Las palabras de un senador no son equivalentes a las de cualquier ciudadano. Quien ha sido investido con representación popular carga no solo un mandato institucional, sino también con una responsabilidad ética ineludible. Por ello, me veo en la obligación de condenar y rechazar las declaraciones emitidas por el senador Jaime Quintana, presidente del PPD, quien afirmó en El Primer Café de Cooperativa que "los niños de Gaza muchas veces son usados por sus padres como escudos humanos", asegurando que tal afirmación "está documentada".
No lo está. Y decirlo sin evidencia, desde un escaño parlamentario, es una falta grave.
Estas palabras reproducen un relato cruel que deshumaniza a quienes han sido despojados de casi todo. En Gaza, decenas de miles de civiles han muerto, el 70% de ellos mujeres y niños, según organismos internacionales. En ese contexto, culpar implícitamente a las propias víctimas no solo es una injusticia, sino una forma peligrosa de estigmatización.
Chile es el hogar de la comunidad palestina más grande fuera del mundo árabe. Muchas familias residentes en nuestro país tienen hoy a seres queridos siendo víctimas de bombardeos o enterrados bajo escombros. ¿Qué efecto tiene sobre esas personas escuchar a un senador de la República insinuar que sus familias usan a sus hijos como carne de cañón? ¿Qué sociedad construimos si normalizamos ese tipo de discursos?
Lo que dijo el senador Quintana no es libertad de expresión, es un abuso de su posición. Porque al hablar desde el poder, se puede legitimar discursos de odio, sembrar divisiones, incluso justificar lo injustificable.
El senador tiene un derecho incuestionable a tener una opinión, pero si ésta es infundada y agraviante, no puede expresarse públicamente sin consecuencias. La política no puede ser indiferente ante el dolor. El Senado, como institución, tampoco. La ética no puede ser opcional.
Hago un llamado a la Comisión de Ética del Senado para que actúe de oficio, sin requerimiento o presentación parlamentaria, con el objetivo de evaluar los dichos del senador Quintana y se rija en consecuencia para que sus declaraciones no queden impunes. No buscamos revancha. Queremos responsabilidad. Porque si quienes representamos a Chile no somos capaces de distinguir entre el disenso legítimo y el discurso hiriente e infundado, entonces estamos fallando en lo esencial.
Chile debe ser un país donde ninguna comunidad -judía, palestina, chilena o extranjera- sea sometida a discursos estigmatizantes. Y para ello, debemos comenzar por cuidar lo que decimos. Especialmente cuando somos senadores de la República.
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