El controvertido papa Francisco partió de regreso a la Casa del Señor, sin conseguir dejar satisfechos a conservadores y progresistas. ¿Cuál fue su legado en el pensamiento (encíclicas) y en la propia obra de la Iglesia Católica? Es aún una incógnita que solo el tiempo dilucidará.
Hablaré como un creyente que simplemente dará algunas razones por las que lo admira.
Fue un papa que personificó la confianza en tiempos de secretismos y ocultamientos institucionales que estuvieron muy arraigados en la curia romana. La abrumadora verdad no le hizo vacilar. La honestidad -estoy seguro- será uno de los sellos más prístinos de su papado.
Bergoglio sembró la capacidad de creer nuevamente en el buen pastor, desprejuiciado, sencillo y humilde con olor a oveja. Su preocupación por los pobres, los presos, los migrantes, los hijos de Dios que también se encuentran entre los ateos, los gay y las lesbianas fue una expresión de amor incondicional al prójimo, y una identificación con la iglesia universal convocante y misionera.
Encarnó a través de sus acciones, rectificaciones y palabras un renovado espacio para la esperanza, la cual se había extraviado entre muchos fieles tras los bullados e innumerables casos de "abusos" en contra de niños y niñas. Fue un papa capaz de responder a las demandas y desafíos contemporáneos, muchos de ellos ocultos entre las mentiras de una elite gobernante carente de sentido político y de justicia social.
Nos enseñó que el evangelio se vive desde el coraje y la valentía de atreverse a decir la verdad y reivindicar la misericordia por sobre los intereses mundanos. Habló fuerte y claro del genocidio en Palestina, tomando postura por los que sufren, por los descartados y -nuevamente- por los niños inocentes que mueren en la tragedia que Occidente ha intentado obviar y dispensar.
Al respecto, siempre el papa fue claro en tus convicciones fundadas en el evangelio. En la encíclica "Fratelli Tutti" revitalizó la necesidad de dar sentido a la política y a la economía, recordando que la labor -según el mensaje de Jesucristo- es precisamente estar con los desvalidos. No jugó a no incomodar, menos a los poderosos.
Su actitud humilde se conjugó con la entereza de quien sembró surcos para el devenir de una Iglesia Católica que aún debe continuar con amplias reformas institucionales y actitudinales en un cambio de época en el que la humanidad requiere de una redención.
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