Pandemia y reconstrucción social

El tener una vida con sentido o saludable, en la definición bio-sico-social, es decir no solo la ausencia de enfermedad, depende de factores biológicos, sociales y ambientales, más allá de la atención de salud.

En esta pandemia se han develado problemas de salud mental y de convivencia social de gran magnitud. Se evidencia una falta de responsabilidad social, agresividad, individualismo y falta de sentido de comunidad sociológicamente alarmantes.

Estos son los resultados de un largo período de formas de vida, en que la red social ha perdido valor, donde los problemas y expectativas se centran en la solución individual. Las organizaciones sociales intermedias no juegan un rol de contención, aprendizaje o convivencia.

Hemos desvalorizado o despreciado el sentido de comunidad, la construcción de una sociedad que comparte valores, en la que individuos vivencian conductas de respeto, colaboración, responsabilidad en la tarea bien hecha y un reconocimiento de los demás, como principios legítimos.

Muchos de los que encarnan estilos de vida y convivencia, considerados como modelos sociales de los valores y conductas como las señaladas, tienen biografías vinculadas a alguna institucionalidad que las representaban. Colegios, iglesias, partidos políticos, FFAA, sindicatos,  Scouts, organizaciones territoriales, entre otras,  formaron parte de un tejido social que soportaba e incluía las desigualdades, promovía el desarrollo social y entregaba oportunidades de crecimiento personal.

También es cierto que la superación de las dificultades de la vida pueden darse en individuos con resiliencia natural o una conformación neuronal privilegiada, las que por sí solas habilitan para superarlas. Estas condiciones han sido parte de la trazabilidad en las vidas de muchos que lograron trayectorias de vida destacadas. Pero son casos puntuales, anecdóticos, que no permiten dejar al funcionamiento darwinista el desarrollo humano del devenir social.

Hoy la institucionalidad clásica está ausente o muy disminuida como factor en la construcción social, ya sea por credibilidad, malas prácticas institucionalizadas, falta de apoyo u obsolescencia. Solo quedan tribus, acciones benéficas, guetos, fans, ‘narcoredes’ o ‘ultrismos’ en la construcción de un nosotros. Estas generan miedos, desconfianzas y fanatismos.

La pre pandemia ocultó la realidad en un mundo de reconocimientos del consumo, el éxito fácil o el hedonismo. Pero hoy es tan visible este estilo de construcción de sociedad, competitiva e individualista, que no permite la sustentabilidad social ni de las personas, lo que debemos enfrentar como tarea central.

Comprender la construcción social como tarea central de los liderazgos es un imperativo de gestión en todos los niveles. Los estilos paternalistas, clientelistas, tecnocráticos solo contribuyen a profundizar la descomposición del rol de las organizaciones intermedias de la sociedad. Es necesario co-construir conocimiento, compartir las decisiones, implementar colaborativamente, con transparencia informativa, reconstruyendo confianzas, otorgando financiamiento con autonomía.

Así entonces, aunque sea desde la perspectiva de los determinantes sociales de salud como base teórica, la construcción de un tejido social amplio, diverso y valorizado, es una tarea de la política en su más amplia versión.  La post pandemia es sanitaria, económica y sobretodo de urgente reconstrucción social.

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