Ojalá Chile sepa reaccionar a tiempo, la ola neofascista no es broma

La forma en que se organiza el poder va cambiando en el tiempo. Después de la Segunda Guerra Mundial, el gran enfrentamiento -aparte de la solución militar- pasó a ser entre los valores del mundo occidental, incluyendo la organización democrática, con alta influencia de la Iglesia Católica; y el marxismo que, bajo dictaduras comunistas, se alineo con la Unión Soviética.

Desde hace algunas décadas, pese a que el comunismo se debilitó fuertemente en el mundo, el nuevo conservadurismo de occidente evalúo que no era posible avanzar en el convencimiento de los ciudadanos de sus valores, fuertemente influidos por la Iglesia Católica y, entonces, se distanciaron de la democracia, como forma de organizar la sociedad.

Así, respaldaron muchas dictaduras, en todo el mundo, con tal que les aseguraran que sus intereses, ahora más económicos que valóricos, serían no solo respetados, sino que se crearían todas las condiciones para que estos crecieran, de manera exponencial, independientemente si ello se hacía con respeto de las leyes de cada país.

Y para ello tomaron una decisión estratégica fundamental: Apropiarse de la mayor parte de los medios de comunicación del mundo, muy particularmente de las redes sociales, al tener estas la mayor influencia entre las nuevas generaciones. Pero este "asalto a los medios" no estaba previsto para convencer a los ciudadanos de los valores que antes profesaba el conservadurismo, sino para colaborar, de manera muy activa, en el mayor debilitamiento posible de la democracia.

Así, estos medios de comunicación se han ido encargando de proclamar que todas las instituciones del Estado y, quienes son elegidos para gobernar y legislar, son corruptas, magnificando algo que es cierto, la presencia de elementos que han utilizado esas instituciones, para beneficio propio.

Pero la reiteración del concepto de que "todos son corruptos" ha llevado a que millones de ciudadanos, en todo el mundo, se hayan ido convenciendo del grito que postulan los que controlan los medios, así, el "que se vayan todos" pasa a ser el grito popular, especialmente en los sectores más pobres y vulnerables.

¿Qué viene luego de ello? Lo peor, un grito destemplado que llama a "que venga alguien a poner orden", sin que ello esté acompañado de ninguna propuesta que pueda favorecer ni una mejor distribución del ingreso, ni el acceso de los más pobres a mejor salud, ni la exigencia de viviendas para todos. No, nada de las aspiraciones populares, solo "que venga alguien a poner orden".

Y eso empieza a ocurrir en muchas partes del mundo, donde acceden al poder quienes "vendrán a poner orden", con fuertes aproximaciones neofascistas, en EE.UU., Italia, Brasil, Argentina y otros países.

Con ello, el panorama global, especialmente después del ascenso de Trump, se vuelve peligroso, ya que la ambición por controlar todo el universo, para llevar la codicia al extremo, no descansa, aunque ello colabore en lo peor de los escenarios, el inicio de una posible tercera guerra mundial.

¿Seguirá Chile ese camino? No está lejos. Y, desgraciadamente, muchos "progresistas" no logran entender que ello solo se enfrenta con liderazgos que representen lo contrario a lo señalado y, estos no se construyen de la noche a la mañana.

Por eso, el nombre de la Presidenta Bachelet empezó a resonar, pese a la irresponsabilidad de algunos que aún no entienden la realidad que se está viviendo, también en Chile. Ojalá prime la responsabilidad y no tengamos que sufrir hoy lo que ocurre en Argentina y otros países, que no supieron reaccionar a tiempo.

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