¿Política o Versalles?

Mariano Ruiz-Esquide
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Resulta ya majadero opinar sobre el desprestigio de la política y los políticos, pero creo que debemos plantear nuestros puntos de vista dado el exceso a que se ha llegado tanto en esa campaña como en los actos inadecuados de quienes somos así criticados.

La gran duda que tengo es si esta opinión proviene de la ciudadanía o es una crítica levantada más por los medios de comunicación que por la opinión pública general.

La segunda gran duda es saber quién está detrás de esta campaña en el caso que fuera real la primera opción. Tiendo a pensar que son las viejas fuerzas antidemocráticas que siempre han existido en nuestro país o ciertos medios de prensa que no titubearon en hacer esto mismo hace 40 años.

Sin embargo, por otra parte no cabe duda de la fruición de los políticos por levantar permanentemente temas que recuerdan el aislamiento del palacio de Versalles, entre bailes y fiesta mientras el pueblo de París estaba también indignado.

Porque no es otra cosa el efecto que produce la permanente aparición de disputas por el poder, candidaturas a todo evento para las elecciones municipales, parlamentarias o presidenciales a dos años mientras el país sufre la crisis que conocemos.

No menor es también el hecho increíble de candidaturas autolevantadas de personeros del régimen o los gobiernos anteriores que buscan presentarse como renovados auspiciando proyectos que rechazaron cuando tenían autoridad para aprobarlo.

Es probable que se nos vuelva a decir como siempre que “así es la política” a lo que me niego aceptar tajante y claramente.

La política es el arte de pensar a Chile en el presente y el futuro.

La política es desprendimiento y no adhesión patológica al poder.

La política es el arte de lograr el respeto, el afecto y la estimación de la gente.

La política es vivir para, por y con el pueblo.

La política es sacrificar la ambición personal frente a la tentación del poder inmediato.

La política es la capacidad de escudriñar el alma de un país y entresacar de ahí las verdaderas necesidades pero también la capacidad de extraer sus esperanzas y utopías para que los políticos seamos los reales conductores de la historia del país cumpliendo así su rol tradicional.

Mi llamado, sin otra razón ni justificación que el largo periodo que tengo en el ejercicio parlamentario, es que terminemos con la farándula de candidaturas que sólo ratifican nuestro aislamiento frente a la comunidad nacional.

Mi llamado es a la disciplina partidaria.

Mi llamado es a la vida austera y a la cohesión de los distintos partidos en torno a ideas viables, pero también en el marco de la utopía que todos queremos para el futuro de nuestro Chile.

Nuestra convicción es que de este llamado somos responsables todos y jamás podría ocurrírseme que estas palabras fuesen una admonición a otros sin que yo mismo lo cumpla.

No más personeros parecidos a los viejos revolucionarios de los café de París como se acusaba hace mucho tiempo.

No más autoridades que se creen con el derecho de denostar a los adversarios sólo por poseer una determinada convicción en Chile.

No más insolencias del dinero como si cualquier control fuese un agravio a sus actos.

No queremos Versalles aislados de la realidad nacional. Tampoco queremos instigadores de la antipolítica. Pero tampoco queremos que nosotros mismos cometamos los errores en los que se busca, luego justificar la crítica.

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