La integración de sistemas de inteligencia artificial (IA) en la gestión integral de los recursos hídricos (GIRH), representa una herramienta estratégica de alto valor para enfrentar la crisis hídrica que atraviesa Chile. El país presenta una tendencia sostenida de desertificación, que actualmente afecta a aproximadamente el 21% del territorio nacional, con especial severidad en las regiones del norte y zonas de la macrozona central, donde la disminución de precipitaciones, el aumento de la evapotranspiración y el retroceso glaciar han reducido drásticamente la disponibilidad de agua superficial y subterránea. Este fenómeno, sumado a una creciente demanda por parte de sectores productivos y urbanos, ha generado tensiones en el acceso equitativo al recurso, particularmente en comunidades rurales y territorios indígenas.
En este contexto, la IA se configura como un elemento de apoyo clave para mejorar la eficiencia operativa y la resiliencia de los sistemas de abastecimiento. Los modelos predictivos basados en machine learning y redes neuronales pueden anticipar sequías prolongadas, estimar la recarga de acuíferos y simular la evolución de cuencas bajo escenarios de cambio climático. Además, la optimización algorítmica de redes de distribución puede reducir pérdidas hídricas -que en algunas ciudades superan el 30%- y priorizar la asignación de caudales en función de criterios de sostenibilidad y demanda crítica, favoreciendo un uso más equitativo del recurso.
Sin embargo, la implementación de IA no está exenta de riesgos. La dependencia de modelos algorítmicos sin validación hidrológica robusta puede inducir errores significativos en la planificación. Asimismo, la brecha tecnológica y de acceso a datos entre regiones urbanas y rurales puede profundizar la desigualdad en la gestión hídrica, marginando a comunidades que ya sufren escasez. La calidad de los datos utilizados para entrenar los modelos es otro factor crítico: conjuntos incompletos o sesgados pueden distorsionar proyecciones y generar decisiones que, aunque técnicamente sólidas desde el punto de vista computacional, sean ineficientes o injustas en la práctica.
Desde una perspectiva socio-técnica y ética, la incorporación de IA en la gestión integral de los recursos hídricos en Chile debe enmarcarse en políticas públicas que involucren, la gobernanza participativa y la justicia hídrica, esto implica asegurar transparencia en los algoritmos, trazabilidad en el manejo de datos y auditorías técnicas independientes que garanticen la objetividad de los resultados. La desertificación y la crisis de acceso al agua requieren soluciones que no solo optimicen volúmenes y caudales, sino que también contemplen la sostenibilidad de los ecosistemas asociados y la protección de derechos de comunidades vulnerables.
En conclusión, la IA puede constituir un catalizador decisivo para enfrentar la desertificación y mejorar el acceso al agua en Chile, pero su eficacia depende de su integración con enfoques de planificación hídrica adaptativa, marcos regulatorios claros y un compromiso explícito con la equidad territorial. La tecnología debe operar como complemento de la experiencia y criterio de profesionales en hidrología, ingeniería y gestión pública, evitando el riesgo de tecnocracia excluyente y priorizando siempre el interés público y la sostenibilidad a largo plazo.
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