La lección de Freirina

Las protestas ocurridas en Freirina contra el funcionamiento de la planta faenadora de cerdos de Agrosuper se ha transformado en un tema nacional de primera importancia.Tras varias semanas de movilizaciones y después que se exigieran medidas complementarias para evitar molestias y malos olores, la empresa anunció el cierre definitivo. Se señala que las exigencias sanitarias impuestas hacen inviable continuar la operación por sus altos costos.

El hecho ha motivado distintas reacciones. Hay escepticismo en los vecinos que se oponían a la industria, que temen que sea un volador de luces, como otros ocurridos con anterioridad, del que luego se vuelva a dar un paso atrás.

Hay, por otra parte, molestia en quienes trabajaban en el recinto y que están siendo despedidos, lo que ha sido aprovechado por el Gobierno para criticar al alcalde socialista de la comuna y a los gobiernos anteriores.

Adicionalmente, la situación ha generado enorme preocupación en el ámbito empresarial.Se ve con inquietud que millonarias inversiones energéticas y productivas se pongan en riesgo - e incluso se detengan - por presiones ciudadanas. Sólo en este gobierno está el precedente de Barrancones, HidroAysén, Castilla y ahora Freirina.

Y es que en nuestro Chile hay cientos de iniciativas muy resistidas por los habitantes. Hay, también, comunas enteras que han sido sistemáticamente sacrificadas por desarrollos insalubres o contaminantes. Entre nosotros, el caso de Caimanes y El Mauro está muy fresco. A nivel nacional, Huasco, Ventanas y Coronel son paradigmas de saturación industrial y deterioro irreversible de la vida cotidiana de los vecinos.

Lo ocurrido en Freirina es claramente un cambio en la forma de percibir estos proyectos.La tesis del gobierno publicitada a través de algunos de sus ministros vive sus últimas horas. La gente se cansó de aceptar que se afecte gravemente su entorno y condiciones de vida por mega inversiones que se justifican sólo por el empleo que generan, muchas veces escaso y de mala calidad.

En adelante, los proyectos productivos deberán contar con mejores estándares y un proceso de instalación consensuado con las comunidades locales. No es posible seguir afectando impunemente a tantas comunidades y, menos aún, obtener enormes utilidades ahorrando costos por la vía de eludir las transformaciones y modernizaciones que eviten impactos ambientales.

Se requiere un nuevo trato de la industria con la ciudadanía. Nadie está contra la inversión y el empleo, pero las cosas deben hacerse bien, buscando emplazamientos donde los efectos sean mínimos, adoptándose todas las medidas de seguridad necesarias y minimización del impacto ambiental , evaluándose y fiscalizándose con rigor las iniciativas y compartiendo con las comunidades el éxito comercial de los proyectos.

Basta de obtener jugosas ganancias a costa del deterioro vida de nuestra gente y nuestras comunas. Esa es la lección de Freirina.

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