Perder una Constituyente por las pataletas antipartidos

A menos de veinte semanas de elegir los miembros de la convención democrática con la que Chile elaborará la nueva Constitución, el debate electoral de la centroizquierda mal conduce y confunde la idea de unidad. Las derechas, en cambio, sin hacer un pacto programático, postularán todos juntos.

Unen la derecha democrática con los pinochetistas vigentes, para ganar la Constituyente o al menos tener los 2/3 para vetar, impedir lo que podría cambiar, regular o debilitar el ideologismo neoliberal de privilegios que implantó la dictadura de derecha en 1980.

El conservadurismo derechista, siguiendo a Carlos Fuentes en "La silla del águila", entiende la política "tragando sapos sin hacer gestos".

Mientras la centroizquierda olvida el imperativo positivo de la cita y se resiste a las alianzas que exigen "tragarse" disgustos, tolerar diferencias, ceder y así ganar la constituyente para debatir con mayoría los cambios que el país reclama.

En las disputas de centroizquierda, un fuerte y vasto contingente de independientes, solazados contra los partidos políticos, alientan agresiones parecidas a rebeldías adolescentes. No parecen desear renovarlos. Quieren castigarnos por nuestras malas prácticas, mafias de poder y abusos evidentes de nuestros partidos políticos.

El último abuso de la partitocracia fue la negativa del Parlamento a facilidades reales a la participación de independientes en la próxima elección de los constituyentes. Muchos nos jugamos públicamente para que se eliminaran las desventajas de los independientes. No lo logramos. Y ese fracaso no debe llevar a nadie a debilitar las listas electorales de los partidos.

Los partidos son una herramienta democrática potente que el pueblo debe aprovechar. Pero el ánimo de los independientes de centroizquierda ha sido incendiar la casa. Algunos han llegado a pedir que los partidos se excluyan de la elección y cegados por la emoción, llaman a no participar en los cupos de independientes que ofrecen las listas de partidos, aunque perdamos todos.

La pataleta no es solo antipartidos, sino también entre partidos. Partidos rechazando el pacto electoral que permitiría ganar la mayoría constituyente. Los grupos de independientes, de modo inconsecuente, le exigen unidad a los partidos, pero en el absurdo, se niegan a la unidad con ellos y proponen rechazar los cupos independientes que les ofrecen los partidos, en los que la ley no los obliga a militar.

La contradicción ridícula es que le enrostran a los partidos la falta de unidad entre ellos mientras, usando el concepto de unidad, promueven más división electoral: organizan listas de independientes que dividen y dispersan de los votos entre sus propias listas y las de los partidos.

Hablan de la unidad, pero no estimulan, ni promueven, que los independientes participen electoralmente inscribiéndose como independientes en los cupos de las listas de los partidos. Así solo gana la derecha.

El peligro de la derrota aún puede evitarse, si con madurez se entiende que la unidad significa no solo unidad de los partidos, sino también la unidad de los independientes con los partidos. Todos los modos excluyentes que entienden la unidad separando listas entre independientes de las de los partidos, interpretan bien el estado de ánimo y las emociones contra los políticos, pero no ayudan electoralmente a este momento histórico.

Así no corregirán los desastres y vicios que produjimos los políticos. Ese independentismo estimula la inmadurez y promueve la pérdida de posibilidades de ganar la Constituyente.

Nuestra tarea no es ser los verdugos vengativos contra los partidos. Apretemos los dientes frente a la realidad y luchemos por ganar para la historia. Todos deberíamos promover que se inscriban muchos independientes en los cupos de los partidos. Así será más fácil que sean electos más independientes. Así ganando la Constituyente crearemos un régimen político que rompa los vicios que no resuelve el puro enojo.

No abramos paso a perder la Constituyente porque estamos enojados con los partidos. Que nadie se dé el gusto de enrostrarles, la derrota como su sola culpa, porque la culpa será de todos.

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