A pesar de que la zona austral-antártica normalmente no suele estar en polémicas contingentes, vuelve a aparecer como foco de atención. Hace unas semanas una información encendió las alarmas ante la presencia de un vino denominado "Cabo de Hornos", de procedencia argentina, más precisamente de Mendoza, lo que generó bastantes críticas, dado que esa zona le pertenece a Chile.
¿Por qué? Esto se debe a que, cuando se firmó el Tratado de Paz y Amistad el año 1984, se establecieron varios puntos entre la A y F, que determinaron las zonas marítimas pertenecientes a Chile y Argentina. Sin embargo, el Cabo de Hornos, perteneciente al grupo de islas Hermite, quedó en manos chilenas, algo que sigue sin cambios hasta el día de hoy.
De esta manera, estos pequeños "incidentes" son una muestra del juego de representaciones geopolíticas, en otras palabras, imágenes que se tratan de proyectar hacia el exterior en búsqueda de reconocimiento de ciertas zonas como propias, algo que ya hemos visto con anterioridad, como el caso de unas galletas con las Torres del Paine o los mapas turísticos argentinos, en donde no se coloca la cuadricula en blanco de los trabajos de delimitación en los Campos de Hielo Sur.
Lamentablemente, ésta no es la primera vez que pasa y, considerando la trayectoria de desavenencia, no será la última. Si el Cabo de Hornos llamó la atención en los medios chilenos, más aún ocurre con la Antártica, que cuenta con variados intereses de países y potencias mundiales, especialmente en torno a ciertas áreas, como la península, donde Chile mantiene su territorio delimitado desde 1940 (Decreto 1.747).
Por ello, cuando se discutió el tema de la Antártica en el Consejo Constitucional, y se llegó a un cierto nivel de acuerdo en categorizarlo como "territorio especial" fue una buena señal, debido a que por su lejanía como zona extrema tendría que estar incorporado dentro de la Constitución para la salvaguarda de los intereses chilenos en la región, al igual que lo que ocurre con Isla de Pascua, por ejemplo, y en especial porque otros países están mostrando señales contrarias a este fin de resguardo.
Un ejemplo de ello fue que, durante junio, se llevó a cabo una reunión de la Convención de los Recursos Vivos Marinos Antárticos (CCAMLR) en Chile, donde se intentó preservar los mares mediante la creación de Áreas Marinas Protegidas, con impulso de los gobiernos chileno y argentino. Sin embargo, no se llegó a acuerdo por la oposición de China y Rusia, dado que la primera tiene intereses pesqueros muy relevantes asociados a la explotación del krill antártico, la cual es utilizada para harina de pescado o pastillas de omega 3.
Ante esta situación, será necesario proteger el Territorio Chileno Antártico mediante instancias jurídicas mayores, y la Constitución nos abre una posibilidad debido a que estas acciones están colocando en jaque el delicado ecosistema que posee el continente, y que podría verse enormemente afectado por el cambio climático.
Pero, por sobre todo, debemos entender que los problemas australes siempre estarán conectados con los antárticos, esa zona "austral-antártica" del General Cañas Montalva en realidad se mueve como un todo en su conjunto, en torno a las discusiones geopolíticas de diferentes países que buscan situarse allí, por lo que siempre vuelve a aparecer, y en ese caso, no debemos olvidar que la presencia de Chile es fundamental en la salvaguarda de sus intereses soberanos, que no solo incluyen territorio, sino que importantes recursos naturales, como el agua, que serán vitales en un futuro no tan lejano.
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