La DC y la sociedad actual

 A propósito del último resultado electoral, y siguiendo una línea que trazó originalmente la UDI y no pocos políticos de izquierda, y con el apoyo de una prensa interesada y de un conjunto de militantes vociferantes, se asentó como verdad que la DC entró en una fase terminal. Esto se viene diciendo hace más de una década, no es solo de ahora.

Se trata de sostener que en el Chile de hoy, que ostentaría un capitalismo que lo ha “modernizado”, no existe un “ethos” cultural para que prospere  una supuesta vetusta ideología que se cimenta en una cristiandad obsoleta, en una vida comunitaria que a nadie le interesa, sino el propio desarrollo individual. El prójimo no existe o no interesa, las clases sociales desaparecieron y se desvanece la divisoria entre ricos y pobres.

Esta hipótesis, es sumamente deslumbrante a primera vista, sin duda por lo simple. Conviene revisarla brevemente. Resulta obvio que de ser correcta debería afectar no solo a la DC, sino también al  mundo de la izquierda, en cualquiera de sus múltiples expresiones, ya sea de corte más liberal o más ortodoxa o neo izquierdismos.

Así las cosas, solo la derecha aparecería como la heredera natural de estos supuestos nuevos individuos, que solo confían en sí mismos y en que su meta de vida es aspirar a mayores bienes.

La segunda hipótesis también simplista del declive de la DC, estaría dado por una convivencia fracturada entre grupos que no representan lo que fue la supuesta pacífica fraternidad de la década del 60 o antes. Falso, siempre hubo duras disputas, quizás menos magnificadas, pero más de fondo que las de hoy.

De esta forma, no existiría cabida a una DC en ninguna parte propiamente tal, ya que no existiría una especie de centro moderador o de vanguardia y entonces se trataría solo de definir, si la DC es más de centro- izquierda, centro, o centro-derecha. Viejo dilema con notables episodios críticos en la historia de la falange y el partido. La DC en otras latitudes es claramente  de centro derecha.

Recordamos que ninguna definición de los documentos fundacionales o posteriores de la DC la definen de esa forma, ya que la DC se auto proclama más bien por intentar ser una vanguardia no marxista y no materialista práctica, que apunta a correcciones a veces profundas de la sociedad existente en cualquier estadio en que se encuentre, siempre buscando el bienestar general, pero en particular de los más pobres, jóvenes y ancianos, excluyendo la lucha de clases, siempre y sin claudicaciones.

El resultado de la reciente elección por partidos coloca a la DC más o menos en el mismo nivel que la última elección de Concejales, en Diputados y un poco más arriba de ese guarismo en Senadores. Lo que se ha visto es pues un estancamiento que se agranda obviamente por el resultado presidencial y no es motivo de este análisis porque tiene otros componentes.

De lo expuesto podemos inferir que habría una cuestión insuperable y otra relativamente subsanable. Esta última consistía en que los militantes, especialmente los más destacados, se comporten adultamente y se dejen de jugar solo a sus proyectos personales, los que tampoco tendrán destino si se asilan en una cómoda y un poco vergonzosa posición de vagón de cola en un tren que siempre conducen otros.

Al final eso no será más que una agonía, más o menos traumática según el camuflaje que se adopte, o el inicio de una fractura no ideológica, sino por cuotas de poder.

Lo insubsanable sería, que el “ethos” de la cultura cristiana y la importancia de la solidaridad y el componente social y comunitario que requiere un país se perdiera en una orgía de consumo que nunca acabaría por terminar y nunca dejaría totalmente contento a los ciudadanos consumidores, ya que en definitiva la desigualdad siempre existirá. Si la sociedad cambió tanto y no nos dimos cuenta, no hay mucho que hacer. Tratar de cambiar  la sociedad es terea que supera a un partido e impone un largo camino.                       

Por el lado de la izquierda aparece un amplio sector social, especialmente juvenil, que opta por rechazar una sociedad muy hedonista. Estos grupos han puesto también en su radar una fuerte denuncia por la corrupción social que desean erradicar, una desigualdad que no les gusta y un correlato de ella que es la excesiva concentración económica.

En la derecha surgen personalidades y movimientos con discursos más inclusivos que toman los mismos temas referidos y ello es un interesante proceso.

De alguna u otra forma, estos temas no han sido nunca ajenos al ideario DC, pero la ciudadanía no los está asociando necesariamente con la cristiandad y está buscando en otras filosofías un poco dispersas la respuesta a inquietudes que deben ser miradas estructuralmente. Las conductas de muchos militantes destacados ha sido muy negativa y explotada por los medios.

Por lo anterior, resulta evidente que la DC tiene una complicación con su discurso de fondo, que tiene que ver mucho con la credibilidad y que ello se dificulta en mayor medida por los desencuentros desorbitados de algunos de sus dirigentes.

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