La Suprema Corte de Justicia de Brasil, en resolución emitida el 11 de septiembre, ha condenado al expresidente Jair Bolsonaro por su responsabilidad en una fracasada intentona golpista, el 8 de enero de 2023, que trató de quebrar la institucionalidad y derrocar al recién asumido presidente Lula da Silva, con el propósito de instalar una dictadura de ultraderecha con él a la cabeza.
Se trató de un plan de largo desarrollo que incluyó una campaña de desprestigio, hecha por el propio Bolsonaro, entonces candidato y presidente de la República, en contra del previsible resultado de las elecciones, para deslegitimarlas y desconocer el resultado. Anunciando un presunto fraude se buscó crear un clima de desorden y confrontación civil. En Chile, algunos imitan esa conducta.
Asimismo, los conjurados agregaron acciones de fuerza como el corte de carreteras por transportistas instigados por las coimas y promesas de favores, también un ataque a la sede de la Policía Federal en Brasilia, incluso la instalación en las cercanías del aeropuerto de un camión con un artefacto explosivo que no detonó. Este plan incluso consideró el asesinato del presidente Lula.
En suma, violentas escaramuzas para facilitar la acción golpista de sus cómplices en las Fuerzas Armadas, sin embargo, los jefes del Ejército y la Aeronáutica rechazaron integrarse a la acción. La seguidilla de ataques a la institucionalidad fracasó y luego, gracias a la acción judicial, el plan fue descubierto y ahora los Tribunales Superiores de Justicia sancionan a los principales responsables.
Pero, ahora, después del fracaso golpista, la derecha en la Cámara de Diputados acelera el trámite de una ley de amnistía para exculpar al grupo de conspiradores y beneficiar a Bolsonaro, así usan la mayoría que allí tienen. El presidente Lula adelantó su veto al proyecto en el caso que tenga que pronunciarse. También en Chile la dictadura intento esa fórmula para eludir la justicia en materia de derechos humanos, promulgo una ley de amnistía en 1978 que buscaba negar lo acontecido e intentaba "borrar" jurídicamente sus consecuencias.
La investigación fue acuciosa y las pruebas concluyentes, sin embargo, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha hecho una defensa agresiva de la conducta golpista de Bolsonaro que significa un ataque durísimo a la soberanía de Brasil, de ese modo, la administración norteamericana asume un rol de inaceptable intromisión imperial en las relaciones internacionales. Asimismo, el secretario de Estado de EE.UU., Marco Rubio, dice lamentar que en Brasil se haya desatado "una caza de brujas". Esta afirmación es totalmente injustificada, tanto en lo referente a la desafortunada intromisión en los asuntos internos de Brasil, como en lo relativo al porfiado desconocimiento de los hechos investigados.
Esa posición extremista en Estados Unidos conlleva la inaceptable idea que la sola palabra de sus funcionarios indica lo que es verdad y lo que es mentira en sucesos que ocurren bajo la soberanía de otros Estados, en este caso, Brasil. En ese concepto el destino de la democracia es secundario. Esa pretensión es levantar un sistema mundial a partir del número de misiles, tanques, bombarderos, navíos y efectivos castrenses que se tengan, dejando sin efecto, de facto, los principios que permitieron la formación del sistema de Naciones Unidas. Hacia allá ha sido arrastrado el orden internacional.
En Chile, la ultraderecha imita la estrategia de Bolsonaro, opera desde las sombras en contra de las candidaturas que intenta abatir, les achaca posiciones que no tienen y desfiguran las ideas diferentes, de la izquierda, el centro y también de la derecha que le incomoden y deba desplazar para imponerse. Son los bots que atacan a Jeannette Jara y Evelyn Matthei, y que niegan la jefatura que los manda.
Al extremismo de ultraderecha el Estado le desagrada y si gana lo reducirá provocando un grave retroceso social, querrán reducir el Estado solo a funciones represivas y el aseguramiento de los intereses económicos afines, así, romperán la estabilidad del país. De allí vendrá la censura y la persecución. Por eso, hay que fortalecer la institucionalidad democrática para derrotar esa pretensión y ganar en las elecciones de noviembre próximo. La mayoría ciudadana debe ser capaz de hacer prevalecer el interés de Chile.
Brasil está dando una lección de fortaleza democrática muy importante para América Latina. El fortalecimiento institucional puede impedir que una aventura golpista se imponga en el destino de nuestros pueblos. Una vez más, la fortaleza de la gobernabilidad democrática pasa a ser fundamental. Esa es la tarea.
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