Ricardo Lagos, el candidato de políticos y empresarios

Es curiosa la insistencia con la que se afirma en medios periodísticos y medios políticos que Ricardo Lagos sería un seguro contendor en las próximas elecciones presidenciales. Lo que llama la atención es que esta afirmación choca con la impresión muy expandida que existe en la ciudadanía de que este mismo presidenciable no tendría opción ninguna debido precisamente a esa imagen excesivamente derechista y libremercadista que le quitaría toda opción frente a sectores juveniles y de izquierda que serían imprescindibles para contar con los votos para ser Presidente.

De hecho, la prueba de las dificultades de Lagos se muestran en cada nueva encuesta de opinión, en las que obtiene un muy bajo índice de aprobación como candidato. Es obvio que despierta muy poco entusiasmo en los electores aunque por todos lados aparezca como regalón de amplios sectores dirigentes.

Y nada le ha ayudado menos a este candidato a aumentar su apoyo y a ganar a estos sectores populares que el haber sido presentado desembozadamente como candidato de la derecha  económica y particularmente de El Mercurio en diversas entrevistas, comentarios y noticias en las que se lo ha pretendido mostrar como el hombre de lo que se ha llamado “el partido del orden”, el partido trasversal que finalmente representa la detención en el status quo y la administración tecnocrática de lo ya ganado.

La gota que ha rebalsado el vaso es el apoyo abierto que ha recibido de actores tan conspicuamente derechistas como Hermógenes Pérez de Arce o Gonzalo Rojas, quienes en sus columnas han puesto al ex Presidente como una carta mucho mejor recibida por ese sector que la de Piñera, frente al que Lagos aparece como autentico derechista y mejor candidato frente a sus devaneos izquierdistas.

Lagos ha cultivado la imagen del estadista mesurado aunque de fuerte voluntad capaz de imponer de nuevo el orden y el respeto asegurando de este modo el desarrollo armónico y pacífico del país. En su última columna Hermógenes Perez de Arce llega a decirle a Lagos que no se preocupe de la derecha dura porque ya la tiene ganada y que vuelva su campaña hacia la izquierda porque es ahí donde está ahora su debilidad.

Pero lo que muestran las encuestas es que este tipo de candidatos del orden no corresponden exactamente con lo que la ciudadanía quiere. Lo cual transforma esta incongruencia en una nueva demostración del abismo existente hoy día entre la ciudadanía y la clase política. Lo que despierta entusiasmo en los políticos de derecha o de izquierda tiene poco que ver con lo que la gente quiere o con lo que la ciudadanía rechaza o aprecia.

Lo sorprendente es que en la mente de los políticos actuales, ya no se trata de ser el “candidato del pueblo”, es decir, el mejor posicionado en las encuestas, el que despierta el mayor entusiasmo mayoritario en la ciudadanía, sino en el que le da mayores garantías al empresariado y a la clase política gobernante.

Como si los políticos secundados por ciertas tendencias periodísticas se encerraran en su pequeño mundo y prefirieran alimentar ciegamente sus ilusiones en lugar de abrirse hacia lo que verdaderamente está ocurriendo en el país. Es obvio que contrariamente a esto, la actitud más correcta en este momento debiera ser la observación atenta a las aspiraciones de la ciudadanía y la interpretación honesta y objetiva de ellas.

Esto preludia una situación de extrema crisis de representación, pues si los políticos impusieran estos candidatos sin apoyo ciudadano el índice de abstención en las elecciones presidenciales va a ser francamente preocupante.

¿Quién va a querer acercarse a las urnas si sus opiniones no habrán sido consideradas y todo el proceso se mostrará como un nuevo acto de imposición de los políticos frente a los deseos y las decisiones populares? La no participación es solo en parte una demostración de indiferencia como habitualmente se la interpreta. Por las condiciones en que se está presentando esta elección presidencial será indiscutiblemente un voto de rechazo.

¿Y qué legitimidad democrática tendrá un Presidente rechazado por la mayoría de los electores? Si las cosas siguen por este camino se le abrirán las compuertas a un problema histórico mayor en el que una clase política completamente desprestigiada impondrá una dirigencia que la mayoría rechaza. Y esta situación no puede ser más explosiva.

La campaña de revalorización de la obra de la Concertación y especial del gobierno de Lagos en la que han participado los intelectuales y asesores que forman parte de su entorno (Ottone, Brunner por ejemplo) tampoco ha dado resultados muy decisivos porque en general interpretan las críticas que se le hacen al ex Presidente como producto de una situación difícil en la que no se podía hacer otra cosa.

Temas como los derechos humanos, la educación, la desigualdad, etc., aparecen como políticas forzadas por las circunstancias. Solo que las críticas de los desencantados de Lagos vienen de las promesas que se hicieron en su momento de ascensión y de la falta de coherencia entre lo que los principios esgrimidos exigían hacer y lo que verdaderamente se hizo. En este cuadro, las respuestas del realismo no sirven y no lograrán en forma alguna volver a encantar a los desencantados.

Descartado Lagos, el tema para la centroizquierda entonces es el siguiente. ¿Puede haber hoy día un candidato de este sector  que pudiera volver a unir a estas fuerzas con la amplitud y convicción suficiente como para darle continuidad al gobierno de Bachelet?

¿Hay algún candidato o candidata que sea capaz de acercar de nuevo a los partidos políticos con la ciudadanía? Ese es el gran problema de hoy día y sería deseable que los políticos y los periodistas se concentraran en eso en vez de contribuir a elevar voladores de luces que lo único que hacen es sembrar más confusión y distancia entre la política y su pueblo. 

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