Más que un cambio de gobierno

Se confirmó que no hay plazo que no se cumpla ni mal que dure 100 años y se produjo el anhelado cambio de gobierno. La larga espera y la ausencia de Ejecutivo durante los últimos meses, el verdadero "estaticidio" de Piñera, afectaron la gobernabilidad creando una situación que se fue haciendo insostenible. Finalmente, Gabriel Boric asumió la Presidencia de la República y Sebastián Piñera ahora es, menos mal, ex gobernante.

Esta asunción contuvo diversos aspectos que la hacen única. Por cierto, el entusiasmo popular y la juventud del nuevo jefe de Estado, el de menor edad electo en votación directa, libre y secreta, la mayoritaria presencia femenina en el gabinete y lo singular de su composición partidaria, siendo esta la primera vez que dos coaliciones políticas forman parte del grupo de ministros y ministras que lo conforman, además hay en los partidos agrupados hay autoridades que se inauguran en las tareas de gobierno.

Se trata de un gobierno democrático de izquierda, constituido por una constelación de fuerzas políticas y sociales de izquierda y centroizquierda que le dan una fisonomía de cambio y voluntad transformadora. Los socialistas apoyamos sin condiciones, apenas definido el paso a segunda vuelta, la candidatura del nuevo Presidente y somos parte del arco de fuerzas convocadas a participar en las labores gubernamentales que han comenzado el viernes recién pasado.

Chile está expectante porque la estabilidad de los últimos 30 años se vino abajo por la ineptitud autocomplaciente de Piñera y el estallido social de octubre de 2019. El ex Presidente culpa a la "adversidad" y oculta su incapacidad de encontrar un rumbo diferente a la receta mercantilista. En los hechos abandonó sus responsabilidades hace ya varios meses y las reemplazó por acciones mediáticas para llenarse el ego y tapar su fracaso como gobernante.

Asimismo, está presente el tremendo y terrible impacto de la pandemia del Covid-19 que no concluye, ni mucho menos, con sus efectos de corto, mediano y largo alcance. Aún no se dimensiona como corresponde que las víctimas fatales se acercan a la increíble cifra de 50.000 personas y de otros muchos miles de hogares golpeados por las secuelas de la pandemia y la recarga de consultas que ha extenuado a los servicios sanitarios, en especial, al sistema público de salud.

También, la instalación del nuevo gobierno coincide con la tarea decisiva de la Convención Constitucional que prepara la nueva Constitución Política del Estado, cuyo texto será presentado al país para su ratificación o rechazo en el plebiscito de salida del proceso constituyente establecido en la reforma constitucional que concretó el Acuerdo Político del 15 de Noviembre, en el marco de la multitudinaria movilización social de octubre-noviembre del 2019. Esta etapa influirá decisivamente en el destino del gobierno de Gabriel Boric.

Así también, la situación nacional no está ni estará ajena al brusco giro del escenario internacional y su creciente agravamiento, a partir de la guerra desatada por la invasión de Rusia a Ucrania y la virulenta e insensata confrontación global que se denotó desde el comienzo de las hostilidades. El costo es cada día peor. La paz ha sido brutalmente quebrantada y debe volver urgentemente.

En consecuencia, hay un buen trecho de la ruta sin que la carta de navegación sea precisa como se quisiera. En un país y un mundo cambiante no hay que recriminarse por ello, sino que el gobierno que asume debe darse y tener tiempo si quiere resolver los desafíos de una realidad en intensa evolución. Hay proyecciones programáticas que es imposible se tomaran previamente porque la realidad social vivió intensos procesos de cambio o porque hechos decisivos para las definiciones políticas en curso aún no ocurrían cuando se desarrolló la última campaña electoral.

De modo que se observan opiniones distintas o matices en diferentes temas. Uno de ellos es la idea que se puede estar en el gobierno y en la calle a la vez. Un propósito controvertido y ambiguo que genera debates y suspicacias, lo que hace necesario darle "un par de vueltas", recogiendo la experiencia del país.

