La cuarentena infinita

Las medidas adoptadas por el Gobierno el lunes 22 del presente afectaron a más del 70% del país y el jueves 25 se declaró cuarentena total en Santiago, así quedó de manifiesto que la pandemia volvía a escapar del control dispuesto por la autoridad. El viernes se informó que la cifra de contagios diarios y activos superó el punto más alto desde que comenzó este descalabro.

Los dichos del vocero de La Moneda y de otros personeros del centro conductor de la política oficialista, que días atrás negaron totalmente una posible cuarentena, quedaron en el más completo ridículo. El triunfalismo que exhibían no tenía base alguna, en los hechos no fue más que un biombo para poner en marcha el aparato productivo, decisión del gobierno que llevó a Chile otra vez al desbarajuste sanitario y, por tanto, al desastre social y económico.

Ante todo ello, el enojado ministro de Salud aceptó que la situación es grave, las medidas tomadas así lo indican, pero elude hablar de su responsabilidad y de quienes tomaron las medidas que ocasionaron el descalabro, aún más, insiste en el origen epidemiológico del problema, pero ignora la estrategia y la gestión del gobierno en el desbarajuste que vive el país.

La "estrategia de rebaño", propiciada hace un año por la dupla Piñera-Mañalich creó las condiciones para el peak de la pandemia en junio, lo que obligó a la remoción del ministro "estrella", llegando Enrique Paris en su reemplazo. Cayó de bruces el absurdo de la cuarentena por segmentos, esta comuna sí y esta no, como en un juego infantil, por el contrario, el virus no iba a respetar calles ni semáforos y se disgregó incontenible por la ciudad.

Además, como "tema adicional", Mañalich reconoció que no sabía que el hacinamiento de la población, a escasas cuadras de su oficina, fuera tan grande. Así, Chile pagó un altísimo costo por la ignorancia y la frivolidad de la conducta gubernamental.

Ahora la historia se repitió. Las imágenes del Metro repleto en sus instalaciones, andenes y vagones, los buses del Transantiago atestados y las calles congestionadas dijeron claramente que el Gobierno optó por el retorno de la actividad productiva, que no le importó y en el hecho facilitó la altísima circulación del virus generando los mortíferos efectos que padece la población.

Entre otros desaciertos, a pesar de agobiantes aglomeraciones, la autoridad se permite decir que no hay evidencia que el transporte público sea una fuente de contagios, es decir, hay personas que prefieren ganarse el cartel de estúpidos antes de cumplir con su función de servicio a la comunidad. Con el mismo propósito de fomentar la actividad productiva, el Gobierno otorgó los permisos de vacaciones que aumentaron la movilidad de las personas y, por tanto, ayudo a que hubiera más contagios.

Asimismo, el aeropuerto internacional siguió abierto para el flujo de pasajeros que alimenta las aerolíneas, ese sí que no puede detenerse. Piñera tenía que salvar a Latam cómo fuera. Así abrió la puerta para las variantes de Brasil y otras mutaciones del virus. La realidad es que muchas personas sufrirán las consecuencias... "por unos dólares más".

El exitismo también condujo a la apertura de las clases presenciales con una secuela hasta ahora no precisada de niños, niñas y hogares alcanzados por la diseminación del virus favorecido por la movilidad creada por la porfía del Gobierno.

Asimismo, tratando que no se notara, se agregó la apertura de casinos y hubo un decreto salvador para uno de los grupos controladores del negocio, la duda está en si son amigos, socios o testaferros del gobernante. La codicia por encima de todo.

Resulta evidente que sus cuantiosos intereses no podían estar fuera del paquete de medidas tomadas bajo su autoridad, aunque los contagios florecieran, ahora Chile cayó a una cuarentena sin fin. Esta semana el país superó la pérdida de 30 mil vidas y cruzará el umbral del millón de contagios.

En suma, al relajar las medidas en beneficio de los negocios propios o en función de las presiones empresariales se perdió el enorme impacto del proceso de vacunación, un logro del país que tiene en su base la estructura del sistema público de salud que impulsaron chilenos visionarios a mediados del siglo pasado, como los doctores Allende y Monckeberg, aunque hoy esté fatigado por la lucha ininterrumpida contra la pandemia, su aporte sigue siendo fundamental.

Después que el virus se torna incontenible se vuelve atrás, pero el costo social ya es enorme. El descalabro es incalculable. Por eso, la toma de decisiones en el gobierno es errática, sucesivos titubeos que confunden a la ciudadanía y agravan la situación. El más reciente el anuncio del empleo del delivery para comprar en ferias libres confirmando que la autoridad no conoce su propio país por cuanto solo un 5% de tales oferentes podría hacerlo, entonces, otra vez, se cambia la decisión.

De acuerdo a los usos y costumbres de un cinismo ancestral, el sábado 27 Piñera dijo que "siempre supimos que marzo y abril serían muy difíciles", o sea, arriesgaron la salud pública como en los casinos, pero insisten en eludir una responsabilidad política inexcusable. Es la indiferencia frente al sufrimiento de aquel cuya fortuna le significa tener resuelto lo material, que vive sin sobresaltos ni penurias y que habla en un simple ejercicio actoral, como una molestia dentro de sus "altas" funciones, en medio de las genuflexiones de sus incondicionales "colaboradores".

En suma, el país sigue preso de la obsesión de Piñera por sus negocios, de maquillar las cifras y por tener algún "legado" que mitigue la marca atroz de las violaciones a los derechos humanos cometidas en su administración.

Desde Facebook:

Guía de uso: Este es un espacio de libertad y por ello te pedimos aprovecharlo, para que tu opinión forme parte del debate público que día a día se da en la red. Esperamos que tus comentarios se den en un ánimo de sana convivencia y respeto, y nos reservamos el derecho de eliminar el contenido que consideremos no apropiado