La derecha se pasa a la ultraderecha

La frase "sálvese quien pueda" del senador de la UDI J. M. Durana es más incisiva que cualquier análisis de la oposición sobre la situación que vive la derecha chilena, bajo el peso fatal de la cooptación de Sebastián Piñera, un caudillo personalista que nunca ha tenido otra meta que no sea favorecerse a sí mismo.

En la derecha sabían bien de la adiccion de Piñera por los negocios, pero el escándalo de los "Panamá papers" y la decisión del Fiscal Nacional, Jorge Abott, de abrir una investigación penal supera cualquier augurio. Incluso, la acusación constitucional puede alcanzar la mayoría absoluta en la Cámara y, a pesar del alto quórum de 2/3 que requiere en el Senado, desde La Moneda instaron a los jefes de partidos oficialistas a inmolarse defendiendo la falaz "inocencia" de Piñera y sus ministros intentan amedrentar al Ministerio Público por las indagaciones en curso. Así, se hunde cada mía más.

El plan inicial del gobernante y aduladores más entusiastas fue levantar a un ex DC, Sebastián Sichel, como candidato presidencial para "crecer en el centro" y romper la base de apoyo de Yasna Provoste, ese diseño ingenioso en el papel, hizo agua y cunde la alarma en el oficialismo. Esta candidatura expresa la confusión de un gobierno fracasado y generó una verdadera indigestión en la base de la derecha que tomó distancia de sus muchos conflictos y contradicciones.

A Piñera no le queda autoridad política alguna, aunque retiene la fuerza del poder y usa sus granjerías. Una vez más se ratifica que múltiples y millonarios negocios privados son incompatibles con una buena conducción del Estado y que no hay probidad posible cuando manda la codicia y la ganancia fácil, abandonándose el objetivo de lograr el bien común. Se esfumó el argumento que los ricos no roban la plata del Estado o no lo usan en sus propios intereses porque ya tienen dinero suficiente.

El balance es una mediocre campaña presidencial oficialista y pesimismo en sus expectativas, lo que ha provocado un flujo de retiros en sus adherentes hacia J. A. Kast. Este fin de semana fue el propio presidente de la UDI quien advierte que "habría que tener conversaciones" con el candidato de ultraderecha. La debacle piñerista ha creado el clima propicio para la ultraderecha.

En suma, la férrea defensa de la aberrante desigualdad económica y social, así como el uso del Estado en beneficio propio por Piñera generan el descalabro en la derecha y el temor del desastre electoral, fueron incapaces de aprender la lección, al poco tiempo del estallido social volvieron a creer que la tormenta social había sido un susto desagradable pero pasajero y volvieron a lo de siempre, coludirse para acrecentar sus fortunas y burlarse de las necesidades populares lo que se expresó en el IFE de 65 mil pesos y en la idea de mantener el modelo sin modificación significativa alguna.

También les pesa la infinita mezquindad de socavar e impedir la mejor candidatura que tenían en estas circunstancias, de quien fuera clave en el acuerdo del 15 de Noviembre, Mario Desbordes, porque los soberbios oligarcas actúan como lo que son, patrones de fundo, que han sumido la derecha en una crisis que produce el crecimiento de la ultraderecha.

Esto provoca que los partidos históricos de izquierda y centroizquierda, que llevaron adelante el proceso de restauración de la democracia en Chile, están ante un reto político con mayúsculas, reponer sus vínculos sociales en los diversos territorios y aunar, en torno a Yasna Provoste, una mayoría política y social que permita llevar adelante reformas democráticas profundas con la estabilidad necesaria para asegurar su consolidación y permanencia en el tiempo.

De las duras experiencias de la izquierda en el siglo XX ha quedado la convicción que la perspectiva socialista sólo es viable en democracia, pluralismo y libertad. Esa es la esencia de la herencia allendista que aún muchos desconocen o no comprenden, la fuerza de las reformas está en su firme compromiso con la democracia y no debe ceder ante gobernantes que recurren a la coerción y la supresión de derechos y libertades, como en Nicaragua y Venezuela.

El totalitarismo y el dogmatismo de izquierda se transforman en una trampa mortal para los ideales de cambio social al proclamarse únicos depositarios de la verdad y reprimen, dividen o descalifican a quienes piensan diferente y asfixian la diversidad esencial que requieren reformas profundas sólo sostenibles por amplias mayorías sociales y políticas. Luego, en el poder se rodean de incondicionales con una corrupción que sacrifica las conquistas sociales a la satisfacción de una casta represiva.

La amplitud de la participación social, el ejercicio del pluralismo y las libertades políticas son pilares irreemplazables para impedir el burocratismo autoritario y se frustren los procesos de transformación social, económica e institucional.

El camino de reformas del socialismo chileno es una vía política del cambio social que necesita una mayoría democrática apoyando las transformaciones estructurales, tan amplia y robusta, que haga imposible que la confrontación política horade y rompa la institucionalidad, por eso, lo que se necesita es que los derechos y libertades se enriquezcan y consoliden en una sociedad fraterna e igualitaria. Esta ruta exige coraje político e intelectual y no meras consignas, una propuesta en que la justicia social se afianza a través del pluralismo, la diversidad y la paz.

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