Un largo camino

El Partido Socialista está de aniversario, este 19 de abril llega a los 89 años de vida, en una brega dura, de enormes sacrificios de sus militantes que dejaron una huella imborrable en la historia de Chile. La dictadura intentó extirparlo de raíz y no pudo. Algunos han querido decretar su deceso, pero sigue luchando altivo, a pesar de las dificultades.

Con la señera bandera de Salvador Allende, el máximo exponente de su proyecto político, de Exequiel Ponce, Carlos Lorca, Ricardo Lagos Salinas, Carolina Wiff, Michelle Peña y del conjunto de sus mártires caídos en la lucha por la libertad, la justicia y la democracia, los socialistas estamos comprometidos en la tarea de abrir un nuevo horizonte a Chile, bregando por las reformas que la gran mayoría nacional apoya y son el pilar que sustenta la propuesta programática del gobierno, liderado por Gabriel Boric.

Después de tres décadas de restablecida la democracia, la aguda desigualdad social y económica generó la multitudinaria movilización social de octubre-noviembre de 2019 y provocó un cambio profundo en la situación nacional desde el cual surgió el Acuerdo Político del 15 de Noviembre, del que emanó la reforma constitucional -aprobada en el Congreso Nacional- para llevar a cabo el proceso constituyente actualmente en curso, cuyo objetivo principal es la redacción de una nueva Constitución para Chile, a través de la Convención Constitucional. En ese objetivo el PS está enteramente comprometido y ningún mandatario puede ponerlo en duda, por importante que considere su representación.

Inmediatamente después de constituida la Convención Constitucional se materializó el proceso electoral cuyo resultado, a fines de 2021, llevó a la Presidencia de la República a un nuevo y diverso elenco de agrupaciones políticas, con un mandatario que lidera una inédita constelación de fuerzas a la que el Partido Socialista fue convocado luego de la segunda vuelta presidencial en la que apoyó decididamente, y sin condiciones, al entonces candidato Gabriel Boric.

Al formar parte del gabinete ministerial, el PS unió sus perspectivas políticas a la gestión y futuro del nuevo gobierno, en consecuencia, su acción política debe practicar una estrecha lealtad política e institucional y el apoyo recíproco con el Ejecutivo recién instalado en La Moneda, desde la experiencia e identidad socialista, pero sin ambigüedades.

En su historia, el PS ha estado en el gobierno y la oposición atesorando un patrimonio histórico sumamente valioso, por eso, rechaza la desafortunada práctica de ser oficialista al momento de cosechar aplausos en la inauguración de hospitales o escuelas y ser díscolo a la hora de las dificultades, escasez en el Presupuesto o dar cuenta de errores en la gestión.

Hay que tener conciencia que el desafío de las transformaciones sociales es un reto histórico gigantesco porque no se realizan en un abrir y cerrar de ojos. Las reformas estructurales, que abren la ruta a una nueva sociedad, son un largo camino en el cual el PS ha sido un actor fundamental a lo largo de casi 90 años, aprendiendo que cada paso que se logre avanzar requiere una correlación de fuerzas sociales y políticas, objetivas y subjetivas, que lo hacen posible.

Hace poco, el 11 de abril, en la Convención Constitucional hubo un avance histórico: la definición de la nueva institucionalidad como un Estado social y democrático de derecho, con ello, al momento de ser aprobada la nueva Constitución, quedará en el pasado el Estado subsidiario que impuso la dictadura de Pinochet. Esa lucha recorrió un largo camino. Desde la Declaración de Principios de 1933 y del Programa de 1947, el socialismo chileno impulsa la idea de avanzar por vía democrática hacia un Estado social que, desde entonces, está presente en sus objetivos históricos fundamentales.

Esas magnas ideas transformadoras maduraron y fueron la base con que se formuló la "vía chilena", es decir, una ruta de transformaciones institucionales para avanzar hacia el socialismo en democracia, pluralismo y libertad, que guio a Salvador Allende durante los mil días de la Unidad Popular y que fueron aplastadas por la dictadura neoliberal.

Ahora bien, la mayoría social que apoya la idea de una nueva Constitución aspira a que el Estado sea quien oriente a largo plazo la ruta a seguir por Chile, de acuerdo al interés nacional y no por el mercado cuya ávida e inexorable concentración de la riqueza lleva directamente al quiebre social como fruto de la desigualdad, pero tampoco se trata que el Estado suprima la consustancial diversidad de la comunidad y de las personas que forman parte de ella pasando a monopolizar la economía, la cultura y la política.

Lamentablemente, en la izquierda hay ideas soberbias que desprecian la lucha por las reformas sociales por vía institucional que desplegó el líder socialista Salvador Allende, como dirigente estudiantil, diputado, ministro, senador y Presidente de la República. Así, alimentan un sectarismo que desconoce la lucha histórica de la izquierda chilena con una mirada que valida el ejercicio dictatorial del poder, creen que aseguran la "irreversibilidad del proceso revolucionario" e ignoran la experiencia universal, en especial desde 1989, cuando se desplomaron Estados definidos como socialistas, que parecían inexpugnables, ante la ausencia de democracia y los abusos burocráticos de poder.

Por el contrario, la vía chilena es la extensión y fortalecimiento de la democracia a través de la institucionalidad, apoyándose en la conciencia y organización social y así lograr la permanencia de las transformaciones sociales que responden al interés mayoritario y se conviertan en conquistas que representan el avance civilizacional del conjunto de la sociedad. En esta lucha, la vocación democrática y la voluntad de lucha, en las más difíciles circunstancias, le ha permitido al socialismo chileno convertirse en un protagonista fundamental de la ardua brega del pueblo por la justicia y la libertad. Con Allende en la memoria hay que seguir por ese camino.

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