¿Por quienes votarían los que se abstuvieron?

Después de las recientes elecciones municipales, y tal como ocurre con cada elección, que, como se sabe, no se ganan ni se pierden sino que se explican, hemos visto análisis de todo tipo.  La mayor parte de los comentarios son interesados porque se trata de presentarse como triunfadores ante las próximas elecciones presidencial y parlamentarias, pensando que la gente tiende a votar por los que tienen posibilidades de ser electos.

Se ha dicho que es difícil ser completamente objetivo en estos análisis porque Chile Vamos ganó en el número de alcaldes electos, además de llevarse los de las comunas llamadas emblemáticas, mientras que la Nueva Mayoría se quedó con la mayoría de los concejales, que se supone miden el peso de los partidos.  

Por lo demás, una elección de carácter local no sirve necesariamente de antecedente para una elección nacional.   A ello se agrega que en los comicios parlamentarios enfrentaremos por primera vez un sistema electoral no binominal (aunque no del todo proporcional) y habrá nuevas circunscripciones para senadores y distritos para diputados.   Lo dicho, las elecciones no se ganan ni se pierden, sino que se explican.

Lo que no resulta fácil de explicar es el alto nivel de abstención registrado en estas últimas votaciones.  Lo que tampoco se dice es que quien logre movilizar a quienes se quedaron en sus casas tiene mayores posibilidades de obtener un triunfo.  Por eso es esencial saber quienes son los abstencionistas, pensando en que si tuvieran un solo motivo que los congregara serían el partido más importante de la historia nacional con dos tercios del total de los sufragios.

En primer lugar, están los que no se sienten interesados por el debate político, ya sea por una total apatía frente a las decisiones nacionales o porque simplemente no entienden.   Estas personas podrían sentirse motivadas a votar si estuviera en juego algún asunto que de verdad les interesara. Se podría decir que son analfabetos políticos, pero la responsabilidad no es de ellos sino de quienes deberían haber cumplido con la responsabilidad de educarlos.

Luego, están los críticos del sistema.  La elección de Jorge Sharp como alcalde en Valparaíso podría darles la razón, pero el hecho que un nombre alternativo fuera electo sólo en una de las ciudades importantes podría llevar a pensar que los disconformes no tienen fácil organizarse para ser realmente una opción frente a los dos principales pactos que, hasta ahora, han estado protegidos por el sistema binominal, sistema que en todo caso no rige en las elecciones municipales.

En tercer lugar, estarían los descreídos, los que sostienen esa frase que dice “da lo mismo quien gobierne, si igual tengo que seguir trabajando, si nunca cambia nada”. Al igual que los apáticos, estos podrían ser motivados por quien los eduque políticamente y los oriente en la definición de su voto, siempre que sea alguien convincente que los pueda sacar de su falta de fe.

Por último, el segmento de los flojos, los que siempre prefieren quedarse un rato más en cama que salir a la calle, buscar el local de votación, la mesa, y todo ello sin más recompensa que sentirse un ciudadano realizado.  

Cuando se trata de gente que adora el mall, las hamburguesas y las papas fritas, el último chiche electrodoméstico, resulta difícil convencerlos con algo tan abstracto como el cumplimiento de los deberes ciudadanos.

No es fácil conquistar a los abstencionistas.  Cualquiera sea el grupo al que pertenezca, hay que tener muy buenos argumentos y, sobre todo, conocer bien su pensamiento y sus expectativas.

En tiempos de incredulidad y desconfianza, establecer una comunicación con este votante es una hazaña, y mucho más difícil si el ciudadano en cuestión sospecha que no se le pide su voto para poder representarlo de forma responsable sino para hacerse del poder y evitar que sea triunfador el de la vereda del frente.

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