Con gran interés he leído acerca de la propuesta de ley llamada "hijito corazón". Me parece que es una necesidad patente y de toda justicia que se vele por la reciprocidad en esta materia: así como los padres se preocuparon de sus hijos e hijas en su niñez y siempre que lo necesitan, así también éstos tienen una responsabilidad para con ellos, especialmente cuando les empieza a costar más valerse por sí mismos.
Esta preocupación no es nueva, ya estaba presente en el Antiguo Testamento. Uno de los lugares más relevantes es el Decálogo, en sus dos versiones en Éxodo 20,5 ("Honra a tu padre y a tu madre, para que se prolonguen tus días sobre la tierra que Yahvé, tu Dios, te va a dar") y Deuteronomio 5,16 ("Honra a tu padre y a tu madre como te lo ha mandado Yahvé tu Dios, para que se prolonguen tus días y seas feliz en la tierra que Yahvé tu Dios te da"). Lo de 2.400 años se debe a que la investigación más reciente sobre el Decálogo sitúa su puesta por escrito en época exílica o postexílica (ss. VI-V a.C.).
Lo primero que habría que hacer notar es el hecho de que en un conjunto de documentos (Antiguo Testamento) considerados habitualmente como pertenecientes a una cultura patriarcal-machista, aparezcan mencionados tanto el padre como la madre al mismo nivel. En segundo lugar, tratar de precisar qué puede significar el verbo "honrar". En el libro de los Proverbios 3,9 aparece un uso del verbo "honrar" referido a una prestación económica ("Honra a Yahvé con tus riquezas, con las primicias de todas tus ganancias"), lo que fundamenta la aplicación de este sentido referido al sustento de los padres. Pero además, se encuentran en este mismo libro varios pasajes que se dirigen claramente a las relaciones entre hijos adultos y sus padres ancianos: "Quien maltrata a un padre y expulsa a una madre, es un hijo infame y sinvergüenza (19,26); "escucha a tu padre, que él te engendró y no desprecies a tu madre por ser vieja (23,22); "el que roba a sus padres, diciendo: 'no es pecado' es cómplice de delincuente" (28,24); "al que se ríe de su padre y desprecia a su anciana madre, los cuervos le sacarán los ojos, y lo devorarán los aguiluchos" (30,17).
Por último, la interpretación de la corriente sapiencial más detallada del mandamiento está en el libro del Eclesiástico 3,1-16, donde aparece el verbo "honrar" en su doble sentido de dar honor y respetar, por una parte, (versículos 1-11) y apoyar en la manutención en la vejez (versículos 12-16), por otra: "La gloria de un hombre depende de la honra de su padre, y una madre deshonrada es la vergüenza de los hijos. Hijo, cuida de tu padre en su vejez... aunque haya perdido la cabeza, sé indulgente con él... Quien abandona a su padre es un blasfemo, maldito del Señor quien irrita a su madre" (Eclo 3,11-13.16).
No se trata, como muchos lo han planteado, de un simple recordatorio para que los niños obedezcan a sus padres, infantilizando así el mandamiento, ni tan sólo de respetar, sino también de proveer ayuda material, protección legal y cuidado personal, en un contexto en que la vejez constituía, y todavía hoy, un tiempo de vulnerabilidad extrema.
Ya es tiempo de que esta sabia y milenaria ley religiosa, que ha conservado y transmitido por siglos este tesoro de humanidad, se convierta en ley civil. Proteger a los padres ancianos y a todos los vulnerables es un acto de resistencia ante modelos societarios deshumanizadores, como también de esperanza en la configuración de un mundo mejor en esta hora tan crítica.
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