Resguardos para eficiente descentralización

Con la elección de gobernadores regionales, se cerrará un ciclo de centralismo/descentralización en Chile caracterizado por un férreo control político y fiscal hacia los organismos subnacionales por parte del nivel central de gobierno. Este periodo se caracterizó por avanzar en desconcentración administrativa, y a paso muy lento en materia de descentralización política.

Con la elección de estas nuevas autoridades se abrirá un ciclo que nos obligará a mirar otras experiencias de América Latina, que ya han pasado por procesos de democratización y descentralización a nivel regional, para obtener de allí algunas lecciones y aprendizajes.

¿Cuáles son las características que podría tener este nuevo proceso de descentralización política? Con la salvedad de que cada país posee sus propios ritmos y diseños institucionales que marcan el desempeño de la descentralización, al observar la experiencia internacional se podrían aventurar algunos aspectos sobre los cuales habría que tomar resguardos.

Primero, es necesario incorporar mecanismos de control de los recursos y competencias que se transfieran a los gobiernos regionales. La razón de lo anterior no es por la supremacía de la desconfianza hacia las regiones, sino para garantizar el debido acompañamiento al proceso práctico que implica ejercer las competencias traspasadas.

Descentralizar no significa dejar solos y sin control a los gobiernos regionales, muy por el contrario, esta es una tarea de “Estado” que implica hacer esfuerzos para garantizar que con la descentralización en regiones las cosas se harán mejor que antes. Por ejemplo, la evaluación que hizo en Perú el Congreso y la Contraloría de los primeros 10 años del proceso de descentralización, nos señala que una de sus principales falencias ha sido precisamente la falta de control y acompañamiento del proceso en regiones.

Segundo, claridad en el traspaso de competencias. Una de las “trampas” que ofrece el centralismo muchas veces disfrazado de descentralización, está en el traspaso de competencias.

Por ejemplo, supongamos que se transfiere la competencia de la mantención y reparación de caminos desde Vialidad a los gobiernos regionales, pero no se transfiere una parte de los recursos fiscales, humanos y técnicos para ejercerla. Lo que podría suceder es que frente a una contingencia de corte de caminos o deterioro de una ruta, el gobierno regional tenga la responsabilidad de corregirlo, pero la maquinaria, los técnicos y los ingenieros seguirán radicados y “dependiendo” del órgano desconcentrado sectorial, que en este caso sería Vialidad.

Si se va a transferir una competencia al gobierno regional, esta debe estar acompañada de los recursos, personal profesional y técnico adicional al ya existente, para cumplir debidamente esta competencia. De no ser así, puede suceder que la comunidad regional termine diciendo “cuando estaban los Intendentes designados la cosas funcionaban mejor”. 

Tercero, la inestabilidad en la planificación territorial. Hasta ahora, los instrumentos de planificación territorial en Chile tienden a coordinarse entre las instituciones públicas con incidencia en el desarrollo regional.

Es cada vez más común que para realizar una inversión sectorial o regional se considere la debida articulación entre los Pladeco, las estrategias regionales de desarrollo y las planificaciones sectoriales.

No obstante, el centralismo provoca pérdida de “legitimidad democrática” de los instrumentos de planificación territorial. Por lo tanto, se requiere precisamente fortalecer la coordinación y dar legitimidad a los instrumentos de planificación territorial.

La experiencia reciente de Colombia, nos indica que con la descentralización se obtiene legitimidad, pero se puede producir una sobreposición de los instrumentos de planificación y con ello devenir en una falta de coordinación sobre un mismo territorio.

Lo contradictorio es que en un modelo centralista (dada su naturaleza), existe la posibilidad que el mismo centralismo “ordene los instrumentos de planificación” para una mejor coordinación territorial. Por su parte en países donde elijen a sus autoridades regionales, se ha observado que se ha acrecentado la descoordinación entre las instituciones regionales y las nacionales en materia de planificación territorial.

Todos los países tienen sus particularidades, y viven sus propios procesos de acuerdo a variables locales y regionales, no obstante nunca está demás mirar la experiencia comparada de países que ya han experimentado este camino que nosotros nos preparamos a enfrentar. Así podemos tener la posibilidad de anticipar y corregir algunos elementos del diseño descentralizado que vivirá nuestro país.

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