hubo quienes levantaron montañas de dinero a través de préstamos con el aval del Estado y escandalosas privatizaciones que les entregaron una parte sustantiva del patrimonio nacional.

Aún así, apropiándose indebidamente de centenares de millones de dólares, estuvieron dispuestos a arriesgarlo todo para inflar activos y hacer negocios con dinero ajeno. Se endeudaron ilimitadamente y sus bancos, en otra maniobra fraudulenta, le prestaron a sus propios consorcios y dieron vida a las llamadas empresas de papel, verdaderas fachadas del saqueo al Estado y a la ciudadanía. Fue "plata dulce" para cimentar la desigualdad.

En suma, fueron creciendo artificialmente, sobre la base de préstamos sucesivos, aplaudidos por el dictador que avalaba sus fraudulentas transacciones y se tragaba sus fantasías de ser los "tigres" del Cono Sur. El sátrapa, con sus escasos conocimientos, fue feroz en la defensa del poder que detentaba y, a la vez, un idiota al creer las invenciones que le vendían Guzmán y los "Chicago Boys". Los desvaríos del dictador se convirtieron en delirios de grandeza que muy caro le salieron a Chile.

Así, en la crisis económico-social de los años 82-83, hubo grupos financieros que cayeron como castillos de naipes ante el enorme endeudamiento. Pinochet no pudo culpar al comunismo y estuvo a punto de desplomarse. Después, durante décadas Chile estuvo pagando la farra. El cuento de hadas de los que se enriquecieron con el régimen se disipó como la vaguada costera en día de verano.

Las denuncias y advertencias sobre la desigualdad fueron desechadas. Los controladores de los grupos financieros no aprendieron la lección y su lógica inalterable ha sido perpetuar un orden social de una desigualdad aberrante, hasta que los pilares del edificio no dieron más, fueron corroídos por la injusticia imperante y la edificación empezó a tambalearse. La crisis se precipitó hace dos años.

El doble efecto de la prolongación de los enclaves autoritarios y la impotencia del Estado subsidiario, establecido en la Constitución de 1980, condujeron a una desigualdad nunca conocida. Asimismo, el los abusos de poder, económicos y políticos, tales como la colusión de los conglomerados de las farmacias, de la producción avícola, del papel y la manipulación del mercado del gas en que se multiplica por tres el precio al consumidor en el hogar, así también, el financiamiento irregular de la política, en los casos Penta, Soquimich y otros, afectaron al sistema político en su conjunto.

También, nocivas practicas tendientes a agigantar el poder de los consorcios financieros como las llamadas sociedades off shore, nombre usado para referirse a las inversiones en los paraísos fiscales con el fin de eludir o minimizar el pago de impuestos de los grandes conglomerados, golpeando muy duramente el patrimonio de Estados que deben actuar en países empobrecidos y quebrados por la pobreza, padeciendo la instalación de la violencia como método habitual de solución de los conflictos y controversias sociales.

Con los abusos de poder extendidos por la comunidad nacional, la autocomplacencia gobernando y una fractura social insoluble, cómo nunca existió, el país no soportó y fue estremecido estructuralmente, la multitudinaria movilización social de octubre-noviembre de 2019 conmovió hasta las fibras más recónditas del andamiaje económico-social y político institucional del país.

Tanto fue el cántaro al agua que se rompió, esa es la lección que el gran empresariado y la tecnocracia rechazan y no intentan comprender en lo más mínimo, negándose a asumir la realidad, la raíz de la durísima crisis social chilena está en el efecto simultáneo y catastrófico de las diversas deformaciones, irreparables en términos de la injusticia social que han significado, las que han creado verdaderos dioses poseedores del dinero y amplios sectores marginados a la espera que les llegue algún beneficio.

Esa mezcla, de expansión económica ilimitada de pocos y exclusión social de muchísimos, conlleva dos factores de impacto devastador, las privaciones en la vida cotidiana y el atropello de la dignidad de las personas por los abusos de poder.

No debe seguir pasando que sea "natural" la inconsciencia tecnocratica y la irresponsabilidad empresarial y que, aunque las familias vivan en la angustia por la pandemia y sus consecuencias, continúen imponiéndose precios leoninos a los hogares en el precio de los alimentos y del gas, que día a día se conozca un nuevo conflicto de interés de la familia presidencial y que sin pudor alguno se usen los despachos ministeriales para apoyar las campañas de parejas o amistades.

Asimismo, está plutocracia ha seguido escindiendo y reventando a la derecha política, hoy debilitada al máximo, castigada por su obsecuencia al poder económico. Su último invento fue levantar e imponer la candidatura de Sebastián Sichel, experimento que ha terminado en el más estruendoso fracaso.

Ese universo de abusos es lo que debe quedar atrás, creando las bases y las condiciones para un nuevo modelo de desarrollo, construido en la cooperación y el trabajo conjunto de las fuerzas sociales y no aplicando la negación de derechos laborales y estableciendo la indigencia estructural de una amplia franja de la población del país.

Un Nuevo Pacto Social para Chile, con una Presidenta como Yasna Provoste, con las convicciones necesarias para el cambio social, con el apoyo político de los partidos que la respalden, los que hayan entendido sus virtudes y limitaciones, y por tanto, que actúen enérgicamente contra el sectarismo, que se expresa en la equívoca intención de pretender imponer siempre la última palabra y no de construir en el diálogo los acuerdos fundamentales que se requieren para el próximo periodo de la vida del país.

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