Yasna Provoste vence la política del enojo perpetuo

Cuando Yasna Provoste habla del progreso en paz se levantan las críticas de los promotores del enojo perpetuo. Cierto izquierdismo enojado, en su teorización, no entiende que históricamente la fuerza democrática para hacer los cambios, sin dictadura de ningún color, es la movilización positiva, la mística popular, la participación ciudadana con sentido de país, la estabilidad institucional y no de la mantención de un clima de revuelta en furia.

La justa indignación acumulada, por tanto abuso, injusticia y descrédito de las instituciones públicas y privadas, energiza la pasión para las transformaciones. Esa rabia debemos canalizarla en energía positiva hacia el ánimo creador que requiere toda empresa histórica constructiva. No hay que seguir enamorado del eficaz enojo inicial del estallido, sino darle un salto realizador, gobernable.

Mantener el estado de ira contra todo el pasado es un gustito adolescente que alimenta un ultraizquierdismo retrógrado que no trae progreso y siempre daña a los más débiles. Los países democráticos no progresan en la paz de los cementerios, pero tampoco en la incertidumbre cotidiana, el miedo a la violencia, los saqueos, legislación improvisada, despilfarro fiscal, falta de inversión, las "tomas", las barricadas en carreteras, permisividad delictual, debilitamiento del estado de derecho, inseguridad de la propiedad, promesas de fantasías.

La movilización irascible consigue votos con promesas inalcanzables y devengan gobiernos de que no pueden cumplir. Por eso la ira se les devuelve a los que abusaron de ella en su campaña. Todo el enojo ilusionador, que no establece límites, con fronteras difusas en los derechos, propuestas fundacionales que suenan atractivas contra todo el pasado, siempre termina incapaz de gobernar, sus ofertas no puede cumplir, descontenta a sus propios partidarios y trae la ingobernabilidad. Con la inestabilidad e ingobernabilidad pierden siempre los más pobres y empeora a la clase media, porque los que estamos mejor encontraremos solución y los más ricos, por último, se van.

Provoste en campaña hace pedagogía política del progreso en paz y no en rabia. La política del enojo perpetuo hay que erradicarla desde ahora porque el próximo gobierno no tendría tiempo de revertirla. Cultivar el cariño social para un compromiso constructivo veraz y no la alternativa de destrucción. La campaña es oportunidad pedagógica. Un país en estado de furia puede tener la emoción de la catarsis, pero dejará en los sueños su capacidad de construir los cambios.

Los candidatos oportunistas electorales que estimulan la impaciencia del país descontento gobernarían un pueblo desilusionado, que reproducirá contra el nuevo gobierno la rabia que hoy parece movilizar al electorado. Serían incapaces de gobernar, porque al no cumplir las promesas electoreras, reproducirán la furia social que hoy día acicatean los adoradores del enojo y el país se estancará en la protesta permanente.

Los políticos debemos actuar con esta veracidad política ante un país que no cree en nosotros. Bien hace la campaña que recoge las demandas contra las desigualdades, los abusos, los lastres sociales, los errores pasados, la corrupción, el descrédito institucional público y privado si, para conducir el proceso transformador, lo hace siguiendo esos liderazgos honestos que advertían que el éxito de grandes tareas pasa a ratos por "sangre sudor y lágrimas".

No como candidatos de promesas sin plazos, sin límites, con oratoria de profundos derechos principios, ética, valores de un nuevo modelo, pero sin sustento programático real para la vida del país. El nuevo gobierno tendrá apoyo social si cumple. La campaña de este par de meses construye las bases para el ánimo responsable de la vigilancia de masas que exigirá cumplimiento.

La movilización frente al nuevo gobierno, la alerta popular responsable tendrá el carácter que le impriman el ánimo y las propuestas de las candidaturas en campaña. Por eso es tan importante proponer erradicando el facilismo. No sirven al país los candidatos anclados en la indignación por las desigualdades, los abusos, la corrupción y el pasado que, sin construir responsabilidad de gobierno, hacen que el enojo perpetuo se transforme en política de Estado alimentada por sus campañas irresponsables que después, por su incumplimiento de las promesas reales o imaginarias, nos llevarán al retroceso social y político.

La ira solo la disolverá el cambio concreto de la vida de las personas. Por eso es tan necesario instalar esta idea del progreso en paz.

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