En su columna del 15 de noviembre la abogada Verónica del Pozo denuncia una práctica preocupante que según indica estaría afectando a las comunidades pehuenches de Alto BioBio: la prohibición del uso de la lengua mapudungun por parte de las iglesias evangélicas de dicha cordillerana comuna de la región del Bío-Bío. Ante ello plantea que el Estado debe “impedir prácticas religiosas discriminatorias por parte de la iglesia evangélica”.
Comete dos errores que considero importante relevar.En primer lugar se refiere a “la” iglesia evangélica, como si fuera una sola. Ello no solo da cuenta de desprolijidad, sino de un desconocimiento del asunto si es que la autora, que es académica, pretende abordarlo de forma seria. Las iglesias reformadas o evangélicas han tenido desde siglos diversas formas de expresión, corrientes teológicas, posturas éticas y políticas. Al respecto, una lectura de algunas obras clásicas de Weber podría resultarle útil, o a nivel nacional una revisión de los trabajos de los investigadores Eugenia Fediakova y Cristián Parker.
En segundo lugar, fundamenta su denuncia en una conversación que tuvo con un grupo de mujeres. No dice cuántas, ni si eran estas eran pehuenches, si viven en Alto Bío-Bío (ya que se reunieron en Concepción), o si eran parte de las iglesias evangélicas aludidas. Es decir, construye una crítica a una particular expresión de fe en base a opiniones que no sabemos qué tan fundamentadas sean.
Ahora bien, existe la posibilidad de que la denuncia hecha pueda efectivamente tener algún asidero en prácticas que hayan verdaderamente tenido lugar en algunas iglesias evangélicas de la zona. En ese caso convendría ser más precisos a la hora de realizar una denuncia como la hecha, ¿qué iglesias evangélicas en particular son las que han desarrollado este tipo de prácticas?, ¿de qué manera es que efectivamente se han desarrollado?, ¿hay injerencia de actores externos a ellas?, y lo que creo muy importante, ¿qué opinan los mismos pehuenches sobre tales hechos?
En mi experiencia personal (no generalizable, por cierto), luego de haber trabajado tres años en la comuna de Alto Bío-Bío en una organización no gubernamental dependiente de la Iglesia Anglicana de Chile que trabajaba en conjunto con comunidades pehuenches para el desarrollo social económico y espiritual de estas, puedo dar fe de que en varias comunidades evangélicas pehuenches incluso se da el fenómeno inverso de lo que la abogada Del Pozo denuncia.
En estas comunidades se promueve y potencia el uso de la lengua mapudungun (chedungún para muchos pehuenches) no solo en la vida en general sino al interior de los servicios religiosos, así como en Pentecostés los primeros discípulos hablaron múltiples lenguas.
Inclusive, hay evidencia científica de que, como plantea la investigadora Ana Guevara de la Escuela de Altos Estudios Sociales de Francia (http://www.revistaculturayreligion.cl/index.php/culturayreligion/article/view/156), las iglesias evangélicas del Sur de Chile podrían estar constituyendo hoy un espacio de formación de líderes sociales políticos reconocidos y valorados no solo por evangélicos sino por las comunidades mapuche en general.
Concluyo haciendo un llamado a ser serios a la hora de hacer aseveraciones en la esfera pública. Si es que efectivamente han ocurrido hechos deleznables como los mencionados por la abogada Del Pozo, estos deben ser efectivamente denunciados, pero de manera rigurosa, especialmente por quienes estamos en posiciones de poder simbólico, dada nuestra labor de académicos/as.
Como diría Van Dijk, nuestra voz en los medios de comunicación tiene mucho más poder que la del ciudadano común, y ello acarrea la responsabilidad de usarla con el fin de construir una sociedad más justa y armónica, en vez de generar odiosidades infundadas.
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