Me reinscribo en el PPD y apoyo a Lagos

Me reinscribo en el PPD porque la democracia necesita de partidos y coaliciones que expresen ideas y propuestas de futuro y que tengan un vínculo real con la sociedad civil.

Lo hago porque confío que el partido que Ricardo Lagos fundó, en medio de la dictadura, para recuperar y reconstruir la democracia en nuestro país, será capaz de recuperar su ADN progresista, una sólida postura ética, una capacidad mayor para instalar y encabezar los temas que amplían las libertades y la lucha por una sociedad integrada, más justa y equitativa. Pero también porque creo que  este debe ser la casa de los progresistas, de la gente que desde posturas socialdemócratas modernas, liberales avanzadas y de izquierda, presentan una opción de cambios, realizados con la participación de la ciudadanía, y en un clima de confianza y gobernabilidad.

Muchos de estos atributos del PPD se han diluido en el tiempo y el partido ha perdido identidad y liderazgo , se ha sectarizado y tradicionalizado ,ha permitido conductas impropias en el plano de la ética política, ha dejado que otros tomaran las banderas que le fueron propias en su inicio y , con ello, ha  comprometido seriamente su influencia en la sociedad y alejado a una buena parte de sus intelectuales, a aquellos que lo veían como una novedad nacida después de la hecatombe de las ideologías tradicionales de la izquierda del siglo XX, como una esperanza de un progresismo capaz de comprender y operar en los cambios epocales del siglo XXI.

Reconstruir los momentos ideales, programáticos y orgánicos del PPD no es simple, como no lo es para ningún partido, en medio de la profunda crisis mundial de la política, cuando ella aparece débil e incapaz de enfrentar a los grandes poderes económicos y delictuales, y donde los propios partidos son parte del problema de la desconfianza y la indignación ciudadana contra las instituciones e incapaces de revertir el nihilismo y la anti política que permea a grandes estratos de la sociedad actual.

Sin embargo, si solo existen las razones de la sociedad de mercado y se atrofian aquellas de la sociedad de los ciudadanos, si la política deja de ser la herramienta de los que más necesitan de ella para disponer, como diría Darendorf, de una apuesta en la sociedad, entonces la sociedad misma se empobrece y ganan espacio las posturas conservadoras, xenofóbicas, clasistas, excluyentes, que exaltan los miedos de la sociedad a lo diverso, que establecen como enemigos del orden a los que menos tienen. El triunfo de Trump en EEUU debiera ser una advertencia para todos de que estas ideas encuentran espacio y apoyos en medio del desconcierto y la incertidumbre.

Ya Marx pronosticaba en el siglo XVIII que se caminaba hacia una sociedad donde  todo lo sólido tendería a desvanecerse en el aire. Hoy vivimos en la sociedad líquida que Bauman retrata con exactitud. Una sociedad sin fuertes lazos sociales, con un vaciamiento de valores, sin ideologías fuertes que motiven a los seres humanos, la sociedad de la apatía y del descompromiso que va desde la política hasta las relaciones afectivas, tal como lo destacaba lúcidamente UmbertoEcco en su última columna antes de morir.

Por ello, reconstruir el ideario del PPD parte por comprender que vivimos en un mundo muy distinto a aquel en que nacen los partidos, incluso a aquel en que nace el propio PPD.

Ya las grandes ideas del iluminismo y de la racionalidad como respuesta única, las de los determinismos históricos y de la dialéctica de la contraposición y de la síntesis, de la cual devienen todas las culturas políticas democráticas de los últimos siglos, no sirven para leer la realidad de la sociedad compleja de hoy y se requiere generar nuevos paradigmas ideales que permitan enfrentar los problemas de una sociedad global, fuertemente individualista, donde los instrumentos de la democracia representativa y todas las instituciones, incluidas aquellas de la fe, están cuestionadas en su credibilidad.

Me reinscribo en el PPD con la confianza de que podremos, con la humildad intelectual de quienes buscan respuestas más allá del pensamiento lineal y simple, renovar nuestro ideario y el de la centroizquierda chilena, estableciendo un dique irremontable entre los negocios y la política, no admitiendo ninguna forma de corrupción o de utilización del poder para intereses personales, estableciendo códigos éticos acordes con la exigencias que hoy plantea la ciudadanía.

Este es un primer paso para dar credibilidad a la acción de los partidos y para la repolitización de la sociedad.

Si la política no aparece como una acción noble en la cual, quien está en ella, lo hace por fuertes convicciones, si ella no escucha a esta nueva ciudadanía, si no es capaz de frenar los abusos, entonces será imposible que la política recupere un espacio mayor en la vida de las personas y cundirá la indiferencia, el castigo de la abstención electoral, que como hemos visto es severo respecto de la centroizquierda, y el riesgo que la ciudadanía elija soluciones populistas de diversa orientación ideológica pero todas ellas enemigas de la política y de los políticos.

Hay que actuar con un crudo realismo y comprender que la centroizquierda vive hoy en Chile uno de sus peores momentos desde el inicio de la transición. Somos parte de un gobierno que pese a las importantes reformas que lleva adelante, tiene un escaso apoyo ciudadano y ellas no son vistas, por la mayoría, como propias.

El estilo de gobierno, que desconfía de los partidos, ha contribuido a desvalorizarlos, la Presidenta no asume el liderazgo de su alianza, se carece de un relato motivante sobre los objetivos y los errores de gestión política que hacen pasar a segundo plano el valor de las propias reformas.

A ello se agrega que los hechos de corrupción en la política golpean mucho mas al electorado de la centroizquierda que al de derecha y este nos castiga, al menos hoy, no cruzando la línea, sino simplemente no concurriendo a votar en rechazo a estos hechos. La propia Presidenta Bachelet, cuya integridad ética es un baluarte de toda su vida, está fuerte e injustamente cuestionada en sus mayores atributos por los hechos de corrupción cometidos por familiares directos.

En este cuadro, la próxima elección presidencial y parlamentaria se torna muy difícil para una centroizquierda sin un liderazgo claro y dividido respecto del futuro. Tenemos, por tanto, una responsabilidad enorme en la forma como encausamos este proceso, en recomponer y potenciar a lo que es hoy la Nueva Mayoría y en como nos reconectamos con la ciudadanía que ha dejado de creer en nosotros.

No hay atajos, no hay salvadores mediáticos que construyen su popularidad alejándose de los partidos y de la política, y para ser alternativa real debemos, antes que nada, asegurar que el gobierno de la Presidenta Bachelet termine su gestión con el éxito de las reformas impulsadas y  que ellas tengan una continuidad en las propuestas programáticas que presentemos al país hacia el futuro.

Por ello me sumo a quienes creen que el PPD debe proclamar sin demora como su candidato presidencial a Ricardo Lagos, concordando con él un claro lineamiento programático abierto al debate de todas las fuerzas de centroizquierda y de la ciudadanía, y continuar realizando todos los esfuerzos, como ya lo ha hecho la actual Directiva, para que el PS y el PPD definan en un mecanismo común un solo candidato a las primarias de la centroizquierda del mes de junio.

Ricardo Lagos tiene la experiencia política, la solvencia intelectual, el prestigio de su coherente postura socialdemócrata moderna de toda su vida, fue un actor clave en la lucha contra la dictadura, en la renovación de la izquierda, en la unidad con el mundo demócrata cristiano y encabezó un gobierno exitoso. Lo más importante es que tiene una visión de que se debe ir más allá de lo hecho por nuestros gobiernos para proyectar el país para los próximos 20 años con una agenda progresista que cuente con el apoyo de la ciudadanía.

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