La xenofobia corroe las naciones

Difícilmente una persona pudo quedar indiferente ante las llamas que se elevaban desde las pertenencias del grupo de migrantes que fuera agredido y humillado en una calle de la ciudad de Iquique, el sábado recién pasado.

Esas llamas arderán mucho tiempo en la conciencia de la ciudadanía, porque un acto de dura violencia en contra de personas vulnerables, desamparadas, víctimas de una expresión de rechazo visceral, incontrolado, de una fuerza destructiva que se desató sin respeto a la condición de seres humanos de los agredidos. Una mancha para Chile.

Cuando se habla, por momentos demasiado, del Chile al que aspiramos, la afirmación que resuena de inmediato es precisamente que ese no es el Chile que está en el ideario de la inmensa mayoría, una comunidad intolerante e insensible, ese es el polo exactamente contrario a un país solidario en que la dignidad de las personas y sus derechos fundamentales sean respetados, por encima de cualquier otra consideración.

Entonces ¿Qué fue lo qué pasó? Cuando la autoridad abandona sus más elementales responsabilidades se desatan las luchas irracionales. En este caso, la egolatría presidencial llevó al gobernante a la ciudad de Cúcuta, pensando que con su sola interpelación y la presión norteamericana se generaría un cambio en Venezuela que provocaría la caída de Nicolás Maduro.

A las pocas horas, aún en las inmediaciones fronterizas entre Colombia y Venezuela, en forma oportunista, tratando de aliviar el fracaso de su fenecida convocatoria, Sebastián Piñera invitó a Chile a la migración venezolana. Lo que hizo fue un acto irresponsable que no pensaba enfrentar, un recurso para salir del paso que jugaba con el destino de miles de familias.

Hoy queda claro que como jefe de Estado no preparó el país para asumir las consecuencias de sus dichos. Desde entonces han pasado 4 sucesivos ministros del Interior y en las comunas y ciudades fronterizas no hay condiciones para recibir los migrantes ni tampoco se creó un dispositivo para impedir que ingresen. O sea, el Gobierno no hizo nada. Ni lo uno ni lo otro.

Las declaraciones del gobernador y de los alcaldes son muy claras, han expresado su disposición a colaborar, pero los servicios públicos dependen de la autoridad central que no facilitó ni un galpón en algún sitio para canalizar la emergencia. Pareciera que la autoridad quería un enfrentamiento como el que avergüenza a Chile o tuvo una ineptitud total.

El efecto del impacto social y las consecuencias sanitarias, en medio de la pandemia, del tránsito de esas miles de familias en precarias condiciones recae totalmente sobre la población chilena en Colchane e Iquique, es decir, queda listo el combustible para el surgimiento de la xenofobia y la intolerancia que la acompaña.

Así, el Gobierno ha puesto el material inflamable para el surgimiento de un foco de ultraderecha por su ineptitud, esa es una posibilidad, o por su intención no declarada, esa es la otra posibilidad, de instigar un descontrol social que le permita reprimir o acusar a terceros actores de su propia y vergonzosa incapacidad al carecer de una política pública para hacerse cargo de los efectos de la propia convocatoria presidencial.

El daño es incalculable para Chile. Las hogueras con los enseres de los migrantes son una vergüenza imborrable. Así surgió el fascismo en los años '30, de las llamas de la intolerancia y el miedo. Hoy, en Chile, Piñera pasa a ser su principal patrocinador.

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