Yo pienso que el mayor legado de Francisco es la urgencia de valorar a las personas mientras están con nosotros. Agradecer su vida, admirarnos por sus cualidades, su brisa nueva, la alegría que nos regala, su palabra oportuna, su corazón inmenso, el abrazo de esperanza y su oído atento al llanto y al miedo.
Esa noticia de Dios maravillosa que se encuentra en el vecino de la puerta del lado. ¿Y ahora qué sigue?
Adhiero a las palabras del político y senador por la provincia de Córdoba, Argentina, Luis Alfredo Juez. En su reconocimiento al papa señala que lo mejor habría sido decirle en vida lo importante que era su andadura, sus gestos y sus palabras.
Bueno habría sido "acompañarlo un poco más, haberlo comprendido un poco más, haberlo juzgado un poco menos y haberlo entendido un poco más". Pero, lamentablemente no lo reconocimos a tiempo, dijo.
Y agrega: "No le rindas homenajes a quien no te puede escuchar, díselo antes". Que acierto y justo su discurso.
Un verdadero itinerario espiritual a tener en cuenta a partir de cuando asome por el balcón nuestro próximo papa.
Habrá que aprender a verlo con criterios más profundos y menos mundanos que los que nos inspiran nuestras ideologías, el color de la piel, país de origen, aspecto físico, etc., etc.
Los electores del vicario de Cristo, sucesor de Pedro, imbuidos por el Espíritu Santo, disciernen al que les parece el más adecuado para acercar y visibilizar más aún al mundo el amor, la ternura y la bondad de Dios que, con Jesús, se manifestó con claridad meridiana ante los marginados, los maltratados, los pobres, los excluidos, los despreciados y los carentes de valores económicos, sociales y morales.
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