El 14 de mayo de 1948, hace exactamente 72 años, Israel declaraba su Independencia, dando inicio a una vertiginosa travesía, con grandes desafíos y a la vez con grandes logros y satisfacciones.
En parte del acta de Independencia, leída por David Ben Gurión, se definió en forma clara uno de los fundamentos centrales de la política exterior de Israel: “Ofrecemos paz y armonía a todos los Estados vecinos y sus habitantes, y los invitamos a cooperar con la nación judía independiente con miras a alcanzar el bien común de todos. El Estado de Israel está preparado para contribuir todo lo que corresponda de su parte para lograr el progreso y el desarrollo pacíficos del Medio Oriente”.
Basándose en este lineamiento fundacional, la diplomacia israelí ha puesto desde siempre la “cooperación internacional para el desarrollo” como uno de sus ejes centrales.
Evidentemente, sostener este principio en un escenario geopolítico adverso ha sido un gran desafío, pero haciendo un balance no cabe duda que en estos 72 años Israel se ha constituido en una nación que avanza, progresa y se desarrolla, y que a la vez coopera y comparte sus logros con las demás naciones y especialmente con quienes más lo necesitan, en temas tan diversos como agricultura tecnificada, gestión hídrica, estudios del desierto, biomedicina, nanotecnología, innovación, energías limpias, igualdad de género, inclusión social, y varios más.
Una de las grandes promotoras de la cooperación internacional para el desarrollo fue la legendaria Primera Ministra de Israel, Golda Meir, quien entre 1969 y 1974, trazó el camino a seguir, primero con una intensa campaña de cooperación con los países de África, y luego ampliando esta acción a Asia y Latinoamérica.
En ese contexto se consolidó la División de Cooperación Internacional del ministerio de Relaciones Exteriores de Israel (Mashav), que tuvo y sigue teniendo un rol central en la actividad diplomática israelí.
Pero la acción de Mashav también se acomodó a la evolución de las relaciones exteriores de Israel, y fue así que tras la firma de acuerdos de paz con Egipto (1979) y Jordania (1994) se abrieron programas de capacitación especialmente orientados a los profesionales y técnicos de esos países.
Algo similar ocurrió con la firma de la Declaración de Principios entre Israel y la Autoridad Palestina en 1994, acuerdo que abrió una gran cantidad de becas para profesionales y técnicos palestinos que llegaron a Israel a capacitarse en temas como agricultura, medicina, educación y otros. Lamentablemente, este canal de cooperación internacional se vio interrumpido con la ola de terrorismo proveniente de Gaza.
Uno de los aprendizajes que tuvo nuestra diplomacia es que, incluso en momentos de crisis, la cooperación internacional debe mantenerse, y por eso no es raro que, en estos días de pandemia, Israel, en vez de ensimismarse, haya reforzado su cooperación con el mundo e incluso con los palestinos, aportándoles insumos médicos y capacitaciones para el personal de salud, con la finalidad de enfrentar mejor al coronavirus en Gaza y Cisjordania.
En esta nueva era de desafíos globales, sin lugar a dudas, se debe refrescar la forma de hacer diplomacia, aunque sea recurriendo a una receta ya conocida, como es la del compromiso con la cooperación internacional.
En este contexto se enmarca el desafío asumido por el Primer Ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, de invertir cifras importantes en I+D, para buscar desarrollar fármacos y una vacuna contra el coronavirus, todo esto en el marco de la conferencia de líderes sobre el tratamiento del COVID19, realizada el 4 de mayo, con la participación de los jefes de Estado de Francia, Alemania, Japón, Canadá, España, Inglaterra y Jordania, entre otros, además del secretario general de la ONU y el presidente del Foro Económico Mundial.
Este compromiso se suma a otras acciones ya desplegadas por Israel para el combate global del coronavirus, varias de ellas disponibles también para Chile, como por ejemplo la liberación de los planos de fabricación de ventiladores de una empresa americana-israelí, la publicación de los protocolos para test rápidos desarrollados por la Universidad Hebrea de Jerusalén, la apertura de la aplicación Maguen para el seguimiento en tiempo real de la pandemia, el establecimiento de una red global de primera respuesta por parte del Maguen David Adom (Cruz Roja israelí), y la apertura de un Foro Internacional con conferencias semanales, por parte la organización Hadassah y Mashav.
En definitiva, en este nuevo mundo se hace urgente una diplomacia modernizadora, que permita amoldar las relaciones globales a las necesidades ciudadanas, sobre la base de confianza y cooperación.
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