La irrupción de Internet en nuestra vida ha sido vertiginosa, produciendo una serie de cambios, no sólo en el modo de pensar, también en el de relacionarnos. Nuestros vínculos físicos se han visto modificados por un mundo virtual que determina las relaciones personales y ahí radica la urgencia de tomarse en serio el combate al ciberacoso.
Vivimos en un mundo en donde un tuit o un posteo que no sea de agrado de grupos de interés puede generar críticas, ofensas y descalificaciones que tienen algo en común: causar perjuicio a otro.
Se utiliza Internet como un espacio amenazante, se atenta en contra del uso democrático, libre y armónico de una plataforma que puede ser de gran beneficio para el proceso comunicativo.
Por otra parte, Internet se evidencia como un espacio no normado, en donde se espera que los usuarios tengan un comportamiento ajustado a una cultura de no agresión, pero innumerables veces sucede lo contrario, la plataforma se utiliza para alterar la convivencia de una comunidad y en ese proceso se mantiene una constante, la ofensa hacia niñas y adolescentes es lo que prevalece.
De acuerdo a datos del ministerio de Educación, en los establecimientos educacionales más del ochenta por ciento del ciberacoso denunciado tiene una dimensión de género.
Hoy, la tecnología es de fácil acceso y las redes sociales y aplicaciones están en constante actualización y renovación.
Imágenes fijas y en movimiento, dibujos y textos, Snapchat, WhatsApp y las redes sociales, son plataformas que permiten socializar expresiones de violencia que agravian y causan daño psicológico y relacional al agredido. Corregir este problema es un gran desafío no sólo para las familias, también lo es para la comunidad educativa, más aún, si involucra como agresor/a o víctima a uno/a de sus integrantes.
¿Qué debe hacer la comunidad? ¿Cuánto se compromete a la institucionalidad?
¿Qué se puede hacer para prevenir la agresión? ¿Cómo se puede sancionar al agresor/a?
¿De qué manera se debe acoger a la víctima?
Probablemente el primer paso, es visibilizar que el uso de las redes sociales, junto con tener grandes ventajas y oportunidades, acarrea riesgos que el mundo adulto (familias y escuelas) debe reconocer, haciéndose cargo de promover, regular y supervisar un adecuado uso de las mismas.
Esto implica instalar la discusión acerca de esta problemática al interior de las comunidades educativas, creando y promoviendo protocolos de uso de TICs y redes sociales, en conjunto con los estudiantes, profesores y familias.
Estas iniciativas y protocolos deben basarse en ciertos principios esenciales: el respeto y valoración genuina por la privacidad e intimidad de cada persona; la responsabilidad personal por lo que se escribe en las redes sociales; un uso apropiado del lenguaje, que no agreda ni ofenda a otros y no involucrar a otros sin su completo consentimiento.
Queremos expresar nuestro apoyo a la campaña “haypalabrasquematan”, iniciada por el ministerio de Educación, estamos convencidos/as que va en la dirección correcta para erradicar esta práctica que año a año aumenta en los colegios, creemos que es un esfuerzo oportuno y necesario, ya que visibiliza y denuncia el acoso a las mujeres a través de ofensas, muchas veces, naturalizadas.
Por último, destacamos que la iniciativa promueve la empatía con niños, niñas y adolescentes que pueden desplazarse entre ser acosador y víctima de acoso, en ese sentido relevamos que la campaña se base en un enfoque de derechos por sobre un abordaje punitivo.
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