Sobre la vía chilena

En homenaje a un periodo trascendente de la historia del Partido Socialista, y de la izquierda chilena, un grupo de jóvenes pertenecientes a la organización juvenil socialista formó un "núcleo" -el organismo de base partidario- con la denominación "Núcleo vía chilena". Con el objetivo de dar a conocer esta iniciativa y recibir un nuevo contingente de jóvenes que ingresan a la Juventud Socialista se realizó un emotivo acto en la casa partidaria. Gracias a su fraternal invitación me correspondió exponer acerca de la idea matriz de la propuesta allendista, conocida en Chile y el mundo, como la vía chilena, una nueva ruta, democrática al socialismo, un camino inédito liderado por Salvador Allende, su mensaje al Congreso Nacional del 21 de mayo de 1971 contiene de modo macizo e inigualable esta estrategia y doctrina a la vez.

Avanzar en las transformaciones sociales y económicas a través de una vía de sucesivas reformas institucionales que posibilitarían modificar y dar un contenido socialista a las estructuras capitalistas. Esa era la implementación de un "segundo modelo" de transición desde el capitalismo hacia una sociedad socialista. Está vía inédita, concordante con la tradición chilena, es lo que vendría a evitar la confrontación social que en las otras experiencias históricas había llevado esas naciones a una cruenta guerra civil.

La vía chilena tenía como objetivo materializar reformas en las diversas estructuras dirigidas a fortalecer y renovar la institucionalidad con el propósito que fuera capaz de soportar las transformaciones en curso evitando que se desplomara el Estado de Derecho. Las investigaciones históricas realizadas sobre la intervención de los Estados Unidos en la desestabilización del gobierno popular y el desencadenamiento del golpe de Estado han confirmado reiteradamente que la administración de Richard Nixon y Henry Kissinger fue determinante para precipitar la intromisión castrense que culminó en el golpe de Estado.

En consecuencia, la vía chilena cayó derrumbada por la intervención foránea y la eficacia del plan desestabilizador, no por error de la concepción allendista, evitar el derrumbe del Estado de Derecho era una tarea esencial, de la más amplia y profunda importancia. Esa era la visión revolucionaria de Salvador Allende que en la actualidad no se debe olvidar porque hay quien señala, como Daniel Jadue, que se puede "pasar por encima" del Estado de Derecho. Muy por el contrario, en Chile, las fuerzas de ultraderecha, a través de un implacable plan de desestabilización, que contó con el financiamiento de Estados Unidos, fueron las que asumieron esa conducta. La ultraderecha fue la que destruyó el Estado de Derecho.

A inicios de los años '70, la lectura simplona de los textos marxistas, separándolos del contexto histórico en que sus autores los escribieron y de la realidad chilena que se quería transformar, creo grupos cuya soberbia les hizo pensar que eran dueños absolutos de la verdad, los que se radicalizaron con una retórica ampulosa, pero incongruente que repetía mecánicamente que había que destruir el Estado ignorando que el Estado del que hablaban tan livianamente tenía como su Jefe, por su condición de Presidente de la República, a la figura histórica más importante de la izquierda chilena: Salvador Allende.

Ese izquierdismo radicalizado en nada ayudó a la tarea de acumulación de fuerzas que promovían los partidos de la Unidad Popular y, mucho menos, colaboró al objetivo de aislar a los grupos de ultraderecha que impulsaban el quebrantamiento del Estado de Derecho.

La transformación de la institucionalidad por la vía democrática, acumulando fuerzas que constituyan mayorías sólidas y eficaces, ese camino es el que puede derrotar a las fuerzas reaccionarias que siempre han resultado más eficientes e implacables en el uso de la violencia política en contra de las fuerzas populares. La idea que se podía tomar otro rumbo y asumir una estrategia militar con Salvador Allende en la Presidencia carecía de todo fundamento y pareció ser, más bien, una táctica provocadora de grupos o individuos enquistados en las filas populares con el fin de crear confusión y conflictos.

En la Juventud Socialista, Carlos Lorca fue un incansable defensor de la política impulsada por el Presidente Allende y de la unidad de acción de los partidos populares, después del golpe de Estado, en medio de la tragedia, ensanchó esa mirada que abarcaba desde la DC hasta el MIR, incluidos los partidos de la Unidad Popular, en un frente antifascista capaz de derrotar la dictadura.

Pareciera que hay que convencerse que la derrota de la ultraderecha es un gran esfuerzo político y social de amplitud sin precedentes, es una tarea muy diferente a impulsos combativos cuya duración es tan breve como demoran las palabras en ser pronunciadas.

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