Por nuestra historia

La primera vuelta marcó de inmediato la situación política en Chile, el paso de la ultraderecha a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales tuvo el rápido apoyo de los partidos de gobierno, autodefinidos como de "centroderecha", que se apresuraron a respaldar sin complejos el extremismo, la misoginia y la homofobia del abanderado y/o su entorno.

Nuevamente, el núcleo central de ese bloque de poder es la ultraderecha, esta vez con un objetivo de contenido ultraconservador, intentar revertir la sustitución del Estado subsidiario, impuesto en la Constitución del '80, por un Estado social de derechos consagrado en una nueva Constitución, proceso cuya responsabilidad esencial está en la Convención Constitucional, instalada el 2 de Julio de este año.

La confusa propuesta de Sebastián Sichel fue desechada y la línea confrontacional ocupó su lugar. Se impuso la mentalidad ultraconservadora, autoritaria, patriarcal y mercantilista que viene de la oligarquía agraria, preponderante en la derecha chilena desde Diego Portales hasta hoy.

En la UDI fue un simple trámite apoyar a su ex secretario general, discípulo de la visión integrista y reaccionaria de Jaime Guzmán; en Renovación Nacional una aplastante mayoría del consejo general, bajo la mirada vigilante de eufóricos plutócratas como Carlos Larrain; y en Evopoli enterraron, sin pena ni gloria, el poco liberalismo que aún tenían, si algo les quedaba.

Ahora bien, Piñera personalmente impuso un nefasto acto de intervencionismo electoral con la treta de las "tres semanas sin goce de sueldo" a la subsecretaria de Salud, forzando su integración a la campaña de ultraderecha, y de nuevo confirmó que el respeto a la ley no es precisamente lo que guía sus pasos, al propinar un duro golpe a las normas de probidad que venían aprobándose desde el escándalo generado por los casos de financiamiento irregular de la política.

En resumen, la derecha fuera y dentro del Gobierno cerró filas dejando claro que si deben tragarse un sapo para mantener poder y privilegios se lo tragan, no importa su volumen o si está crudo y sin aliños. Lo peligroso es que obligan y empujan a violar o torcer mañosamente la legalidad, como el caso de la ahora renunciada subsecretaria de Salud.

En la izquierda y centroizquierda que apoyó a la senadora Yasna Provoste surgió una línea de acción inesperada para los que siempre esperan o instigan nuevas pugnas y divisiones: apoyar a Gabriel Boric sin condiciones ni negociación alguna, opción liderada por el PS, desde la misma noche del recuento de votos.

Ha sido más sano y transparente. Cualquier insinuación de conversaciones previas, político-programáticas en áreas sensibles hubiese sido mal entendida. Ante la regresión autoritaria de ultraderecha no cabía otra conducta.

A las decisiones institucionales del PS y del PPD se agregó el ex Presidente Lagos, con una altura de miras que lo honra. La misma visión unitaria y de largo plazo asumieron la senadora Yasna Provoste y la presidenta de la DC, Carmen Frei.

Argumentos para vaticinar la victoria en la segunda vuelta, de una u otra de las candidaturas, hay en ambos casos. En rigor, el resultado está abierto, de modo que las orientaciones finales que cada cual tome en estos días serán, a la postre, decisivas.

El socialismo chileno respaldó de inmediato y sin condiciones con Gabriel Boric, aun cuando existen enfoques diferentes en las propuestas y también visiones diversas acerca de la transición a la democracia en Chile. La mayor tensión es la idea simple y reduccionista que "el mal" de Chile está en lo hecho en los últimos 30 años, ese errado criterio choca frontalmente con el esfuerzo que los socialistas hemos desplegado para superar el pesado lastre dejado por la más feroz dictadura de la historia de Chile.

Paradójicamente, ese aserto repetido hasta el cansancio para descalificar a la "ex-Concertación", por la dinámica de los sucesos históricos, ahora pasó a ser un duro obstáculo para el representante del Frente Amplio en la brega para ser mayoría en la segunda vuelta. Esa retórica cubrió como una mancha de aceite todo lo que no es autoritarismo o libre mercantilismo, también al radicalismo de izquierda. Así, la derecha ataca el conjunto de las medidas y decisiones que considera injerencia del Estado y sostiene que debiese imperar el mercado a ultranza.

En concreto, el sector ultraconservador rechaza todo lo hecho para avanzar hacia un país inclusivo, tolerante, que fuera capaz de superar gradualmente la desigualdad de género, social, territorial y cultural de Chile.

De modo que esa reiterada descalificación que el problema fueron los últimos 30 años, incluido el caótico desgobierno de Piñera, metiendo todo antojadizamente en un mismo saco, fue instrumentalmente usada por la ultraderecha para trasladar franjas significativas del electorado en su propio respaldo.

Por eso, tuvimos razón quienes sostuvimos que, aún con sus debilidades y claroscuros, denigrar lo hecho en democracia iba fatalmente a embellecer la dictadura de Pinochet, fortalecer el negacionismo de la ultraderecha en Derechos Humanos y provocar nefastos efectos políticos y sociales.

Ahora bien, las diferencias políticas no se disolverán y pueden provocar tensiones, en caso de ser necesario corresponde al propio candidato tomar las decisiones centrales en función del objetivo esencial de derrotar a la ultraderecha.

En esta etapa decisiva no hay espacio para el cálculo pequeño, se trata de la visión civilizacional, la identidad esencial lo que se encarna y representa en las opciones en juego, incluso con independencia de las personas que son los actores inmediatos de las mismas, por ese ethos identitario el socialismo chileno no podrá jamás contemporizar con quienes justifican el terrorismo de Estado y la violación de los Derechos Humanos, que se burlan de las víctimas, hacen mofa de la igualdad de género y pretenden perpetuar la opresión de la mujer y abolir la diversidad a través de la intolerancia y la violencia verbal.

Ante esas fuerzas agresivas, que impulsan una violenta regresión autoritaria, estamos con Boric por nuestra historia, como lo que somos, para avanzar hacía relaciones sociales y humanas de respeto y dignidad, por un Chile justo y un Estado social de derechos con una perspectiva de desarrollo sustentable, descentralizado, plurinacional y en paz.

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