Naciones Unidas ciega ante el problema de las drogas

Lucía Dammert

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Se sabía que no se contaba con el apoyo de China y muchos países de Asia, que África miraba con recelo la temática y que Rusia sería un gran opositor. También era claro que Estados  Unidos, principal impulsor de la lucha contra las drogas en América Latina, no sería un actor fundamental en la discusión por revisar la estrategia prohibicionista. Finalmente, Europa miraría a un costado dado que el tema de las drogas no es central en su agenda y dado que como bloque tienen consensos precarios.  A pesar de eso Colombia, México y Guatemala solicitaron hace varios años la realización de una sesión especial de Naciones Unidas para evaluar de forma crítica el enfoque prohibicionista vinculado con la llamada  “guerra contra las drogas”.

Miles de muertos, enormes costos sociales y una incremental presencia del crimen organizado son elementos que tiñen la vida de los latinoamericanos. Acá se han probado múltiples recetas, la cero tolerancia, el encarcelamiento por porte de rostro, el aumento de penas, las deportaciones masivas, las fumigaciones, la militarización, ninguna ha traido resultados evidentes.

No somos únicamente países productores ni de tránsito sino tambien sufrimos las consecuencias del aumento del consumo entre nuestros niños y jóvenes. Los recursos están destinados a la guerra contra la droga y poco o nada en salvar las miles de vidas que se pierden por minimas coberturas para la rehabilitación de adicciones, intervención de carreras criminales e incluso desarrollo alternativo en zonas donde la producción de cocaína o marihuana se han convertido en la única forma de sobrevivencia.

El narcotráfico es un mercado ilegal de enormes proporciones, con ganancias inconmensurables pero no hay que confundirse, el dinero no queda en América Latina.  Al parecer como decía el gran Atahualpa Yupanqui “Las penas son de nosotros, las vaquitas son ajenas". Y esa situación se traduce en la epidemia de homicidios que enfrentamos en muchas ciudades de la región y en el desarrollo de esquemas del mercado ilegal presente toda la región.

En este complejo escenario diversos líderes latinoamericanos optaron con solvencia reconocer que el modelo está quebrado. El Presidente Santos de Colombia se jugó pidiendo cambios en la política de drogas, en terminar con la pena de muerte que se usa en varios países para enfrentar incluso el microtráfico. Una nueva perspectiva más creativa y pragmática para avanzar en la lucha contra un flagelo que se mantiene firme.

Indonesia, apoyada por más de 12 países, fue rápida en definir que no piensan dejar de usar la pena de muerte. Al parecer es una política que sienten les sirve para enfrentar el problema dejando de lado todos los estudios que demuestran su ineficiencia así como el uso a veces indiscriminado especialmente hacia aquellos más débiles.

Múltiples agencias de Naciones Unidas participaron con fuerza para enfatizar la necesidad de un cambio de rumbo. La Organización Mundial de la Salud por ejemplo instaló datos, evidencia, estudios que fueron dejando en claro que la postura actual no sirve.  No fueron escuchados.

Primó la diplomacia de cocktail. Aquella que llega con las resoluciones conversadas, con las declaraciones hechas y con poco o ningún contacto con la realidad.  El esfuerzo latinoamericano tampoco fue tan regional, diversos países respaldaron el modelo prohibicionista como Nicaragua o jugaron roles conservadores como Perú. Otros hicieron declaraciones generales pero en concreto no aportaron a una mirada innovadora o desafiante en un tema sin duda clave para nuestro futuro.

Así, pasó UNGASS sin pena ni gloria, con avances mínimos y enormes vacíos, con una declaración que no menciona la carencia de evidencia que sustente el paradigma de solución propuesto ni sobre posibles modelos alternativos que podrían ser tomados en consideración. 

Está claro, tocará que los espacios subregionales como UNASUR o MERCOSUR se conviertan en potentes foros donde se avance de forma sustantiva para enfrentar el narcotráfico con soluciones de control efectivas y la crisis de salud que representa el consumo problemático de drogas.