La flecha, la hoz, el martillo y la ideología de la guerra fría

La eventual convivencia de la DC y el PC en el gobierno de la Presidenta Bachelet se ha transformado en el foco principal de los analistas políticos de derecha muchos de los cuales siguen librando su propia guerra fría en medio del mundo globalizado y de una realidad postmoderna donde los viejos ideologismos y las políticas de trinchera tienen cada vez menos significado.

Uno de ellos, Francisco José Covarrubias, columnista de El Mercurio, merece ser comentado por la cantidad de inexactitudes con las cuales sostiene su tesis sobre que el PC y la DC no pueden estar juntos en un gobierno porque unos leen a Marx y otros a Maritain, porque unos utilizan como método de análisis el materialismo dialéctico y otros la Divina Providencia, porque unos hacen referencia al Manifiesto y los otros a la Doctrina Social de la Iglesia.

Es decir, el mundo que diseña Covarrubias es simple, está ordenado por autores, métodos y documentos inamovibles.

Covarrubias no solo no repara que tanto la visión de Marx como la de Maritain son parte de la gran cultura del iluminismo y que el filósofo socialista como el cristiano hacen referencia a una política de valores, de exaltación de personas y comunidades sociales mucho más profundas de lo que su axioma de buenos y malos supone.

Tampoco comprende que la dialéctica marxista proviene del filósofo idealista alemán Hegel y que tanto el Manifiesto de Marx como la Doctrina Social de la Iglesia, especialmente a partir de la Renun Novarum de Leon XIII, responden a la pobreza, exclusión y explotación de amplísimos sectores de la sociedad de la época, explican el capitalismo en sus contradicciones y son textos fundamentales en la generación del pensamiento moderno.

Lo sorprendente es que Covarrubias no tenga en cuenta que entre Marx y Maritain, más allá de la actualidad de muchas de sus elaboraciones en el plano de la doctrina social, de la sociología – de la cual Marx es uno de sus fundadores – y de la política, hay un enorme campo de elaboración donde se mezclan diversas vertientes culturales y hoy es imposible sostener que el pensamiento político moderno sea obra de una sola concepción.

Vivimos, como diría el filosofo francés Jacques Bidet, en verdaderas meta estructuras culturales donde liberalismo, visiones cristinas, socialistas y otras más recientes como ambientalistas, feministas, han determinado el surgimiento de visiones del mundo y de las realidades sociales compuestas, complejas, donde no hay nada en blanco y negro como supone la lectura de Covarrubias.

No sirven muchos de los esquemas y de las rígidas separaciones ideológicos que utiliza para abordar los temas de las sociedades complejas, líquidas, como diría Bauman.

Tampoco para explicar el efecto de la revolución digital de las comunicaciones y las nuevas tecnologías de la información en la naciente y diversa subjetividad de los habitantes del planeta.

Ni Marx ni Maritain, y tampoco Hayek que seguramente es la piedra angular de la elaboración teórica de Covarrubias, sirven , por si mismos, para explicar estos fenómenos.

En el plano de las comunicaciones ni Mcluhan ni Castells, que yo sepa, se han inspirado en Marx o en Maritain, para describir el mundo de la aldea global comunicada a través de la TV y de Internet.

Por tanto, cuando la guerra fría felizmente ha terminado, cuando en el mundo han caído varios muros, cuando no existen más los mega relatos donde cada cultura creía tener la verdad absoluta, cuando los temas de la sociedad y del pensamiento son otros y requieren búsqueda más que certezas, no veo problema ideológico alguno para que comunistas y demócrata cristianos chilenos, que han luchado por muchos ideales comunes por decenios, que fueron tenaces opositores a la dictadura de Pinochet y que han confluido en un Programa común de transformaciones, no puedan convivir en la sociedad, en el parlamento y en el gobierno si así lo decide la Presidenta Bachelet que es quien tiene la facultad constitucional para nominar a su gabinete.

Es más, analistas como Covarrubias y otros personeros de derecha, debieran observar una cultura mas republicana en estos temas.

