Nuestra insularidad tiene una relevancia analítica. Es un factor explicativo que incentiva y justifica su estudio. Por eso, asumir nuestra condición tiene como objetivo facilitar el diseño y la implementación de las políticas, también exige tener un instrumental analítico diferenciado para la cabal comprensión de la dinámica insular.
Convertir el hecho insular en objeto de estudio como entidad territorial, ha sido una constante desde la geografía; la propia antropología ha encontrado en el aislamiento la explicación a determinados comportamientos culturales; la biología, por otro lado, nos ha alertado sobre las dinámicas específicas de sus ecosistemas, e incluso la ciencia política y la sociología han encontrado en esta condición una categoría de análisis.
La insularidad geográfica en un hecho característico de las islas del archipiélago de Chiloé, que se fundamenta en el aislamiento y su discontinuidad territorial, donde la magnitud de dichos factores le otorga significado.
El aislamiento expresa la carencia de una relación con el entorno, lo cual deriva en ciertas dificultades de accesibilidad y que configura, a través de periodos prolongados, una serie de características de la vida social, económica, cultural y política en las islas. Recrean un endemismo biológico y un arcaísmo lingüístico que suelen derivar en interés tanto científico como turístico.
También las islas de Chiloé se caracterizan por su vulnerabilidad, por su incapacidad para otorgar seguridad a su población en aquellos aspectos que definen la calidad de vida adecuada al no garantizar los suministros básicos en los asentamientos humanos.
De esta misma vulnerabilidad surge el cuestionamiento a la viabilidad insular para surtir de las cantidades suficientes de energía e información dentro del ecosistema insular para sostener y emprender acciones tendientes a mejorar la calidad de vida, al verse limitadas las oportunidades para la formación cultural y la constitución de un territorio sustentable y productor de crecientes niveles de bienestar social.
Es decir, la viabilidad insular se incrementa cuando existen terrenos de fácil acceso y agua suficiente para sostener actividades agrícolas convenientes, cuando los servicios de energía, agua potable, transporte, eliminación de las aguas servidas y recolección de desechos y basuras están garantizados.
Hemos asumido ser parte de un país homogéneo, nos hemos acostumbrado a pensar y desenvolvernos en un territorio no solo unitario sino también uniforme.
A través de casi doscientos años no hemos tenido la fortaleza para visibilizar nuestra singularidad debido a diferentes razones, entre las cuales destaca la incapacidad de organizar y dar cuerpo a una teoría crítica de base insular que justifique nuestra condición geográfica y que derivado de ella, hayamos sido capaces de formular e impulsar políticas especiales más allá de la asistencialidad.
Definir nuestra insularidad, a estas alturas, constituye un deber que nos obligará a adaptar las políticas nacionales a las necesidades existentes y con claras implicancias en la dimensión político-institucional de la gestión pública especialmente, lo cual, innegablemente, llevará a considerar nuestro territorio insular como una región natural que cuenta con una problemática específica y cuyo estudio adquiere relevancia espacial.
En este sentido, la Universidad de Los Lagos abordará desde la investigación y desde la observación de las políticas públicas, el conocimiento que nos permitirá tomar mejores decisiones para que el bienestar social al que aspiramos sea coherente con los desafíos tecnológicos y responda con autoridad tanto a las dinámicas planificadoras como a las fuerzas del mercado.
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