¿Habrá o no sacerdotes casados?

Recientemente el Papa Francisco ha publicado una exhortación apostólica titulada La querida Amazonia. Esta ha tenido por objeto orientar la acción pastoral de la Iglesia en una región inmensa de Sudamérica y en la que muchos países tienen parte. Su preocupación son las comunidades humanas preferentemente indígenas víctimas de gravísimos atropellos, de verdaderos genocidios, a causa de la codicia de quienes explotan estos territorios. Su preocupación es también el impacto medioambiental que esta invasión significa para estos pueblos y para el resto del planeta. La Amazonia es uno de los pulmones de la Tierra. 

El caso es que la atención pastoral de la Iglesia en esta zona, evangelización que tendría que hacerse cargo de estos desafíos, es precaria. En esta región hay muchos cristianos. Sin embargo, el 70 % de las comunidades no tienen curas para celebrar la eucaristía. Con todo, cabe preguntarse, ¿es indispensable la eucaristía celebrada por sacerdotes para que haya cristianismo? 

En la Amazonia hay de hecho un cristianismo sin sacerdotes. ¿De qué calidad es este cristianismo? Por cierto, un cristianismo liderado por sacerdotes romanos y romanizadores tiene visos de enfermedad.

Este tipo de sacerdotes son los que se forman en seminarios que los desarraigan de sus culturas y de sus comunidades, y los clericalizan. Es típico el caso de personas que llegaron a Europa después de recibir una formación sacerdotal muy europea y vuelven a América Latina todavía más europeos. La Amazonia no necesita el tipo de sacerdote que en los últimos cincuenta años terminaron por destruir, por acción u omisión, las Comunidades Eclesiales de Base de América Latina. Han sido muy sacros y poco humanos. 

Lo que ha hecho mucho ruido es que Francisco no acogió la demanda del Sínodo que recientemente abordó el tema. El Papa asegura que su documento no reemplaza las conclusiones del Sínodo. De aquí que se haya planteado una interpretación benigna de La querida Amazonia.

Se dice que esta exhortación apostólica no habría excluido la posibilidad de ordenar sacerdotes a los llamados viri probati, es decir, hombres casados que de hecho tienen ascendencia en las comunidades para guiarlas, pero sí habría entregado la decisión de esta ordenación a las iglesias locales. Algunos piensan que el Papa no se atrevió a abrir una puerta, la del sacerdocio de hombres casados, pues ha tenido una enorme contra en la Curia romana y en regiones católicas conservadoras. 

Pero cuesta entender que Francisco haya querido esquivar a los adversarios que quieren trancar su magisterio con una estrategia que los descoloque, entregando a los obispos de la región la prerrogativa de ordenar sacerdotes casados. No fue buena esta estrategia en el caso de Amoris Laetitia, el documento que abrió la posibilidad de ofrecer la comunión en la eucaristía a los divorciados vueltos a casar.

Se lo hizo de un modo alambicado. Las conferencias episcopales del mundo en muy pocos casos se han atrevido a cambiar la práctica tradicional. Los católicos chilenos no saben en qué quedó el asunto. 

Pues bien, se dé el paso o no se lo dé, el cristianismo en la Amazonia es una realidad con o sin curas. Es más, en aquellas comunidades donde no los haya siempre será posible desarrollar otros tipos de acciones de gracias.

¿No serían posibles comidas eucarísticas con yuca y agua de coco? En Chile, Argentina y Uruguay podría hacérselo con pan y mate.

Karl Rahner, uno de los grandes teólogos del siglo XX, entreveía el desarrollo de un cristianismo mundial, abierto a estas innovaciones. Se pregunta, “¿es necesario celebrar la eucaristía con vino de uva también en Alaska” (1980)?

Otras formas de acción de gracias podrían realizarlas personas comunes, hombres y mujeres, idealmente líderes de comunidades preparados para facilitar la interpretación de la Biblia y capaces de guiar, reconciliar y animar a sus comunidades. Este servicio lo realizan muchas veces magníficamente las religiosas. 

Esto da pie para mirar el problema en otra óptica ¿y si el cristianismo actual de la Amazonia, sin clérigos, llevara la delantera al cristianismo occidental actual? No ordenar viri probati, no ordenar tampoco mujeres probadas, talvez sea lo mejor. En cualquier circunstancia, el verdadero y el mayor de los peligros serán siempre los curas clericalizados que hay o que hayan de ser enviados a una región latinoamericana que no los necesita.

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