María Rozas, corazón valiente

Mariano Ruiz-Esquide
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Hablar de ella no sólo me conmueve por lo que representó para los trabajadores de nuestro país, sino también para lo que significó para mí y muchos parlamentarios y camaradas de la Democracia Cristiana, como figura de lucha contra la dictadura en su tiempo, por los trabajadores durante toda su vida y por la concepción progresista de vanguardia social y económica y de compromiso para nuestra Democracia Cristiana.

En el lenguaje de Ortega y Gasset ella fue mi circunstancia por muchos años. Establecimos una amistad que fue más fuerte que con muchas otras personas que estuvieran más cercanas en mi vida.Tuvimos una relación intelectual para comprender los fenómenos del mundo actual y para enfrentar la más dura tarea de nuestra concepción política.

¡Volar contra el viento como nos pedía Tomic para lograr las alturas y cambiar la sociedad!

Cuantas veces con María en un café cualquiera o en una reunión del Partido o en una pequeña conversación en la oficina o en las cartas que a veces entrecruzábamos o en un simple llamado telefónico o a veces en una simple mirada de sus ojos muchas veces tristes nos preguntábamos si era posible que lográramos esta aspiración de la búsqueda del Humanismo Cristiano, alma mater de nuestro partido y de su inserción en los trabajadores como la masa crítica para lograr los cambios de Chile.

Fue una mujer que mirada en los parámetros del pos modernismo y en los parámetros burgueses, como a veces comentábamos en sorna mientras nos reíamos, no logró tal vez lo que otras mujeres lograron. A veces parecía que sus desilusiones en cualquier área de su vida hubiesen cargado en exceso su cuerpo y también su espíritu.

Fue siempre, antes que nada, un compromiso viviente con sus trabajadores compañeros de la Central Unitaria y del Colegio de Profesores.

Fue siempre, y antes que nada, mujer dedicada a la liberación de sus colegas.

Fue siempre y antes que nada una permanente representante de los valores del Partido al que ingresó apenas muy joven.

El gran valor de su presencia entre nosotros fue que vivió conforme predicaba su doctrina y habló siempre como vivía. Esa vieja concordancia que nos exige Charles Peguy fue tal vez lo más maravilloso que nos entregó a través de su vida.

Los que no la conocieron sepan que transitó entre nosotros con la majestuosa belleza de sus ojos tristes y su alma luminosa.

Su gran adversario: la injusticia, la prepotencia capitalista, la fuerza destructora de la autoestima exagerada y la envidia que, desde sus más cercanos, terminó también haciéndola flaquear frente a la potencia de una enfermedad inacabable.

Creía en la unidad de los trabajadores.

Creyó siempre en la unidad sindical.

Creyó en la capacidad de los trabajadores de cambiar el sistema frío y duro del capitalismo chileno.

Creyó en su visión humanista y cristiana que se debía derrotar el error pero amar a las personas que yerran.

Ni aún en los momentos más duros de la dictadura o de la insensibilidad del dinero que nos ha agobiado posteriormente perdió la esperanza de triunfar con una visión humanista, cristiana, humanitaria y solidaria de la economía.

Jamás perdió la esperanza que algún día se llegase a entender que la economía es la que tiene que estar al servicio del hombre, de la mujer, del campesino, de las campesinas, de las jóvenes, de los más pobres, de aquellos que solo tienen esperanza porque nada tienen en la tierra y no al revés.

Demostró siempre y para siempre que ser dirigente sindical o gremial o dirigente político, sobre todo cuando se llega a los más altos niveles de mando, debe ser una expresión de ideas claras, corazón ardiente y manos limpias.

Después de haber trabajando juntos tantos años con María en los que no más de dos o más de tres veces discrepamos no puedo dejar de referirme como vería su mundo si estuviese entre nosotros.

No creo que estuviese triste, creo que más bien habría tenido su típico berrinche personal en que trataba de ocultar su desilusión por lo que a veces sucedía en su entorno.

Nos preguntaría ¿Por qué estamos hoy día tan divididos en el momento que más necesitamos enfrentar los antivalores del lucro exagerado y el mundo financiero usurario y tan duro con la extrema pobreza?

Hemos votado un proyecto sobre el mal llamado sueldo ético donde por primera vez en la historia de Chile, hasta donde alcanzan mis conocimientos, se ha presentado una iniciativa en que bajo el eufemismo de ayudar a los más pobres se exige a los beneficiarios el cumplimiento de deberes en salud y educación que esos “usuarios” como lo denomina el proyecto del Gobierno, no pueden cumplir por la propia condición que justifica el proyecto.

Voté en contra pensando en María Rozas cuando un senador me dijo: Vota que Sí, total los trabajadores sólo necesitan más dinero.

Con seguridad nos preguntaría también ¿qué nos ha pasado a todos que pareciera que nuestro concepto personalista de la vida se ha transformado en un individualismo ramplón tan diferente de todo lo que aprendimos en nuestra juventud y que nos motivó en los grandes gestos de heroísmo y desprendimiento.

Gestos como la lucha contra la fuerza bruta de la dictadura, como los grandes luchas que desde los años 1950 en adelante levantaron nuestros viejos líderes sindicales y gremiales como Clotario Blest, Emilio Recabarren, Manuel Bustos, Bernardo Ibañez, Tucapel Jiménez y tantos otros anónimos que incluso murieron en el Norte o Sur de Chile o en mi propia región.

Como en el viejo Cid Campeador ¿Los Infantes que se ficieron? Hoy cuando la política es confusa y los partidos progresistas se desangran entre ellos, los trabajadores deben transformarse en la argamasa unitaria para consolidar la fuerza social y política del cambio de la sociedad chilena.

Estoy seguro que muchas otras preguntas nos haría en el mundo desde la eternidad donde nuestra queridísima María nos mira y nos impulsa a la gratuidad de nuestra misión

Estoy cierto que el eje central de su llamado sería Unidad, unidad por sobre todas las cosas, ahora y siempre y en caso de su imposibilidad absoluta a lo menos relación positiva y fructífera intersindical.

Nos diría también Fuerza Camaradas, Compañeros y correligionarios.

Fuerza compañeros independientes porque la victoria final de la justicia y el cambio de la sociedad chilena es ineluctable aunque la veamos lejana.

María fue inspiradora de un grupo grande de los muchachos de aquel entonces.

Hoy muchas veces se nos acusa a todos, a todos los que tienen algún poder para decidir, de no ser suficientemente nobles para ser testigos de nuestros tiempos.

Tal vez porque nos enseñaron a una visión holística que nos impulsaba a buscar el cambio global y total del mundo que nos ha tocado vivir. Creo que puede ser así porque no hemos sido capaces de cumplir porque la tarea que nos propusimos era demasiado superior a nuestras fuerzas o porque no colocamos el esfuerzo suficiente.

Cambiarlo todo de inmediato no es fácil porque podría ser que por cambiarlo todo sea el mundo el que nos cambie a nosotros.

Estoy cierto que María al enfrentarse al Dios que todo lo sabe Él le habrá preguntado ¿qué hiciste en la tierra por tu hermano? Y ella le habrá contestado:

Fui profesora Señor porque amé a los niños y a los niños de los niños en ausencia de los míos.

¿Y qué más?

Fui dirigente sindical porque quise justicia para los trabajadores.

¿Y qué más?

Enfrenté la fuerza en nombre de la Libertad.

¿Qué más hiciste en la tierra por tu hermana?

Señor, fui también demócrata cristiana.

N de la E: El autor fue uno de los oradores en el homenaje a María Rozas convocado por la CUT.

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