El Presidente Allende fue apoyado por masivas y combativas movilizaciones populares, las que fueron decisivas para respaldarlo y sostenerlo en el tiempo. En especial, las manifestaciones de los trabajadores se realizaron con una altísima disciplina social y tuvieron un buen tiempo un efecto "disuasivo", frenando la conjura golpista, mostrando la comunidad de propósitos y la estrecha unidad de acción entre la clase obrera y el gobierno popular.

Pero hubo ultras que denostaban la "vía chilena" y pasaban por encima del programa de la Unidad Popular, ocupaban industrias o talleres, incluso minifundios, pequeñas y medianas empresas, todas actividades productivas no consideradas en el área de propiedad social de la economía. Esas acciones exigían un estatismo fuera de la realidad, querían todo estatal, hasta lo absurdo, parecían más provocaciones de infiltrados, incluso algunas lo eran y en nada fortalecían el gobierno popular. Es la vieja práctica de "atornillar al revés".

Hay ahora algunos que anuncian una conducta similar y pretenden crear impacto mediático a cualquier precio, no les preocupa que sean usados y manipulados por la ultraderecha. Se nota que su objetivo no es sacar adelante las reformas transformadoras del Presidente Boric. Olvidan que crear desgobierno fue el centro de la conjura desestabilizadora en la preparación del golpe de Estado en 1973, una siniestra estrategia que destruyó la democracia y en que Chile sufrió lo indecible.

Posteriormente, terminada la dictadura, desde 1990 prevaleció la necesaria disciplina para la unidad de acción en pos de impedir una regresión al autoritarismo, en especial, el movimiento sindical apoyó lealmente a los gobiernos civiles y no llevó adelante demandas que fueran utilizables por Pinochet y la derecha para alterar la gobernabilidad del país. Ese clima duró hasta el paro del transporte de pasajeros en Santiago, en el gobierno de Lagos, en que los dueños de buses bloquearon las principales avenidas generando un completo caos en Santiago.

En la transición chilena la responsabilidad de los trabajadores fue factor clave de la estabilidad democrática, pero el gran empresariado hizo uso mezquino de esa actitud responsable para postergar indefinidamente cambios que eran indispensables para evitar los abusos de poder y la desigualdad. Por eso, la responsabilidad no puede significar apatía o desmovilización social, porque el costo de los avances en el país pasa a los hombros de los trabajadores deformando completamente, en un sentido regresivo, la estructura social económica y social.

La participación social es esencial, pero un caótico desorden en las calles favorecerá a sectores de ultraderecha y sus planes de obstrucción del nuevo gobierno. Por eso, no hay que socavar la gobernabilidad democrática, no se puede ser gobierno y oposición a la vez, pero tampoco ayuda que las distintas organizaciones insertas en el movimiento social adopten una conducta solo reivindicativa o populista.

Hay que distinguir y separar aguas de los provocadores y la agitación estéril de los intereses estratégicos del proceso de reformas a realizar en el nuevo período político, pero tampoco caer en la apatía, la indiferencia o la desmovilización que restan y no suman. Es decisiva la unidad de acción de las fuerzas sociales y la articulación de las fuerzas políticas en apoyo de las reformas.

Por eso, es de gran significación la elección de Álvaro Elizalde como presidente del Senado y de Raúl Soto en la Cámara de Diputados, así se ratifica la trascendencia de las fuerzas socialistas de izquierda y centroizquierda, en el proceso de formación de mayorías, sociales e institucionales, en el escenario político que se ha configurado en Chile.

En definitiva, el proceso de construcción y ampliación de la democracia logrando sucesivos avances en justicia social y desarrollo económico exige capacidad de articulación y la contribución del conjunto de los actores involucrados. El gran empresariado debe asumir que no puede seguir cargando su propio aporte sobre los hombres de los trabajadores, técnicos y profesionales, intelectuales y emprendedores del país. Ese es el reto.

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