Elegido Piñera a nadie de la Concertación se le ocurrió cuestionar el derecho del Presidente a nombrar a sus Ministros o vetar a alguno de ellos. Debo decir a Covarrubias que a muchos, que vivimos personalmente el rigor del régimen militar y de sus órganos represivos, habríamos tenido motivos para pedir que los “cómplices pasivos” y otros no tanto, no estuvieran en el gobierno.

El articulista incorpora también en su análisis algunas referencias internacionales para sostener el porqué la DC y el PC chileno no pueden estar juntos en el gobierno.

Presenta al PP español como un partido de extrema derecha. Pero olvida que con Suarez a la cabeza lo que sería el PP fue parte del Pacto de La Moncloa que incorporó a todos los sectores políticos, incluido el PC de Santiago Carrillo, como actores de la construcción de la democracia después de la muerte de Franco.

En cambio la derecha pinochetista chilena estableció en la Constitución impuesta al país el artículo 8 transitorio para dejar fuera del proceso, por razones ideológicas, al PC y a las fuerzas de izquierda del país.

Menciona a Pier Ferdinando Casini, que preside la Internacional DC, para afirmar la lejanía del organismo con la DC chilena. Pero aquí su falta de información demuestra la superficialidad de su análisis.

Pier Ferdinando Casini fue el líder del Movimiento Juvenil DC italiano a mitad de los 70 y junto al Secretario de la Juventud Comunista italiana Massimo D Alema y de líderes juveniles socialistas, liberales y republicanos encabezaron la solidaridad con la causa de la democracia chilena y del repudio internacional a Pinochet.

Casini es hijo político de Arnaldo Forlani , ex Primer Ministro de Italia, que rompió las relaciones diplomáticas con la dictadura militar chilena a nivel de embajador durante 17 años y que en innumerables ocasiones recibió a Hortensia Bussi de Allende y a líderes de todos los partidos chilenos incluido a Luis Corvalan cuando este salió del campo de concentración de Isla Dawson.

Forlani y Casini apoyaron a Bernardo Leigton y estuvieron junto a él cuando fue víctima del atentado perpetrado en su contra por la DINA.

Ignora, además, que fue justamente en Italia, donde las Brigadas Garibaldinas del PC y las de la Acción Cristiana, combatieron con las armas la ocupación nazi fascista que termino con la dictadura del Duce.

Ignora u oculta que el primer gobierno democrático italiano después de la segunda guerra mundial fue presidido por el DC Alcides De Gasperi y el Vicepresidente del Consejo de Ministros fue nada menos que Palmiro Toglaitti, el principal líder comunista italiano.

Toda la argumentación de Covarrubias se sostiene solo en su ideologismo. El PC es uno de los partidos más antiguos de Chile. Ya antes de su creación, su fundador Luis Emilio Recabarren era parlamentario.

Ha sido un partido firmemente incorporado en las instituciones y fuertemente presente en la cultura y en la sociedad chilena de los últimos cien años. Tiene una larga historia de relación política con la DC chilena.

Fueron líderes DC que participaron del Bloque de Saneamiento Democrático para terminar con lo que Neruda llamó la “Ley maldita” que ilegalizó y persiguió al PC durante la administración de Gonzalez Videla.

Fue el PC, con la CUT dirigida por el ex diputado Luis Figueroa, quien llamó a la gente a las calles para defender al gobierno del Presidente Frei Montalva cuando sonaron los ruidos de sables y hubo riesgo de un golpe de estado.

Fue Radomiro Tomic quien habló el año 1969 de conformar la Unión del Pueblo entre la DC, el FRAP, que comprendía a los comunistas, y los radicales, para derrotar a la derecha y profundizar los cambios iniciados por Frei Montalva.

Entre la DC y el PC hay una historia muy larga, de acuerdos y desacuerdos. Pero siempre vivida en el marco de sólidos valores democráticos y republicanos.

Por tanto, ningún argumento de guerra fría puede impedir que si ambos partidos son parte de un Programa de gobierno, de un acuerdo parlamentario, no sean también, con pleno derecho, parte del nuevo gobierno de la Presidenta Bachelet.

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