La violencia contestataria

La instalación del gobierno democrático liderado por Gabriel Boric, el reciente 11 de marzo, y cuyas fuerzas de apoyo sociales y políticas son de izquierda y centroizquierda, ha precipitado en un sector de agresivos elementos una preocupante y violenta respuesta contestataria de carácter ultraconservador, así como en otro sector, un irracional y preocupante incremento de acciones violentas de ultra izquierda en las regiones de la llamada macro zona sur.

La reacción ultraconservadora era previsible, son siglos de abusos y privilegios que de pronto se sienten amenazados. En forma violenta respondieron al inicio de la reforma agraria en el periodo del Presidente Frei Montalva y luego orquestaron una cruda y extrema conjura desestabilizadora en contra del Presidente Allende, hasta llegar al derrocamiento del gobierno popular y el derrumbamiento del régimen democrático. Ahora vuelven a organizar paros nacionales y disturbios del orden público tal como lo hicieron en los años 70.

Pero, la ceguera de la ultra izquierda va más lejos de lo esperado al sostener que el nuevo gobierno es tan reaccionario como el anterior. Lo atacan señalando que es "parte del sistema", para así justificar brutales acciones incendiarias en contra de pequeños y micros empresarios agrícolas y turísticos, quemar casas, maquinarias y atentar contra trabajadores forestales, parte de la clase trabajadora, descalificados por fanáticos que se sienten superiores a la ciudadanía que no se suma a su visión, racista y elitista.

La violenta oposición de las fuerzas ultraconservadoras tiene la gravedad de venir de conspiradores con fuerte apoyo económico de las élites dominantes del país. Además se ramifican hacia elementos aislados, pero reactivos de la llamada "familia militar", es decir, individuos vinculados a las violaciones de Derechos Humanos o su entorno.

Además, hay muchos provocadores de la ultra izquierda que después aparecen en los servicios represivos de los regímenes de ultraderecha, como sucedió en Chile con el torturador conocido como el "guatón Romo", un sádico deleznable que cometió las peores aberraciones en centenares de personas indefensas en los centros secretos de prisión política de la dictadura.

Ese caso y muchos otros confirma qué hay extremistas que lo único que buscan es provocar dolor y muerte no importándoles cómo lo consiguen ni el tipo de régimen político al que sirven. Simplemente son individuos que se regocijan de su crueldad y capacidad de engañar a quien sea necesario para ejecutar sus acciones crimínales, son asesinos en el régimen que les toque, sea bajo Stalin o Hitler.

Ahora en Chile se extiende esa violencia contestataria que encuentra en el recién asumido Presidente de la República el objetivo para llevar adelante sus acciones de provocación, sea culpándolo de todos los males o responsabilizándole del impacto de las decisiones del gobierno anterior, aunque su propia gestión esté recién instalándose.

De modo que las fuerzas democráticas y del cambio social deben estar alerta, no dejarse confundir ni provocar, tampoco alentar rumores y campañas de difamación. El gobierno recién comienza y es mucho lo que debe hacer todavía. La gobernabilidad democrática que permite cambios efectivos depende del respaldo que tenga el gobierno para impulsarlos y llevarlos a cabo.

Por una parte, no cabe duda que la ultra izquierda esta enceguecida por una visión dogmática y, por otra parte, la mirada ultraconservadora trata que el gobierno se enrede, para debilitarlo e imposibilitar las reformas que el pueblo de Chile tanto espera. Mientras tanto, ambos polos atacan en el viejo entendimiento de los extremos irracionales. La gran tarea es anular a tales adversarios y apoyar, en medio de las dificultades, los cambios necesarios para que el Presidente Boric logre avanzar en las reformas hacia un Chile más justo.

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